Valeria del Mar, el balneario que nació de un sueño heredado y la perseverancia de una mujer: “Fue educada de una manera distinta”
La historia de la localidad de la costa bonaerense que lleva el nombre de una visionaria decidida a cumplir el sueño de su padre

Al recorrer la costa bonaerense hay un nombre que llama la atención y despierta curiosidad: Valeria del Mar. A diferencia de otros balnearios, este lleva el nombre de una mujer: Valeria Guerrero Cardenas de Russo. Descendiente de la legendaria Felicitas Guerrero, quien en su tiempo fue la mujer más rica de la Argentina hasta su trágica muerte en 1872. Para comprender el origen de este rincón de la costa argentina, hay que remontarse a una historia familiar marcada por la herencia y los sueños no cumplidos.
“Manuel Guerrero, hermano de Felicitas, se casó con Raquel Cárdenas y tuvieron cuatro hijos. La mayor fue Valeria Guerrero y el menor, Luis, mi abuelo”, relata Cecilia Guerrero, sobrina nieta de Valeria, antes de comenzar a contar la historia de su legado.
Cecilia relata que, tras la muerte de Felicitas, como no tenía descendientes directos, sus bienes pasaron primero a sus padres y luego fueron repartidos entre sus hermanos. Así fue como Manuel Guerrero, padre de Valeria y bisabuelo de Cecilia, heredó La Raquel, La Invernada y las tierras costeras, un extenso territorio de campos y médanos que, con el tiempo, se convertiría en el escenario de una nueva historia en la costa argentina.
-Cecilia, ¿llegaste a conocer a tu tía abuela Valeria?
-Sí, para mí era como otra abuela. De chica pasé mucho con ella. Valeria murió en 1992, pero dejó una huella imborrable. Era una mujer muy especial, educada de una manera distinta, como se acostumbraba en su época. Me fascinaba escucharla, siempre tenía ideas, proyectos en mente y buscaba la manera de hacerlos realidad. Era una persona muy culta. Le hubiera encantado ser arquitecta, pero en aquellos tiempos no era bien visto para una mujer y no se lo permitieron. Fue educada por institutrices y pasó gran parte de su infancia en el campo. Hablaba varios idiomas, tocaba varios instrumentos, dominaba el piano con gran talento y cantaba maravillosamente.
-¿Cómo surgió Valeria del Mar?
-Valeria del Mar nació después de todo lo demás. Su padre había estado en la creación de Ostende, en 1909, un proyecto que no prosperó, pero la idea de construir un balneario quedó en la mente de Valeria. Ella tomó ese sueño y lo convirtió en su propio desafío. Fue por eso que primero surgió el proyecto de Pinamar y luego, en 1947, el de Valeria. El primer edificio de Valeria del Mar también lleva su nombre “Edificio Valeria” y se inauguró en 1962.
El padre de Valeria había viajado a Alemania para estudiar y quedó fascinado con los balnearios del norte de Europa. Su sueño era replicar ese modelo en Argentina, por lo que se asoció con un grupo de inversionistas belgas y fundaron Ostende. Sin embargo, el proyecto al principio no prosperó. Aun así, la idea quedó latente en Valeria, quien años más tarde decidió retomarla y hacerla realidad.
-¿Cómo lo logró?
-Vendió lo que le quedaba de campo y médanos a una sociedad que llevó adelante el desarrollo inmobiliario. Así nació Valeria del Mar. El nombre fue elegido en su honor, aunque ella no estaba del todo convencida.
-¿Por qué dudaba?
-Porque era una mujer de perfil bajo, muy humilde y le daba un poco de vergüenza que llevara su nombre. Además, sentía que en Valeria de Mar ella había estado menos involucrada, sus energías las había puesto en Pinamar. Pero su marido y amigos la convencieron, le dijeron que era lo correcto.
“Juan Pablo quiso ponerle mi nombre a este balneario cuando lo fundó. A mí, al principio, no me gustaba. No me hacía gracia. Parecía que uno quería llamar la atención. Después pensé que, como en la familia no seguiría el nombre de Valeria, era bueno dedicarlo en recuerdo de mi abuela, Mamí, a quien yo he querido tanto”, explicó la propia Valeria, en 1979, en su libro “Surge Pinamar”
-Imagino que Valeria pasaría sus veranos en Valeria del Mar.
-No. Durante el invierno, Valeria vivía en Buenos Aires, en Palermo Chico, pero en verano tenía calendario casi inalterable. Hasta el 6 de enero, estaba en La Raquel. Luego, se trasladaba al campo familiar en la zona de Pinamar. En febrero y hasta comienzos de marzo, pasaba sus días en Mar del Plata. Después de casarse, sumó un nuevo destino a su rutina: Corrientes, donde su marido tenía un campo. Era una mujer de hábitos bien marcados.
“Los médanos de papá”
Pinamar nació de una conversación entre Jorge Bunge y Valeria Guerrero. “Ella tenía grabada la idea de su padre, quería hacerla realidad y, además, poseía las tierras. Por su parte, Bunge tenía el conocimiento técnico y logístico para fijar los médanos y evitar que fracasara como Ostende”, explica Cecilia Guerrero. Confiando en su visión, Valeria cedió a Bunge unas 2.700 hectáreas de médanos de su propiedad para el desarrollo del balneario.
Así, el 14 de febrero de 1943 nació Pinamar. El historiador Paul Dougall relata esta historia en su libro La tierra blanda, una biografía de Pinamar que detalla los desafíos y la epopeya de su fundación. Y en ella, tanto Bunge como Valeria fueron protagonistas. “Se necesitaron el uno al otro para que Pinamar existiera. Ella sola no lo habría logrado. Y él, sin ella, tampoco”, explicó Dougall en una entrevista con LA NACION.
-¿Bunge y Valeria fueron pareja?
-[risas] Nunca se supo con certeza... hubo sospechas, pero la duda quedó. Lo que sí es seguro es que eran muy amigos. Cuando falleció el padre de Valeria y al poquito tiempo su hermano, Jorge fue un gran apoyo para a ella y su madre, Raquel. Las ayudó en la administración de los distintos bienes en una época muy difícil, en plena crisis del 30, cuando el país estaba en una situación económica compleja.
-Después de haber fundado Pinamar, ¿qué la impulsó a seguir y crear Valeria del Mar?
-Para entonces, ya estaba casada con Juan Pablo Russo y surgió una nueva oportunidad, un proyecto que la entusiasmó. No lo hizo para competir con Pinamar, porque siempre lo sintió como su gran obra. Sin embargo, en los aspectos legales y administrativos, las cosas no salieron como esperaba, lo que la dejó con un sabor amargo.
Por eso, con Valeria del Mar decidió hacerlo de otra manera: todo bien organizado, más formal. Aunque al principio le dolió lo ocurrido con Pinamar, con el tiempo las heridas se fueron cerrando. Eran otras épocas, y a pesar de todo, siempre estuvo orgullosa de lo que logró. También fue profundamente agradecida con Jorge Bunge, porque sabía que sin él, ese sueño no habría sido posible. Seguramente, le hubiera gustado participar más en el proceso, pero al final, entendió que su visión se había hecho realidad.
En su libro, Valeria recuerda la creación de Pinamar en “los médanos de papá” y confiesa, con una mezcla de orgullo y nostalgia, el no ser parte activa de su evolución: “Lo he deseado vehementemente. He querido que se hiciera. Por un lado lo he conseguido. Pinamar es una playa muy linda, gusta a todo el mundo. Por otro lado siento una gran pena por no seguir trabajando allí y poder ocuparme de todo como hacíamos al principio con Jorge Bunge”.
Un destino marcado por coincidencias
En 1942, Valeria se casó con Juan Pablo Russo. No tuvieron hijos, pero el destino tenía guardadas sus propias coincidencias. Años más tarde, su sobrina nieta, Cecilia, terminó casándose con el sobrino de Juan Pablo, que lleva el mismo nombre. “Se repite la dupla Guerrero-Russo”, dice Cecilia entre risas, como si la historia insistiera en seguir el mismo camino. Juntos, llevan adelante una fundación en La Raquel (Ruta 2, km 168), un lugar con un importante significado familiar. Hoy, el hijo de Juan Pablo es el presidente de la institución, creada en los años ‘70 con fines culturales y de ayuda social. “Trabajamos para recuperar y poner en valor la estancia, que era el lugar favorito de Valeria. Ella siempre decía que era su lugar en el mundo”, cuenta Cecilia con orgullo.
-¿Cómo era Valeria Guerrero en lo personal?
-Valeria era una mujer apasionada. Amaba las tradiciones familiares, desde los rituales en la mesa hasta la importancia de preservar los recuerdos. Era una gran fotógrafa y creo que su mayor legado fue capturar el paso del tiempo a través de sus imágenes. Todo su trabajo está en La Raquel, su lugar en el mundo. También le fascinaba la arquitectura, aunque no era muy práctica, por eso se apoyó en quienes podían ayudarla a materializar sus ideas. Primero fue Jorge Bunge, con Pinamar, y luego su marido, Juan Pablo, con Valeria del Mar. Tenía una personalidad fuerte, con sus caprichos, pero Juan Pablo le ponía los pies en la tierra, y así lograban concretar sus proyectos. Nos reímos con mi marido porque la dupla Guerrero-Russo sigue igual: unos cuidan las tradiciones y otros, la parte legal.
“No quisiera que pasara lo de otras estancias muy superiores a estas que después han quedado abandonas. Pienso que no les han tenido el cariño que le tengo yo a La Raquel, y eso que nacida en Buenos Aires, me siento más de Castelli. Prefiero el campo, y más este campo. Tanto que una vez caminando con una amiga, ella decía: “¡Qué linda tierra que tienes en este parque!” Yo le contesté: “Esta tierra no es mía, yo soy de esta tierra””, fueron las palabras de Valeria Guerrero, recogidas en su libro, para plasmar el profundo vínculo que sentía con La Raquel, su lugar en el mundo.
Valeria falleció a los 92 años por un problema cardíaco, pero nunca conoció un hospital. Tenía una salud de hierro. “Era una mujer muy fuerte”, recuerda Cecilia.