La final de
Sevilla. No hacía falta decir nada más. Para muchas generaciones de culés, la final de
Sevilla era el drama de la tanda de penaltis ante el
Steaua. Era la segunda final de la Copa de Europa perdida, seis años antes de saber que ganaríamos la primera. Sevilla era el incomprensible cambio de
Schuster a medio partido, era el 0-0 más nefasto jamás vivido, era la pesadilla de
Duckadam parando penaltis, era la espantada de
Schuster, era el tren E de aficionados del
Barça apedreado en
Valencia en el viaje de vuelta… La peor noche como culé que uno recuerda haber vivido en directo. Decidí, ese día, no volver a
Sevilla. Por más bonita que sea.
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