Cómo aprender a escuchar las señales que emite el cuerpo
La psicóloga Elizabeth Clapés asegura que la ansiedad puede ser un indicador de otros problemas que cuesta identificar

“La ansiedad es la alarma pero no el incendio, escucha a tu cuerpo porque quizá necesita que pares”, dice Elizabeth Clapés, psicóloga, creadora de contenidos y escritora en una charla del ciclo Aprendemos Juntos 2030, la plataforma con contenidos inspiradores del BBVA, que emite sus contenidos en forma exclusiva por LA NACION.
La experta comenta que la ansiedad, en muchas ocasiones, es la forma en la que el cuerpo nos dice que algo no va bien.
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Las alarmas, explica, pueden ser un trabajo que afecta para mal, una decisión que hay que tomar y cualquier otra cosa que alerte que existe algo que nos está haciendo daño. “El cuerpo habla y si no lo escuchamos, grita. Si no le hacemos caso, gritará tan fuerte que no nos dejará hacer otra cosa”, resume Clapés, especializada en el ámbito de la sexología clínica y las relaciones de pareja.
Señala que suelen pasar muchas cosas frente a las que no se puede hacer nada, que muchas veces la vida nos deja “fuera de juego” y en esas situaciones, recomienda escuchar al cuerpo que nos indica que paremos y que pidamos incluso, ayuda profesional. Según sus palabras, hay que cuestionarse “qué nos pasa, por qué tenemos ansiedad, por qué nos sentimos mal, por qué al volver de las vacaciones empezamos a tener taquicardias y ganas de llorar”. Resalta la importancia de “respetar lo que nuestro cuerpo nos dice” y obrar en consecuencia.
La psicóloga hace hincapié en que las situaciones límite en realidad son parte de la vida y que “no vivimos con un manual de instrucciones”; que “si metemos la pata, hay que ser valientes y responsables como para no volver a repetirlo”.
Clapés comparte tips para reconocer aquello que nos aqueja y salir de ese “piloto automático”:
- Habitar el presente: prestar atención a lo que nos pasa y qué nos dice el cuerpo.
- Distinguir entre las situaciones que podemos y no podemos cambiar.
- Hacernos responsables de nuestro propio bienestar.
- Comprender que la ansiedad no es más que un mecanismo de alerta frente a las situaciones amenazantes.
- Hacer ejercicios de introspección para conectar con nuestra capacidad reflexiva.
- Ser conscientes de nuestros estados físicos y emocionales.
- Entender que los errores están para que aprendamos a ser responsables.
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La culpa y los errores
La experta indica que “tenemos que aprender de los errores y de la culpa” porque nos enseñan. Relata que hay gente que carga con la culpa de haber permitido que alguien les hiciera daño. Incluso dice que como terapeuta considera que la peor es la de haber soportado maltratos de nuestras parejas. La única forma de sobrellevar esa culpa, dice, es demostrarle a esa persona “que somos lo suficientemente valiosos como para que nos trate bien”.
Clapés comenta que una de las frases que escucha mucho de sus pacientes es: “¿Cómo pude dejar que me hicieran esto?", afectando la autoestima y el autoconcepto. Dice que el que tiene menos posibilidades de ser maltratado es quien ya lo ha vivido y aprendió a detectarlo con mayor facilidad.
Metafóricamente, dice que al nacer somos un lienzo en blanco y que lo que nos sucede es lo que vamos pintando. Hay trazos que duelen, trazos que hacen llorar, otros que provocan ira y otros que hacen felices; todo eso, finalmente, forma una obra de arte.
¿Qué podemos hacer con las emociones desagradables? Para la experta, lo más importante es no permitir que “nos secuestren”, porque “todos tenemos un monstruo adentro”, pero no tenemos que dejar que salga. Para eso, explica que es crucial armarse de herramientas para aprender a gestionar las emociones. En ese sentido, la familia puede ayudar.
“Como padres tenemos que generar un vinculo de respeto con los hijos y mostrarles que estamos como su lugar seguro”, sostiene. También desarrolla sobre la importancia de enseñarles a expresar sus propias emociones, a cuestionarse y a hacer ejercicios de introspección.
La psicóloga comenta que, sobre todo los adolescentes y los jóvenes, miran lo que otros publican de sus vidas en redes sociales y creen que nunca lo van a tener: un amigo, una casa perfecta o un novio perfecto. Frente a eso, explica que como padres, hay que transmitirles que, generalmente lo que se muestra en las redes es la “parte buena de la vida” y nadie muestra sus discusiones, problemas, errores o equivocaciones. Enseñarles que la vida es, en realidad, interactuar personalmente con otros, sobre todo con la familia, los amigos y el entorno.