El plan de Milei y Luis Caputo, y la brecha más difícil de cerrar

El desafío es converger la macroeconomía con la institucionalidad política; la nueva etapa requerirá de reformas y acuerdos con la oposición

Abr 22, 2025 - 16:11
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El plan de Milei y Luis Caputo, y la brecha más difícil de cerrar

Institucionalidad macroeconómica versus institucionalidad política y republicana: desde el viernes 11, cuando el Gobierno anunció la Fase 3 de su plan económico y el desmantelamiento del cepo, ese dilema se vuelve todavía más nítido a la hora de imaginar un futuro posible para la Argentina y para la gobernabilidad mileista. Javier Milei está convencido de lo imprescindible de lo primero, la racionalidad macro, pero el modus operandi de su liderazgo político tensa lo segundo, la normalidad político republicana. El problema es que una y otra van de la mano: llegado este punto del plan económico, la institucionalidad macro y la político republicana son, más que nunca, dos caras de una misma moneda. La brecha entre esas dos institucionalidades es la más difícil de cerrar, y hoy es la más necesaria para el plan del Gobierno. O como señala un joven analista que sigue el rumbo económico y político con los ojos de una nueva generación: “El problema del Gobierno es el contraste entre su sobriedad macroeconómica y su borrachera política”.

El éxito de la nueva fase del plan depende de reformas que están bien por fuera del andamiaje de los “fundamentals” de la macro: esos pueden diseñarse y activarse desde la botonera del ministerio de Economía de Luis Caputo y del Banco Central de Santiago Bausili. Pero la nueva caja de herramientas que requiere la Fase 3 afecta al mercado laboral, al sistema previsional y al sistema impositivo, y dependen de la cooperación política.

Ese punto está clarísimo en el tema precio del dólar: en la Fase 3, el Gobierno descartó la intervención directa del Estado para producir una devaluación como respuesta a un dólar “atrasado” y a salarios caros en dólares. El precio del dólar, ahora está en manos del mercado, al menos entre las bandas de flotación: ayer, cayó el precio del nuevo dólar oficial y lejos de devaluarse, el peso se apreció significativamente. La discusión sobre el “dólar atrasado” y el impacto en la competitividad y la matriz productiva volvió a escena.

Dolar de Estado vs. dólar de mercado

Para el Gobierno, ya no tiene sentido hablar de “atraso” porque no hay un precio fijado artificialmente por el Estado que debería corregirse via una devaluación estatal. En su esquema, es el mercado el que construye el precio, y ese precio, por ende, está siempre actualizado: cada precio es información sobre la valoración del mercado en un momento dado, y de las restricciones y condicionamientos propios de cada momento. En ese punto, el Gobierno busca retomar la senda de Hayek sobre el sistema de precios como un sistema de señales, clave para una economía libre, que informa de la manera más fidedigna qué conviene producir y a qué precio.

En ese nuevo marco macroeconómico, el Gobierno concibe otra manera de aportar a la mejora de la competitividad argentina: a través de esas reformas sustanciales que bajen los costos de producir y que deberá votar un nuevo Congreso pero que no impliquen el toqueteo de la macro. Es decir, una mejora de la competitividad argentina que no recurra al “atajo” de la devaluación sino a una mejora estructural y “virtuosa”, en palabras de un funcionario del Gobierno, de las condiciones sistémicas de producción.En los comercios de Buenos Aires se acepta el pago con dólares o reales, además del peso argentino

Además, suma un aspecto microeconómico, con la expectativa de una administración más racional, y menos especulativa en el sentido argentino, por parte de las empresas en relación a los márgenes de ganancia y a los costos y al peso real del precio del dólar en sus costos. Es hora de que juegue el Congreso para consolidar la política macroeconómica, y también la micro.

La nueva brecha, macro vs. política

La nueva matriz laboral, tributaria y previsional se decidirá en medio de un clima alterado por un estilo de liderazgo político de Milei cada vez más cuestionado y de un Congreso cada vez más fragmentado: la suspensión de las PASO no hará más que intensificar ese desafío a partir del resultado electoral de las legislativas. Sin coaliciones previamente organizadas, será todavía más desafiante conseguir mayorías para aprobar leyes: un trabajo de búsqueda de votos que ya venía siendo difícil será todavía más arduo. “Ahora todo depende de lo que pase en octubre”, ratifica una voz del Gobierno que entiende con precisión las virtudes de la macro modelo Milei, pero que sabe que no es suficiente con eso: sin la macro no se puede pero con la macro no alcanza.

En la última semana, Milei quedó expuesto a las debilidades de su institucionalidad político republicana: una lógica marcada a fuego por el temperamento político de Milei, que irradia a figuras clave de su Gobierno. En el ministerio de Economía, las intervenciones en X adoptan una actitud combativa. Si el Gobierno quiere que sus medidas y el cambio de paradigma en la concepción macroeconómica se comprenda cabalmente, acorralar con insultos al que no acuerda, al que no comprende e inclusive, al que miente, desvía el foco de la atención. Las mejores intervenciones del Gobierno se dan cuando refuta y explica. La conferencia de prensa de Caputo y Bausili, algunos de sus posteos más conceptuales en X y sobre todo, las incursiones mediáticas del viceministro de Economía, José Luis Daza, y de Federico Furiase, director del Banco Central, aportaron en ese sentido. El problema es que quedan acotadas a las preguntas de un manojo de periodistas, siempre los mismos, y no se abren a nuevas preguntas surgidas de otros interlocutores. El Gobierno desaprovecha el caudal técnico y comunicativo de sus alfiles económicos que serían capaces de responder con precisiones y racionalidad a dudas y cuestionamientos de voces críticas al plan, inclusive a las más terraplanistas. Sería un momento interesante de ver, que por ahora no llega. El presidente Javier Milei durante la cadena nacional en la que anunció el nuevo pacto con el FMI y la salida del cepo cambiario

Los avances de Milei contra la prensa o contra economistas que disienten en relación a las medidas del Gobierno se suman a esa tensión innecesaria. Milei y el Gobierno no son buenos ni pretenden serlo en esa habilidad social llamada persuasión, o construir consenso estructurales de largo plazo: no la valoran. Pero siempre se necesita para sacar leyes tan difíciles como imprescindibles para consolidar el objetivo deseado, sobre todo cuando la oposición política ya no se inclina con tanta docilidad. O cuando la opinión pública disminuye en algo su apoyo, aunque los niveles sigan siendo muy considerables.

La macro, entre persuadir y agredir

En la cadena nacional del viernes 11, Milei dejó entrever que registra la diferencia entre agredir y persuadir. Ese discurso fue llamativo por dos datos. Por un lado, la apelación inicial: “Queridos argentinos”, sin distinciones de ningún tipo, ni siquiera la referencia a “argentinos de bien” que irrita y excluye a parte de la opinión pública que no lo apoya. Milei agradeció a todos los argentinos “por haber atravesado las turbulencias” del último año y medio de gestión. Por otro lado, el agradecimiento a la política que acompañó sus medidas con votos en el Congreso: “Aquellos actores de la dirigencia política que sí entendieron el proceso de cambio que estábamos viviendo, sin mezquindades ni condicionamientos”.

En parte, ese cambio del tono de Milei el mismo día del anuncio del FMI respondió a la influencia del Fondo y su pedido de construir consensos sociales y políticos para avanzar con las reformas legislativas. Pero después del levantamiento del cepo, Milei volvió a lo suyo y tuvo una semana de fiereza extrema en redes y medios.

Ayer, en medio del dolor por la muerte del Papa Francisco, ese funcionamiento político social volvió a dejarlo expuesto, y eso aunque Milei acompañó el sentimiento general con posteo respetuoso en X y en comunicado oficial de Casa Rosada. La conversación pública reflotó la avanzada de Milei contra el Papa antes de ser Presidente, aquello de “el Papa es el representante del maligno en la Tierra” y el Papa como promotor de comunismo. La muerte de Hugo Gatti tuvo un efecto parecido: le facturaron la brecha entre sus críticas a Hugo Gatti y el contraste con su posteo empático, el “Adiós colega”.

Parecen datos menores pero son perlas que se suman a una serie interminable de exabruptos más o menos graves que definen el modus operandi de la política presidencial y las predisposiciones politicas. Y que lo dejan sin base de sustentación para afrontar dificultades. La comisión investigadora del caso $Libra aprobada en la Cámara de Diputados es resultado de ese desdén mileista por una cierta cordialidad política al menos con los más cercanos ideológicamente.

Atrapado por la intensidad de su estilo de liderazgo, Milei genera innecesariamente sus propios carpetazos: daños autoinfligidos que hacen que tampoco resista un archivo y que complican el diálogo político. Ese es el problema principal: construye obstáculos para la cooperación que necesita para llevar a destino la institucionalidad macroeconómica. Cava un foso innecesario entre él y los interlocutores del que luego se ve obligado a salir. Entretanto, desperdicia capital social, energía política y tiempo. Y le hace rayones a la autoridad presidencial que logró consolidar.

Ese catálogo de arbitrariedades evitables, que no evita, suman también sus dichos sobre Patricia Bullrich cuando era candidata, que contrastan con su inclusión en el Gobierno y con sus elogios actuales. O las referencias a China y el “no hago pactos con comunistas”, que luego se convirtió en valoración de ese vínculo: “Uno aprende”, reconoció Milei en una entrevista con Bloomberg. La semana pasada, Macri puso el dedo en otro aspecto de la institucionalidad político republicana, el estancamiento en los índices de transparencia del Gobierno en el mismo nivel que el del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

Macroeconomía y la hora del Congreso

Transcurridos dieciséis meses de gestión, una de las claves interpretativas de la presidencia de Milei ha quedado organizada decididamente por ese dilema entre dos tipos de institucionalidad, la macro y la político republicana. El Gobierno tiene claro que la macro último modelo, tuneada ahora en el tema cambiario, requiere de reformas legislativas profundas.

“Damos por concluido el saneamiento del proceso macroeconómico argentino”, dijo Milei por cadena nacional aquel viernes del fin del cepo. A partir de la restauración de la institucionalidad macroeconómica, Milei augura una cadena imparable de desarrollo y bienestar. Este lunes, el ingreso a la semana 2 de la nueva fase trajo buenas noticias para el Gobierno: bajó el precio del dólar y la brecha entre los dólares paralelos y el nuevo dólar oficial siguieron en caída. Sin depreciación del peso, por ahora quedó fuera de escena un riesgo de traslado a precios de un dólar en alza. Milei y Caputo superaron los malos augurios más temidos de cualquier gestión económica argentina en proceso de liberalización: el riesgo de una devaluación acelerada que llevara el dólar al techo de la banda cambiaria y de una brecha creciente entre los dólares paralelos y el nuevo dólar oficial, entre un 4 y 9 por ciento según el paralelo considerado. Por ahora, la institucionalidad y el orden macro recién consolidado le juegan a favor al Gobierno.

El Gobierno se encamina hacia el futuro enfrentando la brecha entre dos equilibrios institucionales diferentes y una pregunta estructural: ¿cómo y cuándo lograrán converger esos dos superávits, el macroeconómico y el institucional, que además todavía no se alcanza?

Inclusive si los resultados económicos lo acompañan llegada la elección de octubre, la otra institucionalidad es la que le puede pasar factura. A partir de octubre, el Gobierno tiene dos desafíos. No sólo deberá aprobar leyes difíciles imprescindibles para consolidar el éxito del “saneamiento del orden macroeconómico”, en palabras de Milei. ¿Podrá Milei reproducir los apoyos que obtuvo para la Ley Bases, que le permitieron avanzar hasta aquí, para las reformas laboral, tributaria y previsional? ¿Podrá reconstruir el mismo acompañamiento de Pro y parte de la oposición dialoguista en relación al decreto de negociación con el FMI?

También deberá enfrentar una tarea aún más difícil: lograr que esas reformas, una vez aprobadas, se vuelvan naturaleza, es decir, duraderas e irreversibles aún con cambio de gestión. Es decir, ¿cómo evitar que un triunfo legislativo como el que Macri obtuvo en 2017 con la reforma previsional no se convierta en un accidente de la historia, reversible con la alternancia política?

Este 2025, con la elección legislativa, le trae al Gobierno el primer riesgo de discontinuidad al cambio de paradigma que intenta insuflar en la vida económica de la Argentina. Está en juego algo concreto como la llegada sostenida de inversiones, que se mantienen expectantes a la espera de que el cambio de paradigma se vuelva naturaleza. También, la primera prueba de un tema central: si la experiencia Milei es apenas un interregno o, al contrario, un antes y después duradero y sostenible.