El juicio de los rehenes de Daesh se cierra con amenazas, según una de las víctimas
La justicia francesa ha condenado a todos los acusados por secuestrar y torturar a 25 periodistas y trabajadores humanitarios occidentales. El periodista sirio Radwan Safar Jalany, que vive en Francia como refugiado, ha denunciado que, tras prestar declaración, fue amenazado en su casa por dos hombres que le advirtieron: “Lo vas a pagar”. La entrada El juicio de los rehenes de Daesh se cierra con amenazas, según una de las víctimas se publicó primero en lamarea.com.

PARÍS | Vestido de negro y perfectamente afeitado, Mehdi Nemmouche, francés de 39 años, rompió su silencio ayer ante el tribunal responsable del “juicio de los rehenes del Daesh”. En su declaración del pasado 17 de febrero se había limitado a decir que jamás fue carcelero de los secuestrados, sino “un soldado de primera línea contra el régimen de Bashar Al Assad”.
Cinco semanas después, Nemmouche aprovechó el turno de palabra que tienen los acusados en el sistema judicial francés antes de que el tribunal se reúna para dictar sentencia, para hacer gala de la misma verborrea que sus víctimas subrayaron en las declaraciones y que les permitió identificar su voz sin dudarlo. “Hablaba todo el tiempo y hablaba demasiado”, dijeron varios testigos que, además, incidieron en su sadismo y brutalidad durante las torturas.
Ayer también le escuchaban las hijas de algunos de los periodistas anglosajones decapitados por Estado Islámico durante los dos años en los que esta organización mantuvo a 25 periodistas y trabajadores humanitarios occidentales secuestrados en Siria. Entre ellos se encontraban los españoles Marc Marginedas, Ricardo García Vilanova y Javier Espinosa.
Consciente de que no volvería a estar en libertad, Nemmouche parecía decidido a convertir este acto público en un intento por convertirse en un referente del yihadismo global, como apuntó su exrehén, el periodista francés Nicolás Hénin. “He sido un terrorista y no me arrepiento de uno solo de los días ni de los actos”, dijo quien había negado todos los cargos de los que había sido acusado desde que en 2014 fue detenido por asesinar a cuatro personas en el atentado que cometió en el Museo Judío de Bruselas, poco después de huir de Siria.
Nemmouche reivindicó al Daesh, al que considera “un actor pequeño” ante Estados Unidos, una democracia “que quiere solo siervos”, y se entregó a una diatriba en la que citó la guerra de Vietnam, los golpes de Estado y las dictaduras que impulsó Washington en América Latina en los años 70 y 80, las invasiones de Afganistán y de Irak. También a Roosevelt, a Stalin, a Assange, a Putin… Sin embargo, no hizo ninguna referencia a los secuestrados ni al coste en vidas de civiles sirios que se ha cobrado la violencia de Estado Islámico.
Los otros dos acusados presentes en la sala fueron concisos en sus intervenciones. El sirio Kais Al Abdallah, de 41 años, químico de profesión, leyó una nota en la que decía: “No he sido parte de ISIS, ni estaba a favor. Estoy en contra del extremismo y del terror. Y como el resto de los sirios y mi familia hemos sufrido el terrorismo”. Abdallah ha sido identificado como el antiguo número 2 de Estado Islámico en Raqqa. Abdelmalek Tanem, de 35 años, sostuvo que escuchar los testimonios de las víctimas y de sus familiares le había hecho ser consciente de su sufrimiento, que les hacía llegar su respeto y aceptaría la condena por los fallos que había cometido.
Tras más de diez horas de deliberación, pasadas las ocho y media de la tarde, el tribunal compuesto por una decena de jueces y juezas especializados en terrorismo, convocaron a las partes afectadas a la sala para comunicar su decisión. Mientras todo el mundo tomaba asiento, el abogado Francis Vuillemin chocaba su puño con su defendido, Mehdi Nemmouche, y cruzaba los dedos deseándole suerte a los otros dos acusados. Vuillemin es un abogado mediático conocido por haber defendido, entre otros, a Maurice Papon, condenado por haber colaborado en el secuestro y traslado de judíos al campo de Drancy, en Burdeos, desde donde fueron trasladados al centro de exterminio de Auschwitz.
El presidente del tribunal, Laurent Raviot, encargado de leer la sentencia, fue pidiendo a los acusados que se pusieran en pie para escucharla. Nemmouche asistió impertérrito a cómo volvía a ser condenado a cadena perpetua por asociación con grupo terrorista, por secuestro, tortura física y psicológicas y actos de barbarie hasta que, antes de volver a tomar asiento, esbozó una sonrisa. La condena es acorde a la que pedía el Fiscal jefe para “proteger definitivamente a la sociedad” de “un verdadero sociópata desprovisto de toda empatía”, como lo definió.
A continuación, Raviot, vestido con la toga roja que le identifica como presidente, y envuelto en los frescos que coronan la histórica sala Voltaire del bellísimo Palacio de la Justicia de París, leyó la sentencia a Benghalem, condenado a 22 años de prisión, y a Abdallah, 20 años, quienes no mostraron ninguna reacción. También fueron condenados a cadena perpetua otros dos acusados presuntamente muertos: Osama Atar por “supervisar personalmente la gestión de los rehenes” -fue también el responsable de los atentados en París el 13 de noviembre de 2015–, y Salim Benghalem, uno de los jefes de la prisión en Siria.
Quienes sí recibieron con alivio las condenas fueron los periodistas secuestrados presentes, los familiares de algunas de las víctimas mortales y el periodista sirio Radwan Safar Jalany, que fue también uno de los secuestrados y que vive en la actualidad como refugiado en Francia. Tras declarar a cara descubierta frente a sus captores, dos hombres localizaron el apartamento en el que vive –en un edificio de 108 viviendas– y le dijeron: “Vas a pagar, vas a ser castigado”. Una amenaza que el fiscal de la causa ha definido como “lo que temía todo el mundo que ha venido a declarar” y que está siendo investigada por la unidad antiterrorista francesa.
«El miedo es normal, pero si queremos avanzar en la justicia, tenemos que ser valientes. Hay que declarar, sin miedo”, declaró Jalany ante la prensa en aquellos días. Mientras otros testigos de la Policía francesa y familiares de víctimas sirias han prestado declaración por circuito televisivo, con el rostro cubierto y bajo pseudónimos.
Tras la lectura de la sentencia, Jalany declaró ante los medios que cuando Nemmouche se intenta justificar en haber combatido al régimen de Bashar Al Assad, “olvida que el 95% de las víctimas de Estado Islámico son sirias y musulmanas. Yo soy una de ellas. El Estado Islámico no fue a Siria a combatir contra Assad, sino contra todo el mundo para crear su califato”.
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“Jamás fui carcelero de los secuestrados. Ni de ellos ni de nadie. Siempre fui un soldado de primera línea contra el régimen de Bashar Al Assad” declaró el 17 de febrero Mehdi Nemmouche en el “juicio de los rehenes del Daesh”, como lo ha llamado la justicia francesa. Cinco semanas después, Mennouche, francés de 39 años, aceptó, por primera vez su pertenencia a Estado Islámico: “He sido un terrorista y no me arrepiento de uno solo de los días ni de los actos”, dijo quien había negado todos los cargos de los que había sido acusado desde que en 2014 fue detenido por asesinar a cuatro personas en el atentado que cometió en el Museo Judío de Bruselas, poco después de huir de Siria.
Así pues, este viernes 21 de marzo, Mennouche, vestido de negro y perfectamente afeitado, aprovechó el turno de palabra que tienen los acusados en el sistema judicial francés antes de que el tribunal se reúna para dictar sentencia, para reivindicar su condición de terrorista como respuesta a la historia criminal de Estados Unidos durante las últimas décadas. Ante ella, insistió “Daesh, en comparación, es un actor pequeño”, “la superioridad moral de Occidente no se sostiene en ninguna lógica”, “la democracia de Estados Unidos solo quiere siervos” y criticó “la hipocresía de los medios occidentales”. Mennouche se entregó a una diatriba en la que, durante quince minutos, repasó la guerra de Vietnam, los golpes de Estado y dictaduras que impulsó Washington en América Latina en los años 70 y 80, las invasiones de Afganistán y de Irak, entre otros eventos, y citó desde Roosevelt a Stalin, Assange y Putin. Sin embargo, no hizo ninguna referencia a los secuestrados ni al coste en vidas de civiles sirios que se cobró la violencia de Estado Islámico. Nemmouche fue condenado en 2018 a cadena perpetúa por su atentado en Bruselas, que cometió poco después de abandonar Siria y por el que fue reconocido por algunos de los periodistas franceses que acababan de ser liberados. A sabiendas de que no volverá a estar en libertad, parecía decidido a convertir este acto público en un intento por convertirse en un referente del yihadismo global, como apuntó su exrehén, el periodista francés Nicolás Hénin.
Mientras Nemmouche hacía gala de la misma verborrea que sus víctimas subrayaron en las declaraciones y que les permitió identificar su voz sin dudarlo –”hablaba todo el tiempo y hablaba demasiado”, dijeron varios testigos que, además, incidieron en su sadismo y brutalidad durante las torturas–, le escuchaban las hijas de algunos de los periodistas anglosajones decapitados por Estado Islámico durante los dos años en los que esta organización mantuvo a 25 periodistas y trabajadores humanitarios occidentales secuestrados en Siria. Entre ellos se encontraban los españoles Marc Marginedas, Ricardo García Vilanova y Javier Espinosa.
Al contrario que Nemmouche, los otros dos acusados presentes en la sala fueron concisos en sus intervenciones. El sirio Kais Al Abdallah, de 41 años, químico de profesión, leyó una nota en la que decía: “No he sido parte de ISIS, ni he estado a favor. Estoy en contra del extremismo y del terror. Y como el resto de los sirios y y mi familia hemos sufrido el terrorismo”. Abdallah ha sido identificado como el antiguo número 2 de Estado Islámico en Raqqa. Abdelmalek Tanem, de 35 años, sostuvo que escuchar los testimonios de las víctimas y de sus familiares le había hecho ser consciente de su sufrimiento, que les hacía llegar su respeto y aceptaría la condena por los fallos que había cometido.
Tras más de diez horas de deliberación, pasadas las ocho y media de la tarde, el tribunal compuesto por una decena de jueces y juezas especializados en terrorismo, convocaron a las partes afectadas a la sala para comunicar su decisión. Mientras todo el mundo tomaba asiento, el abogado Francis Vuillemin chocaba su puño con su defendido, Mehdi Nemmouche, y cruzaba los dedos deseándole suerte a los otros dos acusados. Vuillemin es un abogado mediático conocido por haber defendido, entre otros, a Maurice Papon, condenado por haber colaborado en el secuestro y traslado de judíos al campo de Drancy –en Burdeos–, desde donde fueron trasladados al centro de exterminio de Auschwitz.
El presidente de la sala, Laurent Raviot, encargado de leer la sentencia, fue pidiendo a los acusados que se pusieran en pie para escucharla. Nemmouche asistió impertérrito a cómo volvía a ser condenado a cadena perpetua por asociación con grupo terrorista, por secuestro, tortura física y psicológicas y actos de barbarie hasta que, antes de volver a tomar asiento, esbozó una sonrisa. Una condena acorde a la que pedía el Fiscal jefe para “proteger definitivamente a la sociedad” de “un verdadero sociópata desprovisto de toda empatía”, como lo definió.
A continuación, Raviot, vestido con la toga roja que le identifica como presidente, y envuelto en los frescos que coronan la histórica sala Voltaire del bellísimo Palacio de la Justicia de París, leyó la sentencia a Benghalem, condenado a 22 años de prisión, y a Abdallah, 20 años, quienes no mostraron ninguna reacción. También fueron condenados a cadena perpetua otros dos acusados presuntamente muertos: Osama Atar por “supervisar personalmente la gestión de los rehenes” -fue también el responsable de los atentados en París el 13 de noviembre de 2015–, y Salim Benghalem, uno de los jefes de la prisión en Siria.
Quienes sí recibieron con alivio las condenas fueron los periodistas secuestrados presentes, los familiares de algunas de las víctimas mortales y el periodista sirio Radwan Safar Jalany, que fue también uno de los secuestrados y que vive en la actualidad como refugiado en Francia. Tras declarar a cara descubierta frente a sus captores, dos hombres localizaron el apartamento en el que vive –en un edificio de 108 viviendas– y le dijeron: “Vas a pagar, vas a ser castigado”. Una amenaza que el fiscal de la causa ha definido como “lo que temía todo el mundo que ha venido a declarar” y que está siendo investigada por la unidad antiterrorista francesa. «El miedo es normal, pero si queremos avanzar en la justicia, tenemos que ser valientes. Hay que declarar, sin miedo”, declaró Jalany ante la prensa en aquellos días. Mientras otros testigos de la Policía francesa y familiares de víctimas sirias han prestado declaración por circuito televisivo, con el rostro cubierto y bajo pseudónimos.
Tras la lectura de la sentencia, Jalany declaró ante los medios que cuando Nemmouche se intenta justificar en haber combatido al régimen de Bashar Al Assad, “olvida que el 95% de las víctimas de Estado Islámico son sirias y musulmanas. Yo soy una de ellas. El Estado Islámico no fue a Siria a combatir contra Assad, sino contra todo el mundo para crear su califato”.
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