Desmontar el Supremacismo Humano
¿Por qué la humanidad mira para otro lado ante la mayor crisis de la historia, la climático-ecológica y eco-socio-animal, que amenaza de forma inminente el futuro vivible para la humanidad y para millones de otras especies? Jaym*/Jaime del Val propone una respuesta en su libro 'Metacuerpos. Un Contrapocalipsis', donde desmonta el Supremacismo Humano y propone en su lugar unas filosofía, estética, pragmática y política con las que recobrar la simbiosis en la biosfera. Publicamos extractos del prefacio al libro, que condensa su trilogía en inglés 'Ontohackers' El hecho más definitorio de nuestra época quizá sea el negacionismo fanático por el que la humanidad casi al completo ignora, no solo la radicalidad de la crisis climático-ecológica y de la amenaza de colapso ecosocial y extinción que esta plantea, sino de la raigambre del problema en el conjunto de modos dominantes de vida que han proliferado desde el Neolítico, basados en la explotación de la vida, los monocultivos homogéneos, el sedentarismo, la propiedad y la acumulación. Por ese negacionismo hemos pasado ya la última ventana de oportunidad para evitar escenarios climáticos catastróficos, que era la década actual, en la que se multiplica exponencialmente todo aquello que empeora la crisis. Un escenario ante el que la totalidad de los gobiernos del mundo, los de “izquierdas” incluidos, miran para otro lado, con medidas en el mejor de los casos cosméticas y en el peor, fanáticamente contrarias a todo cuanto podría aminorar la ya inevitable catástrofe climática que viene: aumento de productos alimentarios de origen animal, de combustibles fósiles, de extractivismo y sobreconsumo delirante, y de población, o sea, de todo lo que nos lleva al abismo inminente. En palabras de Antonio Guterres, secretario de Naciones Unidas, tenemos “el pie en el acelerador en la autopista al infierno climático y la extinción”. La deriva de la dominación humana está regida por un telos intrínsecamente nihilista, de negación de la vida, de extinción, pues contradice el principio vital y evolutivo de simbiosis, variación e indeterminación que expongo en el libro Metacuerpos. Un contrapocalipsis. Filosofía del Movimiento y Liberación Terrestre: Deshacer el Supremacismo Humano, en la Era de Algoritmos y Extinciones. Se trata de un triple negacionismo: de la crisis, de sus causas y del propio fracaso. Ante esta situación, tenemos, por un lado, un auge del negacionismo climático puro y duro, y del fanatismo ultraconservador. Por otro, unos colectivos ecosociales e intelectuales crític*s que miran para otro lado y proponen parches paliativos o tecno-optimistas, añadiendo más capas al problema, y sin cuestionar nunca su base. Se silencia que las medidas primordiales para responder a la crisis son, en primer lugar, la transición a dietas basadas en plantas; en segundo, el decrecimiento profundo de todos los consumos, del extractivismo, la producción, el transporte, la urbanización y la ocupación terrestre, y en tercero, la estabilización voluntaria de la población, sobre todo, en poblaciones y países ricos. Pero, lejos de un decrecimiento de lo que causa la crisis, asistimos a una aceleración radical -cuyo doble epítome podemos ver en la alianza de Trump y Musk-, de los neoconservadurismos supremacistas asociados al hombre blanco, heterosexual y colonizador, y a un transhumanismo tecno-supremacista que en realidad esconde trash-humanismo e hiperhumanismo, y una sociedad digital tóxica que solo alimenta la creciente alienación y el fanatismo en un mundo regido por algoritmos autónomos, en el que se instrumentalizan formaciones previas, como el Estado, al servicio de una desregulación que favorezca las mayores acumulaciones de capital de la historia, y se potencia una tendencia al control y la predicción, que surgió con las sociedades agrícolas. Se trata de la fase exponencial de la era que llamo Algoriceno, el devenir algorítmico de la biosfera, por el que la complejidad e indeterminación de movimientos se ha interrumpido, en aras de una anomalía de reducción geométrica tendente a monocultivos de animales humanos y no humanos, de plantas y materias -y de los que Trump y Musk representan el grotesco corolario y fracaso. La cara más preocupante del problema es que las alternativas que supuestamente plantean una resistencia y una alternativa a este supremacismo descarnado son solo un supremacismo tibio y disfrazado de falsa revolución. Esto se ve en cómo los propios movimientos ecosociales y la intelectualidad crítica reproducen presupuestos negacionistas del Supremacismo Humano, eluden una enmienda a la totalidad de las culturas de la dominación y fracasan, con ello, en el diagnóstico del problema y, por supuesto, en la elaboración de respuestas, siendo las que actualmente proliferan variaciones del mismo Supremacismo Humano sin futuro. Por el contrario, la propuesta metahumana que lanzamos aborda a la par una cr

¿Por qué la humanidad mira para otro lado ante la mayor crisis de la historia, la climático-ecológica y eco-socio-animal, que amenaza de forma inminente el futuro vivible para la humanidad y para millones de otras especies? Jaym*/Jaime del Val propone una respuesta en su libro 'Metacuerpos. Un Contrapocalipsis', donde desmonta el Supremacismo Humano y propone en su lugar unas filosofía, estética, pragmática y política con las que recobrar la simbiosis en la biosfera. Publicamos extractos del prefacio al libro, que condensa su trilogía en inglés 'Ontohackers'
El hecho más definitorio de nuestra época quizá sea el negacionismo fanático por el que la humanidad casi al completo ignora, no solo la radicalidad de la crisis climático-ecológica y de la amenaza de colapso ecosocial y extinción que esta plantea, sino de la raigambre del problema en el conjunto de modos dominantes de vida que han proliferado desde el Neolítico, basados en la explotación de la vida, los monocultivos homogéneos, el sedentarismo, la propiedad y la acumulación. Por ese negacionismo hemos pasado ya la última ventana de oportunidad para evitar escenarios climáticos catastróficos, que era la década actual, en la que se multiplica exponencialmente todo aquello que empeora la crisis. Un escenario ante el que la totalidad de los gobiernos del mundo, los de “izquierdas” incluidos, miran para otro lado, con medidas en el mejor de los casos cosméticas y en el peor, fanáticamente contrarias a todo cuanto podría aminorar la ya inevitable catástrofe climática que viene: aumento de productos alimentarios de origen animal, de combustibles fósiles, de extractivismo y sobreconsumo delirante, y de población, o sea, de todo lo que nos lleva al abismo inminente. En palabras de Antonio Guterres, secretario de Naciones Unidas, tenemos “el pie en el acelerador en la autopista al infierno climático y la extinción”.
La deriva de la dominación humana está regida por un telos intrínsecamente nihilista, de negación de la vida, de extinción, pues contradice el principio vital y evolutivo de simbiosis, variación e indeterminación que expongo en el libro Metacuerpos. Un contrapocalipsis. Filosofía del Movimiento y Liberación Terrestre: Deshacer el Supremacismo Humano, en la Era de Algoritmos y Extinciones. Se trata de un triple negacionismo: de la crisis, de sus causas y del propio fracaso.
Ante esta situación, tenemos, por un lado, un auge del negacionismo climático puro y duro, y del fanatismo ultraconservador. Por otro, unos colectivos ecosociales e intelectuales crític*s que miran para otro lado y proponen parches paliativos o tecno-optimistas, añadiendo más capas al problema, y sin cuestionar nunca su base. Se silencia que las medidas primordiales para responder a la crisis son, en primer lugar, la transición a dietas basadas en plantas; en segundo, el decrecimiento profundo de todos los consumos, del extractivismo, la producción, el transporte, la urbanización y la ocupación terrestre, y en tercero, la estabilización voluntaria de la población, sobre todo, en poblaciones y países ricos.
Pero, lejos de un decrecimiento de lo que causa la crisis, asistimos a una aceleración radical -cuyo doble epítome podemos ver en la alianza de Trump y Musk-, de los neoconservadurismos supremacistas asociados al hombre blanco, heterosexual y colonizador, y a un transhumanismo tecno-supremacista que en realidad esconde trash-humanismo e hiperhumanismo, y una sociedad digital tóxica que solo alimenta la creciente alienación y el fanatismo en un mundo regido por algoritmos autónomos, en el que se instrumentalizan formaciones previas, como el Estado, al servicio de una desregulación que favorezca las mayores acumulaciones de capital de la historia, y se potencia una tendencia al control y la predicción, que surgió con las sociedades agrícolas. Se trata de la fase exponencial de la era que llamo Algoriceno, el devenir algorítmico de la biosfera, por el que la complejidad e indeterminación de movimientos se ha interrumpido, en aras de una anomalía de reducción geométrica tendente a monocultivos de animales humanos y no humanos, de plantas y materias -y de los que Trump y Musk representan el grotesco corolario y fracaso.
La cara más preocupante del problema es que las alternativas que supuestamente plantean una resistencia y una alternativa a este supremacismo descarnado son solo un supremacismo tibio y disfrazado de falsa revolución. Esto se ve en cómo los propios movimientos ecosociales y la intelectualidad crítica reproducen presupuestos negacionistas del Supremacismo Humano, eluden una enmienda a la totalidad de las culturas de la dominación y fracasan, con ello, en el diagnóstico del problema y, por supuesto, en la elaboración de respuestas, siendo las que actualmente proliferan variaciones del mismo Supremacismo Humano sin futuro.
Por el contrario, la propuesta metahumana que lanzamos aborda a la par una crítica sin paliativos del total de las culturas de dominación y esboza horizontes de transformación más allá de ellas.
Ante lo improbable de un cambio súbito que revierta de golpe la actual psicosis, proponemos aquí que la respuesta más realista consiste en compartir prácticas minoritarias para una mutación profunda de las formas de vida dominantes, durante el colapso que viene. Dicha mutación debe implicar una restauración de cuatro principios vitales en la biosfera: el de coevolución y simbiosis de todos los elementos que constituyen los ecosistemas; el de mutación, variación y diversificación; el de indeterminación, y el de movimiento libre de animales, semillas, microbios, flujos y todo el conjunto de elementos biogeoquímicos que han dado lugar al proceso evolutivo terrestre como uno de creciente diversificación de las redes simbióticas de lo vivo.
Vinculamos esto con el hecho de que durante el 97 % de su historia el Sapiens fue una más de las 8,7 millones de especies, contribuyendo a la biodiversificación terrestre. Hablamos del extenso periodo en el que vivimos como recolector*s-cazador*s nómadas, con sociedades más igualitarias y con una calidad de vida mejor que las sociedades que han proliferado desde el auge de la agricultura a gran escala en el Neolítico, sin explotar a otras formas de vida ni la tierra, respetando el entorno. Analizaremos la manera en que el sedentarismo y la domesticación constituyen una anomalía contraevolutiva en la piel de la Tierra, que ha paralizado con monocultivos la continua mezcla de materia que subyace a la evolución terrestre. Desde una perspectiva de la Filosofía Radical del Movimiento y del Metahumanismo, expondremos la necesidad de recuperar una diversificación de movimientos, en los cuerpos humanos y en la biosfera, planteando con ello una mutación profunda del fenómeno de la dominación humana, hacia culturas metahumanas que renueven la coevolución simbiótica del total de lo viviente.
Este libro sintetiza y propone llevar más lejos un conjunto de revoluciones del último siglo y medio que desmontan por completo la narrativa dominante del Supremacismo Humano y presentan un cambio de paradigma radical, afirmando una cosmovisión relacional y dinámica frente a siglos de una metafísica del ser que ha intentado reducir el mundo a entes separados y calculables. Estas revoluciones atraviesan la filosofía, la cosmología y la física, la biología, la ecología y la etología, la sintiencia de entes no humanos, la neurociencia, la cognición encarnada y el papel del movimiento en movilizar plasticidad cerebral y bioquímica, así como en la salud, la antropología, el estudio de las sociedades de recolector*s y el estudio de las danzas corales en las sociedades humanas, la descolonialidad y la defensa de los saberes indígenas, el decrecimiento y la bioeconomía, los derechos, la justicia y la ética, las aproximaciones queer, crip/anticapacitistas y neurodiversas, post/metahumanistas, antiespecistas y animalistas, y de los cuidados, entre otros.
Las personas con privilegios en sociedades industrializadas, occidentales, ricas y democráticas, somos el elefante en la habitación: quienes más destrucción y desigualdad creamos y quienes menos queremos cuestionar nuestro modo de vida y privilegios.
La humanidad al completo parece negarse a asumir que su forma de vida dominante en los últimos diez milenios ha creado una extinción masiva y un holocausto planetario, subida como está a un pedestal de supremacismo suicida, con una percepción alterada de la realidad que hace que 8.000 millones de fanátic*s human*s tengan el pie en el acelerador a la extinción.
Hace unos 10.000 años, ciertos Sapiens dominantes iniciaron una vía hacia el suicidio colectivo al comenzar a explotar masivamente a otras formas de vida, multiplicándose de forma extrema, cubriendo el planeta de monocultivos y reducciones geométricas, generando así todas las miserias, opresiones y enfermedades, y desatando la más rápida extinción conocida, pero disfrazándolo de una narrativa supremacista por la que el desierto de lo real creado sería la cúspide de la evolución: una psicosis planetaria que nos lleva al abismo inminente. Pero la antesala de esta deriva está en dos millones de años de técnica exosomática desarrollada por ciertos simios que se hicieron carnívoros y cazadores grupales de megafauna. Mi libro expone una crítica radical de esa anomalía y plantea propuestas concretas para salir del bucle de la extinción.
El metacuerpo es un concepto para entender y recobrar nuestro entrelazamiento simbiótico con un mundo en eterna variación, reivindicando la indeterminación del movimiento frente a toda tendencia a la dominación y el control. Estas últimas son tendencias antivitales, pues reducen la variación simbiótica en aras de la homogeneización, y sus efectos devastadores se ven actualmente según se acelera una crisis ecosocial que plantea una amenaza inminente de extinción.
Hacemos metacuerpo tanto con sistemas tóxicos de escala planetaria como con los ecosistemas de la biosfera. Cada cuerpo es un ecosistema, un campo dinámico de relaciones internas, y hace metacuerpo con otros. El metacuerpo es a la vez un concepto y una praxis que permite recobrar un sentido de simbiosis y variación indeterminada, y deshacer milenios de dominación sedentaria basada en la separación, la homogeneización y el control.
En recobrar el cuerpo perdido está la llave para restaurar la salud planetaria. Se trata de recobrar la variación, plasticidad y relacionalidad en movimientos excesivamente alineados.
Esto tiene implicaciones políticas radicales y empieza por un desmontaje completo, o hackeo ontológico, de las falsas narrativas del Supremacismo Humano. Ante el infierno climático que viene, tenemos el reto, no ya de evitar el desastre, sino de mutar con él sin aferrarnos a la civilización explotadora.
Pero, de entrada, urgen medidas de shock si queremos tener algo más de tiempo ante la aceleración de la catástrofe climática. Para ello no bastan medidas reformistas ni cosméticas. Se trata, en última instancia, de deshacer el desastre del sedentarismo, recobrando modos nómadas de vida y recolección, resilvestrando la Tierra entera y a nosotr*s mismes, sin monocultivos ni apropiación terrestre, pues el sedentarismo propietario y explotador es una fuerza devastadora en la biosfera, fuente de todas las opresiones humanas y no humanas.
Esto, que algunas veréis como imposible, es quizás la única forma realista de sobrevivir al infierno climático que viene. El genocidio ha sido creado por la negativa a abordar estos problemas, aferrándonos al pedestal supremacista.
La utopía es que este delirio colectivo tenga más de unas décadas de futuro. Nada hay que sostener en la civilización explotadora sedentaria y la domesticación. La base de esta psicosis planetaria es el Supremacismo Humano, la ideología suicida y holocida de la Humanidad, cuya base es, a su vez, un empobrecimiento del movimiento y la sensibilidad.
¿Hasta cuándo seguiremos llamado “progreso” a la extinción?
El enemigo no está en otro lugar, está en lo más hondo de nosotr*s, en nuestras creencias supremacistas. ¿Podemos siquiera empezar por hablar de ello entre nosotr*s, intelectuales crític*s y activistas ecosociales?
¿Hasta cuándo van a seguir l*s intelectuales crític*s del mundo encontrando mil excusas para reafirmar, de forma más o menos encubierta, el Supremacismo Humano, para no cuestionarse su modo de vida, para censurar la discusión y evitar que surja una voz colectiva, potente y seria que ponga sobre la mesa los mayores tabúes del supremacismo, sin paliativos ni paños calientes? Sin mencionar a la turba de fanáticos conservadores de toda índole -nacionalistas, fascistas, religiosos y demás, incluidos transhumanistas-, que harán lo imposible por evitar que iniciemos un debate serio. Pero, de entrada, ¿podemos siquiera empezarlo entre nosotr*s, intelectuales crític*s? ¿Podemos siquiera empezar una discusión propositiva sobre cómo afrontar estos desafíos en vez de sobre cómo evitarlos? ¿Podemos dejar de buscar paños calientes de toda índole para evitar afrontar la enmienda a la totalidad del fenómeno humano y civilizatorio que aquí se propone?
¿Hasta cuándo seguiremos llamando a la extinción con el nombre de progreso?
Para empezar, podríamos llamar a las cosas por su nombre: podríamos empezar a llamarlo extinción en masa en lugar de progreso; campo de concentración en lugar de granja; régimen opresivo de reproducción en lugar de familia; atrofia en lugar de comodidad; esclavitud en lugar de trabajo; destrucción de la Tierra en lugar de transporte rápido; holocidio en lugar de comercio global; trash-humano en lugar de transhumano; hipervigilancia en lugar de conectividad; desierto fascista de lo real en lugar de red social; dispositivo de hipercontrol en lugar de teléfono inteligente; maquinaria pesada de vigilancia en lugar de nube digital; empobrecimiento en lugar de mejora.
Y, sobre todo, podríamos comenzar a darnos cuenta de que existen modos de vida alternativos y que necesitan ser movilizados. Lo que propongo no es ningún sacrificio, sino recobrar el goce de sentirnos como cuerpo en movimiento, el goce de la variación, la simbiosis y la mutación: una política dionisíaca de la vida (y de la muerte) como variación infinita.
La Tierra y la vida solo se regenerarán si no sobrevive la lógica supremacista y nihilista que Musk o Trump representan.
Para ello, urge una terapia ontológica: un hackeo ontológico de todos los conceptos y prácticas de vida dominantes que hemos heredado, y que este libro lleva a cabo con una Filosofía Radical del Movimiento. Un naturalismo radical, que no naif, para una transformación radical de la percepción y el movimiento, y con ellos, de lo social y el pensamiento, deshaciendo los alineamientos reductores, para una liberación terrestre.
NOTA: Durante el mes de abril se celebrarán distintas presentaciones del libro en Madrid y Valencia.