El pueblo gitano
El martes 8 de abril se conmemoraron seis siglos de presencia del pueblo gitano en la Península Ibérica, en España en definitiva. Se celebraron dos actos:...

El martes 8 de abril se conmemoraron seis siglos de presencia del pueblo gitano en la Península Ibérica, en España en definitiva. Se celebraron dos actos: uno solemne, en el Congreso de los Diputados, bajo la presidencia de honor del rey de España, Felipe VI, y de la reina Letizia; otro en el puente de Segovia, en el parque Madrid Río, al sol y al calor de la primavera. Dos actos muy medidos y merecidos. Merecidos para el pueblo gitano y sus gentes, personas de paciencia, seriedad y alegría.
Da gusto estar con ellas. Lo sé desde pequeñito porque tuve la suerte de que mi padre me educara en el respeto y la solidaridad hacia las personas gitanas, muy en contra del ambiente de aquella época –incluso de esta– en la que la relación con los gitanos y gitanas era un claro caso de racismo en nuestro país.
En ambos actos se elogió mucho la aportación cultural del mundo gitano a la historia de España. Hay cosas tan importantes, o más, que esa: por ejemplo, las personas de origen gitano que prestaron, y prestan, servicios públicos esenciales en el ámbito de la seguridad, la sanidad o la educación, contra mucho viento y mucha marea xenófoba en su ámbito laboral y en la sociedad en general.
Porque aunque los colectivos son esenciales, las personas son sustanciales en el devenir de nuestra historia. Cada caso de discriminación actual hacia el pueblo gitano merece tanta atención como el secular desprecio con el que ha sido tratado. Respeto y reparación, a las personas y a sus pequeñas cosas, que son las más importantes. Ya lo cantó Joan Manuel Serrat, «uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia, pero su tren vendió boleto de ida y vuelta». En este caso, el del pueblo gitano, la vuelta es la reivindicación y la visualización de sus gentes. Salud y libertad.