Saquear el desierto chileno y volar con 1000 cactus hasta Italia: así se gestó la Operación Atacama
A primera vista, lo único que se puede ver a lo largo de miles de kilómetros en el desierto de Atacama, en Chile, son fragmentos de rocas de color con un...

Ni joyas ni dinero ni drogas, lo que hizo de la Operación Atacama una insuperable excepción fue el alijo de 1000 de algunos de los cactus más raros del mundo, valorados, eso sí, en 1,2 millones de dólares en el mercado negro, que más tarde fueron repatriados para reintroducirlos en su hábitat. Y es que, lo que para algunos puede ser una simple planta del desierto, para unos pocos es uno de los tesoros más desconocidos del mundo.
Actualmente, promovidos por influencers de plantas de interior por su aspecto extravagante y porque requieren poquísimos cuidados, los cactus están ganando seguidores y, de hecho, la pandemia no hizo más que aumentar su popularidad.
Este caso, que supuso un punto de inflexión en el -nunca mejor dicho- espinoso tema del tráfico internacional de cactus, sucedía en 2020 cuando la policía italiana, respondiendo a una denuncia, visitó la casa de Andrea Piombetti, un conocido coleccionista y vendedor de cactus en Senigallia, una ciudad de la costa adriática.
Allí, en un invernadero improvisado, los agentes descubrieron alrededor de 1000 especies chilenas protegidas de Copiapoa y Eriosyce, de tamaños muy variados e incautaron las plantas, junto con el celular y el pasaporte de Piombetti, que no era la primera vez que se veía en esa tesitura: en 2013 la policía le incautó un cargamento de 600 cactus chilenos, pero el caso no llegó a procesarse por los retrasos burocráticos, y el plazo de prescripción pasó.
Volver a casa con 844 cactus
La investigación, liderada por Cecchini, jefe de la división de vida silvestre del departamento de policía local, demostró que Piombetti había hecho en total siete viajes a Chile, el último en diciembre de 2019, para sacar de manera furtiva los cactus del desierto, que está cerca del Parque Nacional Pan de Azúcar. Más tarde envió las plantas a direcciones en Grecia y Rumania, donde las aduanas internacionales son más laxas que en Italia.
La resistencia de estos cactus hace que puedan sobrevivir a largos viajes por correo sin tierra, agua o luz, sin embargo, tras la incautación, y con el objetivo de protegerlas, Cattabriga ordenó que las plantas fueran trasladadas al Jardín Botánico Città Studi de Milán para su cuidado temporal.
"El número de cactus era muy grande, y algunos eran especies en peligro crítico de extinción, con necesidades muy especializadas que se encontraban en zonas de Chile que abarcaban solo unos pocos kilómetros cuadrados", explican en The New York Times.
Tras un largo periodo de espera burocrática, las autoridades aceptaron el traslado de las 1000 plantas a su lugar de origen, a finales de 2020, pero ni Chile ni Italia pagarían los aproximadamente 3600 dólares de gastos de envío.
Fue la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza quien aportó tres cuartas partes de los fondos. También y el jardín botánico de Milán también colaboró. El resto lo aportó Liz Vayda, propietaria de B. Willow, una tienda de plantas de Baltimore que hace donaciones regularmente a grupos ecologistas.
Finalmente, solo 844 cactus hicieron el viaje de vuelta a Chile: 84 se quedaron en Milán para su estudio y los otros 100 murieron antes de regresar a casa.