El crecimiento y el golfo

Lo único que queda es hacerse bolita como armadillos para aguantar las patadas, y eso, tristemente, no nos ayudará a crecer.

Feb 19, 2025 - 10:19
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El crecimiento y el golfo

El Golfo de México, nos dice la Enciclopedia Británica, así se llamaba en su primera edición, y así seguirán llamándolo ellos, aunque Donald Trump le diga como él quiera. No es la primera cosa a la que Estados Unidos nombra de manera distinta a como se le conocía en el Imperio español o en el México independiente; ahí está el Bravo, que ellos llaman Río Grande.

Pero, el transaccional Donald Trump, entre que anda negociando la paz en Ucrania con Rusia y sin Ucrania, y que quiere quedarse con toda la riqueza natural de la que pueda echar mano, nos está distrayendo de una agenda fundamental: la agenda del crecimiento.

El PIB en México siempre tiene un aura de misterio, pero para quitarle la alquimia, podemos decir que, entre el cuarto trimestre de 2018 y el cuarto trimestre de 2024, crecimos (en términos reales, a precios de 2018), un acumulado de casi 5 por ciento. Eso, en seis años, es 0.83 por ciento por año, lo cual implica que el sexenio del humanismo mexicano de la cuarta transformación fue muy malo en términos de producir más bienes y servicios.

Si Donald Trump nos pone aranceles del porcentaje que se le ocurran en su fiesta de bofetadas por doquier en los próximos años, nuestra producción en términos reales será aún menor, y eso nos invita a pensar qué hacer.

Hay esperanza: existe gente bien intencionada en los tres países de Norteamérica, como Ken Smith, exjefe de negociación comercial del T-MEC por México, y sus contrapartes Kevin Brady, de Estados Unidos, y Steve Verhaul, de Canadá, quienes anunciaron una encomiable iniciativa llamada la Coalición para el Comercio de América del Norte (CNAT), con la idea de defender al T-MEC como “la herramienta más eficaz que tenemos para luchar contra las prácticas desleales de otros países que distorsionan nuestro comercio trilateral y el crecimiento económico en América del Norte”, dijo Ken Smith.

Tiene razón Ken; el tratado es una herramienta, y se diseñó precisamente para lidiar con prácticas contrarias al comercio de gobiernos como el chino. Pero, no sabemos cómo lidiar con un problema distinto: las prácticas desleales con sus socios de un presidente americano que presume de negociador, pero en realidad es un extorsionador. El verdadero “golfo” de América es él.

Si le quita sus minerales raros a Ucrania en plena guerra; si quiere anexarse Groenlandia y Canadá; si cree que el déficit comercial de su país es un “subsidio” americano para sus socios; si piensa que Gaza es un desarrollo inmobiliario; estamos perdidos. El magnate neoyorquino, quien se parece más a un capo de la mafia que a un jefe de Estado, se siente cómodo tratando con autócratas y golpea a las naciones que siempre hemos sido aliadas.

Un buen amigo de esta columna es nieto de uno de los constructores de México en la primera mitad del siglo XX. El otro día me dijo: “Nuestros abuelos lucharon por dejarnos un mundo mejor que el que ellos vivieron, y en menos de una década Trump está dejando un mundo peor que el que heredamos”.

Su estrategia arancelaria tiene el potencial de generar una recesión global. Su visión militar tiene el potencial de desatar conflicto y muerte en una escala como no la hemos visto, al menos, desde Vietnam, si no es que desde la Segunda Guerra Mundial. Su plan de reducción del gasto público va a destruir al Estado americano, que era un importante garante de un orden global estable desde 1945. Su política de salud promete que las consecuencias de una nueva pandemia podrían ser, ahora sí, desastrosas. Su manejo de la deuda pública americana podría crear una crisis en el mercado de bonos sin precedentes en el mundo moderno.

Y aún así, no podemos enfrentarlo, aunque el compañero Taibo nos acuse de traición a la patria. México es, en semejante tablero de “Risk” geopolítico, un jugador modesto al que le imponen reglas y precios desde afuera. Lo único que queda es hacerse bolita como armadillos para aguantar las patadas, y eso, tristemente, no nos ayudará a crecer.

Dicho esto: la última vez que hubo un conflicto global de estas dimensiones, México creció. El milagro mexicano fue posible gracias a que entre 1939 y 1950 el mundo estaba ocupado en su autodestrucción, y México pudo aislarse de conflictos armados y concentrarse en procesos constructivos. Ojalá alguien en la administración pública se dé cuenta, corrija los errores al menos en electricidad y seguridad pública, sectores clave para que México vuelva a crecer.