Soberbia interpretación de la Sinfónica de Baleares de la ‘Sinfonía número 11’ de Dmitri Shostakóvich

Soberbia interpretación de la Orquesta Sinfónica de Baleares (OSIB) de la Sinfonía número 11 de Dmitri Shostakóvich, en el sexto concierto de la temporada de abono y bajo la batuta de Víctor Pablo Pérez, un director en efecto providencial en este caso. Tengo escrito en numerosas ocasiones que la OSIB brilla como nunca cuando está suficientemente … Continuar leyendo "Soberbia interpretación de la Sinfónica de Baleares de la ‘Sinfonía número 11’ de Dmitri Shostakóvich"

Mar 8, 2025 - 16:53
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Soberbia interpretación de la Sinfónica de Baleares de la ‘Sinfonía número 11’ de Dmitri Shostakóvich

Soberbia interpretación de la Orquesta Sinfónica de Baleares (OSIB) de la Sinfonía número 11 de Dmitri Shostakóvich, en el sexto concierto de la temporada de abono y bajo la batuta de Víctor Pablo Pérez, un director en efecto providencial en este caso. Tengo escrito en numerosas ocasiones que la OSIB brilla como nunca cuando está suficientemente motivada y ésta era una ocasión, perfectamente leída por el conjunto de la orquesta. Hablamos de un encargo político (la celebración del 40 aniversario de la Revolución de Octubre de 1917) y eso es lo que me obliga a mezclar música y política.

La Sinfonía número 11 de Dmitri Shostakóvich fue una realidad a partir de encargarla el gobierno soviético, precisamente coincidiendo con Nikita Kruschev como presidente del Consejo de Ministros desde febrero de 1956 sucediendo a Lósif Stalin, fallecido pocos años antes. El estreno tuvo lugar el 30 de octubre de 1957, justo a los 40 años de todo aquello y no sólo eso.

Porque tampoco podemos olvidar el discurso con el que Kruschev acabaría con el culto a Stalin, el llamado discurso secreto pronunciado aquel 24 de febrero de 1956 ante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, denunciando los crímenes de su antecesor llegando a calificar de patológico el endiosamiento de Stalin (¿a quién nos recuerda, en la España de hoy en día?). Interesante recordar el subtítulo de esta sinfonía, El año 1905, porque es una alusión a lo que sucedió aquel 9 de enero, conocido como el domingo sangriento, reprimida brutalmente la protesta popular por la caballería de los cosacos ante las puertas del Palacio de Invierno. El desenlace fueron más de 2.000 muertos, entre hombres, mujeres y niños.

La sinfonía refleja tanto el sufrimiento del pueblo ruso, como su lucha por la libertad, considerándose una de sus composiciones más poderosas. Pero cada vez más voces autorizadas confirman que Shostakóvich al componer la Sinfonía número 11 tenía muy presente el llamado Otoño húngaro, que refiere el levantamiento de la población contra el gobierno estalinista de Budapest entre el 23 de octubre y el 10 de noviembre de 1956, que fue finalmente masacrado por los tanques rusos del Pacto de Varsovia con el resultado final de 2.500 civiles que perdieron la vida. Una cifra similar a la sangrienta represión de la caballería cosaca el domingo 9 de enero de 1905.

Mstislav Rostropovich, firme defensor de los derechos humanos, dijo que la Sinfonía número 11 de Dmtri Shostakóvich en realidad era algo así como un réquiem por todas las revueltas reprimidas. Probablemente estaba en ello Shostakóvich al plasmar en la partitura los sucesos de 1905 sin dejar de mirar de reojo el Otoño húngaro de 1956, por tratarse de hechos que comparten cierta similitud, a pesar de que la revuelta rusa empezó siendo de campesinos y obreros, mientras las calles de Budapest primero vieron salir a estudiantes, como también ocurriera en la Primavera de Praga del 68.

En realidad, lo que describe Shostakóvich en El año 1905 a través de unos sobrecogedores pasajes es desamparo, un ruido que causa dolor y profunda tristeza. El espectador queda hipnotizado por la permanente fuerza de cada sonido. En efecto, asistimos a un réquiem tan desolador como reflexivo que trasciende cualquier relato concreto para señalar el sufrimiento del pueblo, de todos los pueblos de la tierra. Gustó tanto al Soviet Supremo, que el año 1958 se le concedió a Shostakóvich el Premio Lenin. Lo cual no deja de ser una inmensa ironía por la cercanía de los hechos ocurridos en Hungría.

La pregunta, sin respuesta, salvo que aparezcan documentos concluyentes, sería ésta: ¿Estaba Dmtri Shostakóvich ironizando sobre la propaganda?

El poder absoluto de Kruschev le impedía ver más allá de la propaganda y en cambio sí lo hizo Rostropovich (quien por cierto pasó por el Festival de Pollença en los años 90), durante un tiempo clasificado como compositor soviético y sin embargo bien capaz de sentenciar el carácter universal del legado de esta sinfonía, porque encarna en efecto un réquiem por todas las revueltas que han sido y serán reprimidas.