Una "carrera de obstáculos loca" para revitalizar un barrio vacío protegido por la UNESCO: "Las calles están muertas"
El Ajuntament d'Eivissa, gobernado por el PP, autoriza un evento de Red Bull en una zona catalogada como Patrimonio MundialFalsos gurús y ofrendas a una diosa ausente: la 'fiebre' por el culto pagano ataca el patrimonio de Ibiza Los días en los que Dalt Vila fue un barrio quedaron atrás. La ciudad amurallada apenas tiene vecinos. Hace décadas, en la Enciclopèdia d'Eivissa i Formentera, hablaban de un millar. Hoy, son muchos menos. En invierno, Isabel Delgado y Jesús García están “casi solos” en el Carrer Major. Julio Marín tiene la compañía de “siete u ocho personas más” en el Carrer Ignasi Riquer. “Y es uno de los más poblados de Dalt Vila”. El resto de casas y palacetes que se alzan sobre las calles empedradas están vacíos. En verano, residencias turísticas o segundas residencias. Cada vez más, en manos extranjeras. De las tiendas y comercios que había, no queda ni rastro. Fuera de temporada, apenas la cafetería de Can Botino, la sede del Ajuntament d'Eivissa, da servicio a quien duerme intramuros, o pasea por una ciudad milenaria que alberga la catedral y el Museu d'Art Contemporani d’Eivissa entre otros atractivos turísticos. Sólo en fechas especiales (las procesiones de Semana Santa o la feria medieval que se celebra todos los mayos) se convierte en un hormiguero. Efímero. En abril, el Ajuntament d’Eivissa quiere incorporar otra fecha a esos días en los que revive la acrópolis. Así, aceptó la propuesta de una conocida marca de bebidas energéticas para organizar una carrera de obstáculos en un entorno que forma parte del catálogo del Patrimonio Mundial de la UNESCO. No hace demasiado tiempo parecería un simple espectáculo protagonizado por youtubers, instagramers y otros propietarios de cuentas en redes sociales por millones de seguidores, pero los tiempos cambian. Aunque tiene nombre de película de James Bond (Ibiza Royale), esta clase de competición, que podría recordar más a una yincana escolar o a los retos de programas de televisión que causaron furor en los noventa (de Humor amarillo al Grand Prix) que a un deporte federado, será olímpica en Los Ángeles 2028. El Ajuntament d'Eivissa busca conseguir que el barrio histórico de la ciudad sea un atractivo turístico fuera de temporada. A los vecinos, dice el equipo de gobierno, del PP, les parece bien la idea. “Si no”, remarca Catiana Fuster, “no la hubiéramos autorizado”. “Lo único que nos piden es que no se dañe el patrimonio, que es su casa”. “Que se organicen cosas en Dalt Vila me parece muy bien y, además, es necesario. Si no, el barrio parece un cementerio. Está todo totalmente cerrado. Los eventos complican la vida de quienes residimos allí porque suprimen mucho parking, pero también pueden ayudar a que el Ayuntamiento tome conciencia de cómo está todo y arregle las cosas que hay que arreglar”, dice Julio Marín. Él, que se mudó allí, y restauró una casa, hace veinticinco años, justo cuando la zona entraba en el catálogo de la Unesco, dice que hay mañanas en las que, cuando baja al trabajo, en el centro, no se cruza con nadie casi hasta la calle de las farmacias. Quinientos metros después de haber salido de casa. “Por la noche, la sensación es parecida cuando vuelves a casa: miras hacia la muralla y ves que, detrás, hay como mucho treinta casas con las luces encendidas”. Que se organicen cosas en Dalt Vila me parece muy bien y, además, es necesario. Si no, el barrio parece un cementerio. Está todo totalmente cerrado. Los eventos complican la vida de quienes residimos allí porque suprimen mucho parking, pero también pueden ayudar a que el Ayuntamiento tome conciencia de cómo está todo y arregle las cosas que hay que arreglar Julio Marín — Vecino Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Red Bull España

El Ajuntament d'Eivissa, gobernado por el PP, autoriza un evento de Red Bull en una zona catalogada como Patrimonio Mundial
Falsos gurús y ofrendas a una diosa ausente: la 'fiebre' por el culto pagano ataca el patrimonio de Ibiza
Los días en los que Dalt Vila fue un barrio quedaron atrás. La ciudad amurallada apenas tiene vecinos. Hace décadas, en la Enciclopèdia d'Eivissa i Formentera, hablaban de un millar. Hoy, son muchos menos. En invierno, Isabel Delgado y Jesús García están “casi solos” en el Carrer Major. Julio Marín tiene la compañía de “siete u ocho personas más” en el Carrer Ignasi Riquer. “Y es uno de los más poblados de Dalt Vila”. El resto de casas y palacetes que se alzan sobre las calles empedradas están vacíos. En verano, residencias turísticas o segundas residencias. Cada vez más, en manos extranjeras.
De las tiendas y comercios que había, no queda ni rastro. Fuera de temporada, apenas la cafetería de Can Botino, la sede del Ajuntament d'Eivissa, da servicio a quien duerme intramuros, o pasea por una ciudad milenaria que alberga la catedral y el Museu d'Art Contemporani d’Eivissa entre otros atractivos turísticos. Sólo en fechas especiales (las procesiones de Semana Santa o la feria medieval que se celebra todos los mayos) se convierte en un hormiguero. Efímero. En abril, el Ajuntament d’Eivissa quiere incorporar otra fecha a esos días en los que revive la acrópolis. Así, aceptó la propuesta de una conocida marca de bebidas energéticas para organizar una carrera de obstáculos en un entorno que forma parte del catálogo del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
No hace demasiado tiempo parecería un simple espectáculo protagonizado por youtubers, instagramers y otros propietarios de cuentas en redes sociales por millones de seguidores, pero los tiempos cambian. Aunque tiene nombre de película de James Bond (Ibiza Royale), esta clase de competición, que podría recordar más a una yincana escolar o a los retos de programas de televisión que causaron furor en los noventa (de Humor amarillo al Grand Prix) que a un deporte federado, será olímpica en Los Ángeles 2028.
A los vecinos, dice el equipo de gobierno, del PP, les parece bien la idea. “Si no”, remarca Catiana Fuster, “no la hubiéramos autorizado”. “Lo único que nos piden es que no se dañe el patrimonio, que es su casa”. “Que se organicen cosas en Dalt Vila me parece muy bien y, además, es necesario. Si no, el barrio parece un cementerio. Está todo totalmente cerrado. Los eventos complican la vida de quienes residimos allí porque suprimen mucho parking, pero también pueden ayudar a que el Ayuntamiento tome conciencia de cómo está todo y arregle las cosas que hay que arreglar”, dice Julio Marín. Él, que se mudó allí, y restauró una casa, hace veinticinco años, justo cuando la zona entraba en el catálogo de la Unesco, dice que hay mañanas en las que, cuando baja al trabajo, en el centro, no se cruza con nadie casi hasta la calle de las farmacias. Quinientos metros después de haber salido de casa. “Por la noche, la sensación es parecida cuando vuelves a casa: miras hacia la muralla y ves que, detrás, hay como mucho treinta casas con las luces encendidas”.
Que se organicen cosas en Dalt Vila me parece muy bien y, además, es necesario. Si no, el barrio parece un cementerio. Está todo totalmente cerrado. Los eventos complican la vida de quienes residimos allí porque suprimen mucho parking, pero también pueden ayudar a que el Ayuntamiento tome conciencia de cómo está todo y arregle las cosas que hay que arreglar