Solo dos veces al año un rayo de luz atraviesa un óculo e ilumina un capitel de una iglesia de Zamora

Expertos historiadores y curiosos visitantes admiran el momento preciso en el que naturaleza y arquitectura se dan de la manoEl Museo Pedagógico de Zamora: un recorrido a través de la historia de la educación y su papel transformador Muchas de las iglesias de nuestra geografía tienen un elemento en común. El interior de las mismas suele ser un espacio frío, sombrío, quedo. Un lugar en el que la luz exterior entra, en determinadas ocasiones, a través de las vidrieras que suelen estar construidas y colocadas en la parte más superior del edificio, casi tocando el techo. Es por ello que, cuando un rayo de luz entra e ilumina una parte concreta o un determinado elemento, se produce un efecto, cuando menos, original. De esos que llaman la atención de un curioso visitante. ¿Y si ese momento de luz se produjese solo dos veces al año? Pues precisamente es lo que ocurre en una pequeña iglesia de Zamora, concretamente en Santa Marta de Tera. Y es un momento tan conmovedor que está denominado como “el milagro de la luz equinoccial”, nombre que alude a que ese momento solo se produce durante los equinoccios de primavera y otoño. Un fenómeno olvidado ¿Y qué ocurre, exactamente, en ese momento? Pues consiste en que un sutil rayo de luz atraviesa un óculo central e ilumina un capitel particular conocido como “el alma justa”. En este capitel se representa la ascensión a los cielos de una figura que, según la interpretación más aceptada, es Santa Marta de Astorga. En cualquier caso se trata de un fenómeno original entre la luz natural y la arquitectura que, curiosamente, cayó en el olvido con el paso del tiempo hasta que en 1997 el entonces párroco de la iglesia le concedió el valor que perdura hoy. El mismo que llama la atención de expertos historiadores, pero también de turistas y fieles. De planta de cruz latina con una cabecera cuadrada, Santa Marta de Tera es una de las joyas más emblemáticas del románico zamorano. Su construcción destaca por el uso de grandes bloques de pizarra, mientras que la arenisca se utilizó especialmente para los detalles escultóricos que embellecen la iglesia. El edificio cuenta con tres portadas y fue construida a finales del siglo XI. En definitiva, toda una experiencia en la que convergen naturaleza y arquitectura para deleitar a aquellos que tienen la suerte de presenciarla de cerca.

Abr 8, 2025 - 17:14
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Solo dos veces al año un rayo de luz atraviesa un óculo e ilumina un capitel de una iglesia de Zamora

Solo dos veces al año un rayo de luz atraviesa un óculo e ilumina un capitel de una iglesia de Zamora

Expertos historiadores y curiosos visitantes admiran el momento preciso en el que naturaleza y arquitectura se dan de la mano

El Museo Pedagógico de Zamora: un recorrido a través de la historia de la educación y su papel transformador

Muchas de las iglesias de nuestra geografía tienen un elemento en común. El interior de las mismas suele ser un espacio frío, sombrío, quedo. Un lugar en el que la luz exterior entra, en determinadas ocasiones, a través de las vidrieras que suelen estar construidas y colocadas en la parte más superior del edificio, casi tocando el techo.

Es por ello que, cuando un rayo de luz entra e ilumina una parte concreta o un determinado elemento, se produce un efecto, cuando menos, original. De esos que llaman la atención de un curioso visitante.

¿Y si ese momento de luz se produjese solo dos veces al año? Pues precisamente es lo que ocurre en una pequeña iglesia de Zamora, concretamente en Santa Marta de Tera. Y es un momento tan conmovedor que está denominado como “el milagro de la luz equinoccial”, nombre que alude a que ese momento solo se produce durante los equinoccios de primavera y otoño.

Un fenómeno olvidado

¿Y qué ocurre, exactamente, en ese momento? Pues consiste en que un sutil rayo de luz atraviesa un óculo central e ilumina un capitel particular conocido como “el alma justa”. En este capitel se representa la ascensión a los cielos de una figura que, según la interpretación más aceptada, es Santa Marta de Astorga.

En cualquier caso se trata de un fenómeno original entre la luz natural y la arquitectura que, curiosamente, cayó en el olvido con el paso del tiempo hasta que en 1997 el entonces párroco de la iglesia le concedió el valor que perdura hoy. El mismo que llama la atención de expertos historiadores, pero también de turistas y fieles.

De planta de cruz latina con una cabecera cuadrada, Santa Marta de Tera es una de las joyas más emblemáticas del románico zamorano. Su construcción destaca por el uso de grandes bloques de pizarra, mientras que la arenisca se utilizó especialmente para los detalles escultóricos que embellecen la iglesia. El edificio cuenta con tres portadas y fue construida a finales del siglo XI. En definitiva, toda una experiencia en la que convergen naturaleza y arquitectura para deleitar a aquellos que tienen la suerte de presenciarla de cerca.

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