El conservador Merz gana y la ultraderecha se dispara como segunda fuerza en un país muy dividido
El país germano ha acudido este domingo a las urnas en unas elecciones decisivas para Europa.

Alemania vuelve a virar hacia la derecha. La CDU ha ganado las elecciones de este domingo, según las últimas proyecciones, que le dan un 28,6% de los votos. Los conservadores liderados por Friedrich Merz se convierten en la fuerza más votada, con la ultraderecha de AfD confirmando las expectativas y convirtiéndose en el segundo partido del país al cosechar su mejor resultado histórico (20,4%) y con el SPD del todavía canciller Olaf Scholz en tercera posición (16,3%). Los socialdemócratas sufren una 'aparatosa' caída y quedan por delante de los Verdes (12,3%), en un castigo importante a los dos pilares clave del último Gobierno alemán. El SPD, de hecho, se ha dejado diez puntos respecto a hace cuatro años, hasta su peor resultado histórico, y los ecologistas casi dos puntos.
Más abajo queda ya la izquierda de Die Linke, aunque con un impulso en las últimas semanas que le lleva al 8,5% de las papeletas, por delante de los dos partidos que están al límite de quedarse sin representación: los liberales del FDP y la izquierda radical del BSW rozan el 5%, que es el suelo marcado para entrar en el Bundestag. La entrada de uno de ellos obligaría a una coalición a tres; el pacto CDU-SPD no sería suficiente para formar Gobierno y los Verdes tendrían que sumarse, en lo que ya se empieza a llamar 'coalición Kenia', por los colores negro, rojo y verde. Ese mapa es el resultado de una participación histórica que ha alcanzado el 84%.
Las reacciones fueron casi instantáneas por parte de los candidatos. "Hemos ganado las elecciones", salió rápido a decir un comedido Friedrich Merz que coincidió casi en el tiempo con la candidata de la AfD, Alice Weidel, quien le tendió su mano para pactar. "Estamos abiertos a negociaciones de coalición con la CDU. De lo contrario, no será posible un cambio político en Alemania", sostuvo, calificando el resultado de su partido de "éxito histórico", tras doblar su resultado de los últimos comicios. En cambio, Merz ha cerrado la puerta a cualquier contacto con la derecha radical.
"El mundo ahí fuera no nos está esperando, ni está esperando largas conversaciones y negociaciones de coalición", dijo un Merz que quiere celeridad. "Ahora debemos recuperar rápidamente nuestra capacidad de acción para poder hacer lo correcto en casa, para que volvamos a estar presentes en Europa, para que el mundo pueda ver que Alemania vuelve a ser gobernada de forma fiable", concluyó. El favorito para ser el nuevo canciller, vista la foto electoral, aspira a un Gobierno que esté formado como muy tarde en Semana Santa.
En su mensaje, al mismo tiempo, ha lanzado un mensaje en clave europea: ha pedido que la UE se deshaga de su dependencia de EEUU en materia de seguridad. Y no ha dudado en acusar a Washington de intentar intervenir en las elecciones alemanas. "No hay más que ver las últimas semanas y días lo que ha estado diciendo cierto hombre llamado Elon Musk", recordó, antes de añadir que "las intervenciones de Washington no eran menos dramáticas o menos escandalosas que lo que hemos visto venir de Moscú".
Scholz, por su parte, reconoció la victoria de la CDU y recalcó que no habrá pacto posible de los suyos con AfD. "Esta vez el resultado electoral es malo, y yo también asumo la responsabilidad", reaccionó el todavía canciller ante el disgusto de sus militantes en la sede del SPD. Y al mismo tiempo lanzó una reflexión: "El hecho de que un partido de extrema derecha como la AfD obtenga tales resultados electorales en este país nunca debe ser algo que aceptemos". Y quien también recogió ese mensaje fue el líder de los Verdes, Robert Habeck, dispuesto a sentarse a negociar con la CDU: "Con esta situación en el mundo, Alemania necesita un Gobierno capaz de actuar. Estamos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad", espetó. Mucho más serio salió el jefe de los liberales, Christian Lidner, hasta hace nada ministro de Finanzas. Considera que los suyos han "pagado un precio muy alto" en estas elecciones.
Ahora debemos recuperar rápidamente nuestra capacidad de acción para poder hacer lo correcto
Alemania ha afrontado estas elecciones en un momento de profunda crisis económica y también de seguridad, y por eso la economía y la inmigración han sido los temas claves de la campaña, al igual que la urgencia por una reconversión industrial que no llega. En este sentido, la dependencia de la energía rusa ha marcado los últimos tiempos en el 'motor' de Europa, que ya encadena su tercer año seguido en recesión. Así, la CDU ha llamado a "un cambio" mientras que la AfD lo centra todo en el cierre de fronteras y en dejar de lado "las políticas suicidas" de lucha contra el cambio climático.
Durante la campaña, Friedrich Merz lo dejó claro: para formar una nueva gran coalición con los socialdemócratas es necesario "un giro" en las políticas de migración y en las recetas económicas. Los conservadores abogan por reducir los impuestos a las empresas y a las clases medias, un mayor control de fronteras y la deportación de los inmigrantes ilegales. Merz, definido como un "europeísta y atlantista" por quienes le conocen, no cambiará demasiado las posiciones en temas como la guerra en Ucrania o la inversión en Defensa, que también considera una prioridad.
El gran triunfador de la noche, con todo, fue la ultraderecha: AfD duplica sus apoyos y dado el cordón sanitario contra ellos liderará casi con total seguridad la oposición con su mensaje antiinmigración y también cercano a la Rusia de Putin: el partido llama a acabar con la guerra en Ucrania aunque eso tenga que suponer la entrega de territorio por parte de Kiev a Moscú. Ya no abogan por la salida de la UE, pero consideran que el bloque comunitario "ya está gastando muchos recursos" no solo en Ucrania, sino también "fuera" de Europa.
El paso por las urnas para Alemania es una especie de reinicio; las elecciones anticipadas llegaron tras muchos meses de incertidumbre y el nuevo canciller tendrá que corregir no solo situaciones de los últimos tres años, sino que está llamado, como reconocen todos los partidos, a afrontar reformas que llevan décadas sin hacerse. La locomotora de la UE se ha parado, pero no hay voz que no asuma que tiene que volver a arrancar.