El pedido de una hija a su papá que se transformó en una ONG para ayudar a chicos con discapacidad
La asociación civil Diversamente posibles funciona en el Partido de la Costa; a través de bicicletas recicladas y sillas anfibias, ofrece actividades en la playa para niños y adolescentes; cómo ser parte y de qué forma colaborar
Un poco agotado de las vueltas de la ciudad y de las complicaciones en el sistema de terapia porteño, Ignacio Calabró acomodó sus cosas y se mudó con su familia a Santa Teresita. Kinesiólogo de profesión y con una hija que tiene una discapacidad motora, encontró en esa ciudad del Partido de la Costa el lugar para que la pequeña pudiera cumplir su sueño de aprender a andar en bicicleta y, en ese camino, comenzó a trabajar con un objetivo claro y contundente: cambiar el mundo a través de Diversamente posibles, una ONG que trabaja para ayudar a familias como la suya.
La historia de la organización no es tan antigua, pero sus inicios se remontan a un momento clave de este siglo XXI: la llegada al mundo, y al país, del coronavirus, un punto que marcó un antes y un después en la vida cotidiana.
“Nos vinimos a vivir a la Costa y nos encontramos con que no había propuestas pensadas en niños, sino en pacientes y eso me molestaba. Un día, en el consultorio me enojé con unos colegas, dije ‘renuncio a todo’ y armé un proyecto en una pileta para enseñar a nadar a chicos con discapacidad. Eso empezó a crecer y empezamos a pensar en una ONG, pero llegó la pandemia y tuvimos que empezar de nuevo”, relató Ignacio a LA NACION.
Así fue como el 1° de mayo del 2020, días después de que su hija Lourdes le dijera que soñaba con pasear en una bicicleta, le pidió ayuda a un amigo y se dispuso a hacer una que permitiera incorporar una silla de ruedas. Luego de la primera, que cumplió las expectativas, se propusieron diseñar más con la mirada puesta en muchos chicos que no tenían otras actividades recreativas y deportivas disponibles más que las que hacían en el natatorio.
De esa forma nació “Reciclarte”, la propuesta para reacondicionar y adaptar bicicletas donadas para que niños y adolescentes con distintas discapacidades tengan opciones para elegir.
“Lo que hace el proyecto de las bicis es romper con la norma, porque si creemos que aprender a andar en bici es aprender en una bici convencional, obviamente que hay que transitar el equilibrio, las caídas y todo lo que implica. Y si no se puede entonces hay que cambiar”, contó el impulsor de la iniciativa.
El proyecto fue creciendo cada vez más y en el primer año de trabajo lograron adaptar 20 rodados, una tarea que nuevamente se vio afectada por las dificultades del contexto social y sanitario pero que no evitó que siguiera existiendo ni creciendo.
La llegada del verano de 2021 planteó nuevos desafíos y necesidades: el primero fue la creación de una silla para que Lourdes pudiera bajar a la playa. Ese fue el primer paso para “Disfrutarte surf”, un proyecto orientado a que los chicos también aprendieran a surfear a través de la utilización de “sillas anfibias”, también construidas por la ONG.
“Terminamos una actividad de surf que fue increíble. Pasaron los años y este es el cuarto que estamos en la playa. Tenemos un dispositivo de 12 sillas anfibias en la playa y el año pasado surfearon más de 200 pibes con discapacidad”, recordó y destacó que en la temporada 2025 van en la misma sintonía.
Por estos días, la asociación está en tratativas para avanzar en la construcción de su sede social en un terreno ubicado en Costa del Este -también en el Partido de la Costa- que fue adquirido a través de una donación. La idea es que los niños y jóvenes que asistan allí tengan la oportunidad de ampliar su conocimiento, aprender el oficio de readaptar las bicicletas y que eso se transforme en una salida laboral.
“Ahí surgió el proyecto de las mil bicis y las sillas, que es muy ambicioso pero que le podría dar trabajo a muchos pibes con discapacidad. Es un proyecto en el que a una bici que viene donada la reacondiciona un chico con discapacidad, después va a otro lugar y con eso genera algo de dinero”, detalló el impulsor de la iniciativa y resaltó que apuntan a generar herramientas que les otorguen independencia y puedan en algún momento vivir solos.
Por el momento, la ONG no cuenta con socios que hagan aportes mensuales, sino que su principal fuente de sustento son los eventos que organizan para reunir fondos. Uno de los ya clásicos es la carrera de tres kilómetros que organizan hace ya cuatro años para el primer fin de semana de diciembre en alusión al Día de la Discapacidad, que se conmemora el 1°.
Más allá de las cuestiones económicas, las tareas cotidianas en Diversamente posible están a cargo de un promedio de entre 40 y 50 personas que van rotando de acuerdo a los distintos eventos, ya sean los de playa, los de pileta o solamente los que tienen fines recaudatorios.
“Nuestro objeto social es cambiar el mundo”, reafirmó Ignacio y relató que ese había sido el eje de una charla con los voluntarios, donde mencionaron que había siete chicos que viven en la ciudad costera que no conocían la playa porque no sabían cómo bajar al mar.
Sin embargo, pudo ser una realidad. “Si una persona con discapacidad baja en silla de ruedas a la playa la miran todos, pero si bajan siete u ocho juntos ya es distinto. Díganme si no es cambiar el mundo que un pibe de 17 años que no conocía la playa ahora baje tres o cuatro veces y estar con sus amigos en el mar”, concluyó.
Contacto
Quienes deseen obtener más información, sumarse a las actividades, donar materiales o colaborar, pueden comunicarse a través de las redes sociales de la ONG.
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