Cuando la injusticia actúa como desencadenante del dolor

"La ausencia de noticias es una buena noticia". Pero lo cierto es que, si bien coincido en gran parte con esta afirmación -a excepción de algunos matices y a pesar de ser periodista-, los valencianos y valencianas no hemos podido gozar de este teórico placer en el último año. Una retahíla de tragedias, injusticias y sucesos inesperados han azotado a la Comunidad Valenciana, con su punto de arranque justo hoy hace un año, cuando las llamas devoraron la totalidad de un edificio en el barrio de Campanar en la ciudad de Valencia, dejando 10 víctimas mortales. Tras ello, la trágica DANA, la peor del siglo. Cuatro meses después, y todavía con el corazón en un puño, recuerdo la tarde del 29 de octubre, en la misma redacción desde donde escribo esto, rezando para que no hubiera fallecidos. Lo cierto es que mi tierra, 'la terreta', lo ha tenido bien fácil para caer en el desazón y la desesperanza, pero cuando hay tanto dolor y es la injusticia la que actúa como factor desencadenante, no hay tiempo para la indiferencia. Lo llevamos demostrando meses con una sucesión de manifestaciones que exigen la dimisión de un presidente que no ha mostrado ni una gota de humanidad con las tantísimas víctimas del temporal, y que sigue dando la espalda a aquellos que le piden justicia y responsabilidad. Pero hoy, con motivo del primer aniversario del fatídico incendio de Campanar, mi reflexión cambia de foco. ¿Por qué cuatro horas fueron suficientes para que el edificio se calcinara por completo? ¿Por qué ese edificio estaba construido con esos materiales? ¿Quién lo permitió? Fueron múltiples las teorías que en un principio apuntaban a la rápida propagación del fuego, así como diferentes los materiales que iban sonando en los medios: poliuretano, lana de roca, composite…De igual manera, también había relatos que trataban de justificar la utilización de estos materiales en el edificio porque cuando empezó la construcción de este bloque estaban aún permitidas. Ahora bien, ¿deberíamos trasladar el grueso del análisis a otra parte? ¿Y si en vez de justificar el uso de determinado material, la construcción del debate fuera en pro de la prevención? ¿Acaso no podrían hacerse revisiones de forma más periódica para tratar de evitar males mayores en edificios como el de Campanar? Dicen -y así lo creo yo también- que la aceptación es clave en muchos ámbitos, pero quizá un exceso de esta tenga, en ocasiones, consecuencias no deseadas. No sirve de nada aceptar que el material del edificio de Campanar era inflamable y quedarse ahí. Hay que aceptar, sí, pero después utilizar la lección para construir. ¿Ha servido realmente este incendio para intensificar los esfuerzos en la prevención y en la elaboración de normativas más contundentes a la hora de edificar? ¿O solo va a servir para recordarlo como un protagonista más del año negro valenciano? Sea lo que sea, sí que creo y confío en gran medida en que el pueblo valenciano no es que esté hecho de otra masa, es...

Feb 22, 2025 - 11:42
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Cuando la injusticia actúa como desencadenante del dolor
"La ausencia de noticias es una buena noticia". Pero lo cierto es que, si bien coincido en gran parte con esta afirmación -a excepción de algunos matices y a pesar de ser periodista-, los valencianos y valencianas no hemos podido gozar de este teórico placer en el último año. Una retahíla de tragedias, injusticias y sucesos inesperados han azotado a la Comunidad Valenciana, con su punto de arranque justo hoy hace un año, cuando las llamas devoraron la totalidad de un edificio en el barrio de Campanar en la ciudad de Valencia, dejando 10 víctimas mortales. Tras ello, la trágica DANA, la peor del siglo. Cuatro meses después, y todavía con el corazón en un puño, recuerdo la tarde del 29 de octubre, en la misma redacción desde donde escribo esto, rezando para que no hubiera fallecidos. Lo cierto es que mi tierra, 'la terreta', lo ha tenido bien fácil para caer en el desazón y la desesperanza, pero cuando hay tanto dolor y es la injusticia la que actúa como factor desencadenante, no hay tiempo para la indiferencia. Lo llevamos demostrando meses con una sucesión de manifestaciones que exigen la dimisión de un presidente que no ha mostrado ni una gota de humanidad con las tantísimas víctimas del temporal, y que sigue dando la espalda a aquellos que le piden justicia y responsabilidad. Pero hoy, con motivo del primer aniversario del fatídico incendio de Campanar, mi reflexión cambia de foco. ¿Por qué cuatro horas fueron suficientes para que el edificio se calcinara por completo? ¿Por qué ese edificio estaba construido con esos materiales? ¿Quién lo permitió? Fueron múltiples las teorías que en un principio apuntaban a la rápida propagación del fuego, así como diferentes los materiales que iban sonando en los medios: poliuretano, lana de roca, composite…De igual manera, también había relatos que trataban de justificar la utilización de estos materiales en el edificio porque cuando empezó la construcción de este bloque estaban aún permitidas. Ahora bien, ¿deberíamos trasladar el grueso del análisis a otra parte? ¿Y si en vez de justificar el uso de determinado material, la construcción del debate fuera en pro de la prevención? ¿Acaso no podrían hacerse revisiones de forma más periódica para tratar de evitar males mayores en edificios como el de Campanar? Dicen -y así lo creo yo también- que la aceptación es clave en muchos ámbitos, pero quizá un exceso de esta tenga, en ocasiones, consecuencias no deseadas. No sirve de nada aceptar que el material del edificio de Campanar era inflamable y quedarse ahí. Hay que aceptar, sí, pero después utilizar la lección para construir. ¿Ha servido realmente este incendio para intensificar los esfuerzos en la prevención y en la elaboración de normativas más contundentes a la hora de edificar? ¿O solo va a servir para recordarlo como un protagonista más del año negro valenciano? Sea lo que sea, sí que creo y confío en gran medida en que el pueblo valenciano no es que esté hecho de otra masa, es...