Entrevista Sánchez - Feijóo: la vida es eterna en 30 minutos

Mañana jueves, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se verán -¡por fin!- la caras después de 14 meses de no dirigirse la palabra de manera personal. Solo se hablan por exigencias del guión político para preguntar y responder y faltarse al respeto en las escasas sesiones de control al Gobierno que tienen lugar en el Congreso de los Diputados los miércoles.

Mar 12, 2025 - 08:13
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Entrevista Sánchez - Feijóo: la vida es eterna en 30 minutos

Mañana jueves, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se verán -¡por fin!- la caras después de 14 meses de no dirigirse la palabra de manera personal. Solo se hablan por exigencias del guión político para preguntar y responder y faltarse al respeto en las escasas sesiones de control al Gobierno que tienen lugar en el Congreso de los Diputados los miércoles. En esta ocasión se reunirán este 13 de marzo para abordar la situación en Ucrania y, principalmente, analizar el aumento del gasto militar hasta el 2% del PIB antes de 2029.

Sánchez ya ha dicho que llamará a todos los grupos parlamentarios a excepción de Vox porque su visión sobre la invasión rusa está “muy clara” desde hace meses. El máximo de tiempo, según lo fijado, que se verán el líder del PSOE y del PP será de 30 minutos. Dice la canción que “la vida es eterna en cinco minutos”, pero tasar una reunión tan crucial en media hora me parece algo más que un despropósito. En 30 minutos no acuerdas está cuestión crucial acerca de cuánto hay que incrementar el gasto sobre armamento, salvo que Sánchez espere que Feijóo le diga sí a todo lo que él le proponga, cosa bastante difícil por no decir imposible, dada la relación y las circunstancias del encuentro.

Es mas, el líder del PP ya se ha quejado de que la convocatoria se despache con este “gran desafío” en “20 minutos”, más 10 de regalo. Ante esta ”frivolidad”, Feijóo reclama un informe por escrito para aclarar de qué van a hablar exactamente, ya que según él tendrán que debatir de bastantes cosas y eso exige tiempo y claridad. Es cierto que hablar de la seguridad de España y Europa no es algo que se pueda discutir a la ligera, y hay que añadir la no menos problemática cuestión de cuánto dinero debe y puede invertir el gobierno español en la defensa nacional y europea.

Si nos fijamos en la cruda realidad, por mucho que Sánchez pretenda desdramatizar la situación y ningunear a la oposición, el problema del Ejecutivo es más que evidente: los socios de Sánchez no son partidarios de incrementar el gasto en defensa y ya han dicho que no le apoyarán. Sin embargo, el no socio del Gobierno, el Partido Popular, apoyó hace unos días una declaración del PPE, su homónimo europeo, que reitera “la importancia” de que los 27 Estados miembro aumenten su inversión en defensa hasta alcanzar el 2% del PIB. La papeleta para Sánchez no es fácil de digerir a priori, depende de las “ganas” que tenga el PP nacional de complicarle las cosas o de pedirle alguna cesión a cambio.

Dentro de la órbita del Gobierno, los más complacientes han sido los de Sumar, aunque ya se han reunido dos horas con Sánchez pero quieren seguir hablando para justificar la tardanza, a cambio Yolanda Díaz ofrece comprensión siempre y cuando todo lo que se haga tenga como objetivo “garantizar la paz y la seguridad globales de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas”. Todo muy formal pero insuficiente, ya que los otros socios de este crucigrama político imposible de resolver: ERC, Bildu, Podemos, e incluso Junts, han decidido ejercer ahora el papel de “negacionistas”. Las palabras de la líder morada, Ione Belarra, lo dejan claro: “El presidente del Gobierno, por este camino, va a perder las elecciones por convertirse en un señor de la guerra”.

Pero la “guerra” dialéctica en estos momentos es la que van a mantener los dos principales líderes del PSOE y el PP. El primero, Pedro Sánchez, ha dejado claro que no le gusta ir al Congreso ni al Senado, porque allí debe dar explicaciones -algo que no le apetece mucho-. En segundo lugar, su visita a las Cortes Generales tampoco le satisface porque evidencia sus limitados apoyos y votos, que están a expensas de lo que decidan otros partidos, los cuales aprovechan bien la ocasión para sacar tajada de la debilidades del Ejecutivo. De ahí, que prefiera jugar en casa, reunirse en Moncloa con los invitados y parecer el más “fuerte” del club de los elegidos, siendo en realidad todo lo contrario. Sánchez tiene el poder que le da el cargo, que no es poco, pero tiene las manos muy atadas a la hora de legislar ante el Congreso.

El líder del PSOE espera que el líder del PP le arregle sus problemas mostrando “sentido de Estado”. ¿Pero qué sucedería, si mañana jueves, este último anuncia que su partido se abstendrá de darle el apoyo que necesita el Gobierno para aprobar la ampliación del nuevo crédito militar? No votar en contra, pero tampoco apoyarle. El lío sería monumental. Muchos creen que el PP, tras anunciar reiteradamente que hay que disolver el Gobierno y convocar elecciones, está obligado a poner a Sánchez ante su propio espejo y que se muestren sus debilidades electorales.

Sin embargo, hay otra opción menos sangrienta pero efectiva en buena medida: copiar el estilo de Carles Puigdemont, dar algo a cambio de que te den otro algo. Un intercambio de favores, un “quid pro quo”, también conocido como “do ut des”, “doy para que des”. Visto con frialdad, y por mucha ilusión que a Sánchez le haga seguir en Moncloa, su situación es complicada por no decir casi imposible. No puede aprobar los presupuestos, no puede cumplir con la aprobación de muchas leyes en el Congreso y quizá no pueda ahora cumplir con sus compromisos europeos. Ya sabemos que el líder del PSOE es un superviviente, pero lo malo es que a los ciudadanos españoles los está convirtiendo también en náufragos de la democracia y la política.