Un hombre que tuvo una experiencia cercana a la muerte revela qué vio: "Mi mundo se volvía blanco"
A James Reynolds se le complicó una operación de vesícula y dejó de respirar tras la intervención.

Uno de los grandes desafíos de la ciencia médica es saber qué ocurre en el cerebro los instantes inmediatamente anteriores a la muerte. Nadie ha vuelto para contarlo, pero por ahora tenemos los testimonios de las personas que estuvieron a punto de fallecer.
Una de esas personas es James Reynolds, que ha escrito un artículo en el Daily Mail donde cuenta lo que le ocurrió cuando una lo que parecía una sencilla operación de extracción de vesícula se complicó.
"Antes de la cirugía había leído todo lo que pude sobre lo que me esperaba, pero todavía me adentraba en lo desconocido. El anestesista me explicó el proceso y mantuvo una conversación amable mientras me preparaba para que me extirparan la vesícula. Y luego, todo era negro. No hubo cuenta regresiva desde diez. Me colocaron una máscara y me arrojaron a la oscuridad", dice Reynolds.
"Cuando me desperté, me encontraba en una sala grande y blanca. La fila de camas de hospital que había al otro lado indicaba que probablemente estaba donde debía estar", dice este joven. Pero algo no iba bien.
Dice que notó cómo se le acercaba una enfermera que le dijo: "James, necesitas respirar. No estás respirando".
"No me había dado cuenta. Sabía que eso estaba mal y que llevaba implícita una instrucción. 'Despierta', pensé. Pero no recordaba cómo. No podía responder", dice el joven en su testimonio.
"No pude. ¿Había olvidado cómo hacerlo? No podía moverme. No podía responder. Aún quedaba la sensación residual de que me habían regañado, como a un niño, que me motivaba a intentarlo", indica el joven.
"Pensé en mi madre y mi padre, y luego en nada. Solo pude observar mientras mi mundo se volvía blanco. Mi vida no pasó ante mis ojos. No vi a Dios. Solo había blanco. 'Bueno', pensé, 'supongo que ya está", confiesa.
"No sentí ninguna incomodidad ni urgencia. El blanco de la habitación se fue haciendo cada vez más intenso, como si se aumentara la exposición de una fotografía. Mis pensamientos se aclararon", prosigue.
"Me habían colocado un respirador para suministrarme oxígeno. El frío de algún líquido extraño se esparció por la cánula hasta mis venas. Estaba volviendo. Hubo otro interludio de silencio antes de que reuniera fuerzas para mirar a mi alrededor. El monitor que estaba junto a la cama era digital, pero seguía sin tener sentido", dice James Reynolds.
"La enfermera dijo que mi presión arterial estaba bajando, pero que todavía había más por hacer", continúa con su relato. Le dieron dos dosis de fentanilo.
"De nuevo, se produjo un descenso benigno hacia la indiferencia, una calidez y luego el silencio. De nuevo, necesitaba respirar. De nuevo, había un respirador y gente a mi alrededor, y luego vida", agregó.
"La segunda vez me sentí mucho más débil y mi memoria es menos clara. Me vigilaron de cerca y el personal intercambió notas sobre lo que había sucedido", explica James en su artículo.
Por suerte, se recuperó: "Estaba a salvo. Estaba en el lugar correcto. Tal vez todo lo había soñado (...) Al final todo salió bien. Volví a mi habitación y recuerdo vagamente que el cirujano entró para decirme que la operación había ido bien", recuerda.
"La sensación de no tener el control se ha quedado conmigo. Una vez más, para mis médicos fue un día más en el consultorio. Pero para mí, lo acepto, fue inusual. 'Casi la muerte' es un término relativo y tal vez nunca sepa cuál es el verdadero riesgo", dice Reynolds.
"Sé que en esos momentos importantes, por importantes que parecieran, los que me rodeaban hicieron todo lo necesario para asegurarse de que yo estuviera bien. Trabajaron con fluidez y profesionalidad para ayudarme cuando yo no podía ayudarme a mí mismo, y por eso les estoy agradecido", concluye el joven en su artículo.