Claves de la neurociencia para el desarrollo infantil

Las disfunciones cerebrales, causadas por factores genéticos o complicaciones en el parto, dificultan el desarrollo emocional y cognitivo de los niños. La ciencia es clave para evitar barreras en su desarrollo e integración social. La entrada Claves de la neurociencia para el desarrollo infantil se publicó primero en Ethic.

Mar 12, 2025 - 00:13
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Claves de la neurociencia para el desarrollo infantil

La razón se emociona y la emoción razona: se trata de un proceso de integración de los sistemas cerebrales a través de la interfaz del cuerpo calloso. Cuando los dos hemisferios cerebrales están disfuncionados, por genética o por un parto traumático (anoxia cerebral, test de Apgar de siete puntos y menos, etc.), se hace muy difícil reconducir lo emocional y lo cognitivo en una misma ecuación. Sin embargo, las ciencias avanzan y necesitamos apoyarnos en ellas para no poner palos en las ruedas de los niños con trastornos, a quienes nos debemos desde una sociedad libre, culta y comprometida con quienes más lo necesitan. Integrar es humanizar, además de que es un derecho y un deber.

¿Cómo se pueden programar, organizar, implementar y evaluar las intervenciones de integración social aplicando estrategias y técnicas específicas, promoviendo la igualdad de oportunidades, actuando en todo momento con una actitud de respeto y garantizando la creación de entornos seguros? Esto se hace más complejo si se trata de personas con distorsiones en su sistema cerebral, pues su evaluación, intervención, aprendizaje y socialización son retos difíciles de asumir por el entorno. El sistema cerebral de estos niños adolece de mecanismos que la buena teoría no nos aporta, porque muchas veces el papel aguanta todo, pero ellos, sus familias, su entorno social empobrecido, se quejan de que no se llega a ellos de manera precoz y con especialistas preparados.

La neurociencia nos da algunas interpretaciones para comprender qué sucede en los cuadros donde la agresividad, la impulsividad y la conducta desafiante son la pauta de comportamiento, y no nos dejan avanzar en la integración social-escolar del niño. Si bien es cierto que hemos ganado en la actitud de respeto hacia las personas destinatarias y garantizando la creación de entornos seguros, eso, siendo mucho, no lo es todo.

Integrar es humanizar; es un derecho y un deber

La «comorbilidad» o «morbilidad asociada» es un término clínico para describir dos o más trastornos o enfermedades presentes en la misma persona (TDAH, TND, TD, TEA…). Pueden ocurrir al mismo tiempo o uno después del otro, o bien conjugar tres de ellos sin que se pueda saber cuál es el más mórbido. La corriente alemana en neurociencia suele hablar de pródromo y otras hablan de transdiagnóstico, pero, más allá de la terminología, se trata de una realidad clínica en la que nos está costando entrar de manera efectiva y práctica. El nivel comórbido es grave, crónico-evolutivo y con puntas o brotes prepsicóticos esporádicos, cosa que nos desorienta y genera estrés, sobre todo cuando no tenemos herramientas suficientes ni personal preparado a este nivel.

La corteza frontal, el sistema límbico y el hipotálamo son tres sistemas operativos cerebrales fundamentales en la maduración, equilibrio e integración holística con los hemisferios cerebrales izquierdo y derecho, que forman el conjunto de «los cuatro sistemas operativos cerebrales básicos en las funciones ejecutivas superiores», en palabras de Mario Alonso Puig. El hipotálamo y el sistema límbico son dos estructuras fundamentales cuando hablamos de las emociones y la conducta, pero han de conectar con la corteza prefrontal. Pues, si no lo hacen, decimos que están disfuncionados los sistemas operativos cerebrales, un proceso que genera bloqueos en cualquier sistema educativo.

Dentro del sistema límbico, se observan claramente tres grandes áreas o estructuras que son claves en estos niños, con mayor significación en la etapa de la adolescencia y muy sustancialmente en los cuadros clínicos del TDAH: eternos adolescentes, emocionalmente hablando. Sin saber mucho de neurociencia, a principios del siglo XX lo llegaron a llamar disfunción cerebral mínima (DCM), pues ya intuían con la observación clínica directa que algo fallaba en las interconexiones neuronales.

La tegmental ventral (TAV), la sustancia negra (SN) y el núcleo acumbens (NA), son tres áreas fundamentales para lo que se ha llamado «cerebro emocional» y que han de tener conexión con la corteza prefrontal. Como las personas con estas características no la tienen o tardan más de la cuenta en codificarla –y no son conscientes de ello–, tienen conductas disfuncionales que nos sorprenden o nos asustan. No obstante, tras intuir que han cometido un error, estas personas piden perdón de verdad. Sin embargo, la reacción positiva dura poco y pueden casi de inmediato repetir la conducta inapropiada. Esto es lo que llamamos en neurociencia «la inmadurez de la corteza», que ralentiza la maduración personal y genera conductas de riesgo continuas.

No puede haber una integración académica, social ni familiar sin entender este proceso en el que la neurociencia aporta una gran claridad. Así, lo primero es reintegrar las conductas agresivas, negacionistas, impulsivas, de nivel crónico y severo que desajustan el autoconcepto y generan un estrés que bloquea el aprendizaje.


Emilio Garrido es catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos en el CEU.

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