Enase Okonedo, economista nigeriana y premio Harambee 2025: "Me educaron para creer que podía ser lo que yo quisiera"
"Tengo miedo de que a mi hija le cierren puertas en la cara por ser mujer", reconoce Okonedo a '20minutos'.

Ser mujer nunca ha sido una barrera para Enase Okonedo a pesar de haber nacido en Nigeria, uno de los países con mayor brecha de género. No le impidió estudiar Economía ni convertirse en la primera decana de la Escuela de Negocios de Lagos, cargo que desempeñó durante once años. Tampoco fue un obstáculo para llegar a ser primera la vicerrectora de la Universidad Pan-Atlántica, una de las más prestigiosas del país. "Crecí en un hogar en el que me educaron para creer que podía ser lo que yo quisiera", indica en conversación con 20minutos la educadora, que ha sido galardonada este martes en Madrid con el Premio Harambee por la promoción de la igualdad de la mujer africana. La dotación del mismo se destinará a una escuela de Formación Profesional ubicada en Iloti, una zona rural del suroeste de Nigeria.
Okonedo (Benin City, 1966) no fue consciente de su realidad hasta que llegó a Secundaria, cuando se percató de que varias de sus compañeras solo podían aspirar a casarse. "Fue impactante y la primera vez que pensé: 'las cosas tienen que ser diferentes", sostiene. Ella hizo la ESO en lo que en Nigeria se denomina una 'escuela de la unidad', institución a la que acuden estudiantes con buenas calificaciones de todo el país y en la que se imparte una educación de alto nivel. "Allí conocí a chicas muy inteligentes pero no todas se quedaron para completar su educación. Varias se casaron a una temprana edad y algunas de las que se quedaron no podían aspirar a una educación superior, ya que estaba previsto que se casaran al finalizar Secundaria, con 16 años", expone la nigeriana.
"No tenía idea de las limitaciones a las que se enfrentaban las niñas, especialmente en el norte del país, donde las prácticas culturales y religiosas les impiden recibir una educación apropiada", afirma Okonedo, quien a partir de ese momento decidió dedicar su vida a intentar alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. "Para ellas tener una carrera era solo un sueño, ya que en sus tribus o regiones se consideraba que las mujeres no necesitaban recibir la misma educación que los hombres", añade la profesora, de 58 años.
"Lo que un hombre puede hacer, una mujer puede hacerlo mejor"
Para Okonedo esto supuso un choque de frente contra la realidad, ya que sus padres siempre le inculcaron a ella y a sus siete hermanos mayores que estudiaran para que pudieran alcanzar todo lo que se propusieran. "Mi padres creían firmemente que las mujeres podían contribuir al desarrollo económico y social de sus familias y de nuestra nación", indica la economista y agrega que incluso su abuela —comerciante y líder política— alentaba a las mujeres a participar en asuntos públicos.
De hecho, la profesora recuerda que la frase favorita de su padre era: "Lo que un hombre puede hacer, una mujer puede hacerlo mejor". Y añade que, si bien no fue consciente de su significado al principio, cobró sentido cuando se dio cuenta de la desigualdad entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. "Mis padres nos animaban a soñar y nos apoyaban para hacer realidad nuestros sueños", sostiene. Asimismo, indica que en la actualidad también la motiva a seguir adelante el saber que sus acciones y decisiones tendrán un impacto generalizado.
Al convertirse en decana de la Escuela de Negocios de Laos comenzó a poner su granito de arena para lograr el cambio. Consiguió erradicar la disparidad salarial por razones de género, amplió la baja por maternidad a cuatro meses, instituyó una baja por paternidad para los hombres, creó una guardería para que tanto el personal como las estudiantes que eran madres lactantes cuidaran a sus hijo. Además, logró que se aboliera la práctica de pasar por alto a las mujeres para los ascensos en los años en que hubieran estado de baja por maternidad.
Microagresiones por el hecho de ser mujer
"He tenido la suerte de trabajar en organizaciones en las que me reconocían por mi competencia y visión, por lo que ser mujer no importaba", admite la profesora. Pero también reconoce que durante su larga carrera profesional ha estado involucrada en asociaciones en las que ser mujer parecía afectar la forma en la que la trataban. "La primera vez que experimenté eso me acababan de nombrar miembro de una junta directiva. Éramos once miembros y yo era la única mujer. Antes de que acabara hubo un descanso. Los hombres fueron al baño y yo al mío y cuando volvieron ya habían tomado una decisión", relata.
"Resulta que habían seguido la conversación en el baño, habían decidido algo y pensaban seguir adelante a pesar de que no había unanimidad, porque yo no había participado", continúa la profesora. Por este motivo, a partir de ese momento comenzó a insistir en que las discusiones se celebraran en la mesa, no fuera de ella. Okonedo añade que también ha experimentado disparidad salarial y que cuando fue a hablar con su jefe al respecto él le dijo que se debía a que era mujer. "Tienes que ocuparte de la familia, realmente no necesitas tanto dinero. Tu marido tiene dinero", le respondió su superior.
Sin embargo, a pesar de que Okonedo ha sufrido algunas microagresiones a lo largo de su vida reconoce que su mayor reto ha sido el poder conciliar. "Cuando estaba haciendo el doctorado en París tenía que viajar desde Nigeria todos los meses porque decidí no quedarme en la ciudad. Tenía una hija de dos años, un trabajo a tiempo completo y también era directora de un máster. No sé cómo gestioné y sobreviví a aquello", se sincera la profesora.
Okonedo considera que la educación es una herramienta transformadora e igualadora. "Sueño con un mundo en el que no se pase por alto a las mujeres, en el que no se discrimine a las mujeres por el mero hecho de serlo. Sueño con una sociedad más justa e igualitaria en la que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres", expresa la economista, cuyos principales referentes femeninos son su madre y su abuela.
Pero también tiene algunos temores. "Tengo miedo que a mi hija le cierren puertas en la cara por ser mujer y que el mundo no cambie lo suficientemente rápido como para que todas las mujeres consigan lo que sueñan", admite la nigeriana. "La razón por la que tengo ese miedo es porque, a veces, en mi país avanzamos en términos de igualdad y luego retrocedemos. Rezo para que las cosas no se reviertan".