El día de su funeral, el 28 de marzo de 2005 , se agotó el papel en la Catedral. La expresión, imposible más taurina, la pronunció el cardenal Amigo, que concelebró en aquella ocasión tan sentida junto al arzobispo Montero, los prelados de Huelva y Asidonia, los canónigos del cabildo catedralicio y 115 sacerdotes. Dos mil personas abarrotaban el templo para asistir a las exequias por el cura de los toreros, Leonardo Castillo , que había muerto el 25, Viernes Santo de hace ahora veinte años, dejando en la orfandad a tantos como le estaban agradecidos: «Que lo digan los inmigrantes a los que buscaba casa y trabajo; los impedidos para los que creó peregrinaciones, para que vieran mundo; los...
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