¿Qué pasa con la amistad entre hombres?
'Muchas me estáis preguntando' es un espacio de intercambio y conversación ligera entre quienes tenemos algo en común: acudir a Internet cuando estamos bajas de moral, perdidas, distraídas o con ganas de procrastinar, es decir, siempre“Quedamos solo para ponernos al día”: ¿qué hacemos con las amistades que se debilitan con los años? Hablas —creo— de la amistad entre mujeres. ¿Y entre hombres? Los hombres son más fríos, menos expresivos y se extrañarían de una llamada de teléfono después de cinco años. Creerían que es para un funeral. Anda, échanos una mano. Gracias Juanjo (77, y en forma) — lector de elDiario.es 1. Querido Juanjo, gracias por escribirme rompiendo la barrera de la edad, la mera idea de mantener correspondencia con alguien de otra generación —un hombre, además, y aparentemente sensible a la amistad— me hace cosquillas en el cerebro. Así que gracias. Seguramente nuestras vidas se parecen mucho más que lo que nos han hecho creer los departamentos de marketing encorsetándonos en rasgos generacionales, pero ese es otro tema. 2. Esta carta llega justo a tiempo, estoy en un momento de estudio sigiloso y admirativo hacia la camaradería masculina. Hace un tiempo me hubieras encontrado altiva, quizás incluso algo soberbia, defendiendo con firmeza la superioridad de la amistad entre mujeres, otorgándonos momentos íntimos de claridad y sabiduría compartida. Mientras el resto de vínculos, pensaba entonces, eran un mero discurrir, superficial, sin ganas de conocerse. Te diría que incluso con cierta melancolía de quien cree estar viviendo lo más intenso y verdadero de ese vínculo tan ensalzado y, a veces, mal llamado amistad femenina. Parece que tenga que caer purpurina del cielo con cada mención de este dichoso apego entre nosotras. En la anterior carta con Laura hablaba precisamente de cómo las ficciones han sacralizado la amistad entre mujeres, ese imaginario de chicas alborotadas en el suelo de una habitación con las piernas en alto, que trasladado a las de tu quinta sería una simpática reunión de mujeres estupendas en una terraza tomándose una horchata. Supongo que esto es lo que generaría la IA si le preguntásemos por la (lluvia de purpurina) en distintas etapas de la vida. Y por supuesto que existen esos encuentros, pero no como entidad, no como algo intrínseco por el hecho de coexistir varias mujeres en un mismo espacio y temporalidad. Aunque a veces suceda, y es algo bellísimo. ¿Has visto la película india La luz que imaginamos? Creo que te gustará. En otro momento leería esta ficción como la confirmación de que, más allá de la diferencia entre países, cultura y oportunidades, las relaciones afectivas se replican aquí y allá. Pero ahora no veo más que una mera coincidencia. 'La luz que imaginamos' no es solo una oda a la sororidad entre dos amigas que comparten piso y trabajo como enfermeras en un hospital, sino también una radiografía de la ciudad de Bombay y de quienes la habitan: la opresión de la gran ciudad y la soledad que conlleva. Todo ello, además maravillosamente poético: “Quizás creas que conoces a alguien, pero también pueden convertirse en extraños”. 3. Como te decía ando observando vuestras particularidades y relaciones de hace tiempo. Hay otra ficción maravillosa que en este caso se centra en la amistad entre hombres, una delicia, se llama The Banshees of Inisherin. Nos encontramos en un pueblo perdido de Irlanda del Norte donde dos amigos se reúnen al final del día para emborracharse juntos, hasta que uno de ellos decide poner punto y final a la amistad. La idea de dos amigos divorciándose porque uno considera al otro aburrido es cómico y trágico a partes iguales. De normal estas cosas se dejan morir sin necesidad de confron

'Muchas me estáis preguntando' es un espacio de intercambio y conversación ligera entre quienes tenemos algo en común: acudir a Internet cuando estamos bajas de moral, perdidas, distraídas o con ganas de procrastinar, es decir, siempre
“Quedamos solo para ponernos al día”: ¿qué hacemos con las amistades que se debilitan con los años?
Hablas —creo— de la amistad entre mujeres. ¿Y entre hombres? Los hombres son más fríos, menos expresivos y se extrañarían de una llamada de teléfono después de cinco años. Creerían que es para un funeral. Anda, échanos una mano. Gracias
1.
Querido Juanjo, gracias por escribirme rompiendo la barrera de la edad, la mera idea de mantener correspondencia con alguien de otra generación —un hombre, además, y aparentemente sensible a la amistad— me hace cosquillas en el cerebro. Así que gracias. Seguramente nuestras vidas se parecen mucho más que lo que nos han hecho creer los departamentos de marketing encorsetándonos en rasgos generacionales, pero ese es otro tema.
2.
Esta carta llega justo a tiempo, estoy en un momento de estudio sigiloso y admirativo hacia la camaradería masculina. Hace un tiempo me hubieras encontrado altiva, quizás incluso algo soberbia, defendiendo con firmeza la superioridad de la amistad entre mujeres, otorgándonos momentos íntimos de claridad y sabiduría compartida. Mientras el resto de vínculos, pensaba entonces, eran un mero discurrir, superficial, sin ganas de conocerse. Te diría que incluso con cierta melancolía de quien cree estar viviendo lo más intenso y verdadero de ese vínculo tan ensalzado y, a veces, mal llamado amistad femenina. Parece que tenga que caer purpurina del cielo con cada mención de este dichoso apego entre nosotras.
En la anterior carta con Laura hablaba precisamente de cómo las ficciones han sacralizado la amistad entre mujeres, ese imaginario de chicas alborotadas en el suelo de una habitación con las piernas en alto, que trasladado a las de tu quinta sería una simpática reunión de mujeres estupendas en una terraza tomándose una horchata. Supongo que esto es lo que generaría la IA si le preguntásemos por la (lluvia de purpurina) en distintas etapas de la vida. Y por supuesto que existen esos encuentros, pero no como entidad, no como algo intrínseco por el hecho de coexistir varias mujeres en un mismo espacio y temporalidad. Aunque a veces suceda, y es algo bellísimo. ¿Has visto la película india La luz que imaginamos? Creo que te gustará. En otro momento leería esta ficción como la confirmación de que, más allá de la diferencia entre países, cultura y oportunidades, las relaciones afectivas se replican aquí y allá. Pero ahora no veo más que una mera coincidencia.
3.
Como te decía ando observando vuestras particularidades y relaciones de hace tiempo. Hay otra ficción maravillosa que en este caso se centra en la amistad entre hombres, una delicia, se llama The Banshees of Inisherin. Nos encontramos en un pueblo perdido de Irlanda del Norte donde dos amigos se reúnen al final del día para emborracharse juntos, hasta que uno de ellos decide poner punto y final a la amistad. La idea de dos amigos divorciándose porque uno considera al otro aburrido es cómico y trágico a partes iguales. De normal estas cosas se dejan morir sin necesidad de confrontación ¿Es así como afrontáis la amistad los hombres? Supongo que en otro momento me lo hubiera preguntado, pero creo que con la edad cada día estoy más cerca de ser como ellos y decirle a una amiga: mira lo siento, me cansas. Cada vez me cuesta más escribir sobre los comportamientos humanos a partir de las fronteras de la identidad de género. Con cada año que pasa me sorprendo gratamente al descubrir cada vez más hombres sensibles mientras yo me arrastro penosamente por las emociones, perdiendo práctica en la comunicación y sin dejar salir aquello que lleva enquistado tiempo.
¿No estamos en realidad todos perdiendo cierta capacidad expresiva cuando se trata de hablar de *lo nuestro*?
Me reí muchísimo en su momento con este artículo de Anna Punsoda, a ver qué te parece, os llama “homes embussats”, que si me permites la traducción chapucera, vendría a ser algo así como “hombres atascados”. Viene a hablar de la miseria emocional de algunos hombres, pero más en el sentido que tú apuntabas: frialdad en la expresión e incapacidad en el lenguaje emocional. Y ahí voy, ¿no estamos en realidad todos perdiendo cierta capacidad expresiva cuando se trata de hablar de *lo nuestro*? Como persona que a día de hoy no ha conseguido ser sincera ni con ella misma, atribuyo cierta razón al escrito, pero no dejo de sentirme identificada en ese nudo interno.
4.
Por cierto, mientras escribía la carta acaba de salir el tráiler de esta película que se estrena este mes en Estados Unidos, ya es casualidad.
5.
Hubo un tiempo, cuando empezaron esto de los blogs, los podcasts y otras formas de contar lo cotidiano —los mal llamados temas superficiales—, en el que empezamos a ver que quienes hablaban en primera persona eran, sobre todo, mujeres. Así se han ido asentando, con éxito y bien merecido, podcasts conversacionales que han impuesto en la agenda mediática temas como la amistad, la maternidad, los cuerpos o la salud mental demostrando que las incertidumbres y los sentimientos también son compatibles con la vida y la conversación. Hoy, de hecho, no falta nadie en la conversación: se leen tuits sobre carga emocional en el Congreso y, si te descuidas, te intentarán vender una crema facial para calmar la ansiedad. El clásico “ni tanto, ni tan poco”.
Incluso ahora a la hora de vender libros, como este, se presentan como si los hombres hablaran por primera vez de sentimientos. Yo misma he caído en la trampa. A ellas siempre se las encasilla dentro de las memorias y la autoficción, como si cada relato de verano fuera la réplica exacta de su propia juventud. Y como si en cada historia de amor escrita hubiera que rastrear un nombre y apellidos. Mientras que lo de ellos es fruto de la imaginación desbordante. Relatos totalmente ajenos a sus vidas, problemas y entorno.
Justo escuchaba el nuevo podcast de Javier Ambrossi, un acertado club de lectura con Maria Barrier y Alana Portero. Qué maravilla la gente que habla de lo que ama con pasión, ya no queda mucho de este entusiasmo, pero lo de esta escritora hablando de literatura es un regalo. Y cuando Javier comenta que lo que más le gusta de las hermanas Brönte es que cogen lo que les pasa y lo subliman, para convertirlo en literatura, Alana aprovecha para hacer una reflexión interesante sobre la escritura basada en la experiencia propia: “Se nos achaca siempre a chicas y maricas, pero lo hace todo el mundo que crea, lo que pasa es que ellos le ponen otras metáforas, lo hacen más serio, hacen uso de la ciencia ficción. Pero las herramientas que tenemos para escribir, y que tenían las mujeres y también Charlotte Brönte, son lo que experimentas, lo que sueñas, lo que piensas, lo que lees, lo que te dicen, lo que no te dicen… es tu vida”.
6.
Deja que te confiese algo: la observación de la camaradería masculina viene de la envidia. Ese sentimiento corrosivo que es anhelar lo ajeno siempre me resulta estimulante como punto de partida para la reflexión. Como sabrás —aunque esté feo por mi parte atribuirte este conocimiento por el mero hecho de ser hombre— el fútbol estos días está muy emocionante, o como mínimo aquí donde vivo, Barcelona. Creo que el hecho de que el Barça esté ganando partidos y vuelva a tener un equipo con el que la gente está ilusionada, ha hecho que el ambiente vibre y que en los entornos que habito no se hable de otra cosa, sobre todo, por gran parte de mis amigos. Observo sus ansias, los nervios el día de partido, la preparación previa a las quedadas, los comentarios técnicos alrededor de las jugadas, las comidas y cenas que acompañan partidos y postpartidos, la idea de pertenecer a algo, el sentir que todos van a una, y todo esto, un día sí, un día también. Porque se ve que cuanto mejor les va, más juegan, oí que decían el otro día.
¿Abrazarse a un amigo y decirle que le quieres en el segundo gol de Raphinha es menos sincero que hacerlo en frío? Querer ver a tus amigos con una pelota como excusa es igual de válido que escribirle a tu amiga un mensaje con un: te necesito
Observo algo perpleja todo este nerviosismo, intentando entender qué podría encontrar en mi vida que generara una excitación similar, ¿qué podríamos convertir en colectivo? ¿El visionado de una serie? ¿Un club de lectura? Me falta el nervio. No hay nada similar, solo encuentro el vacío, me siento carente de ídolos y de momentos que compartir con mis iguales. ¿Abrazarse a un amigo y decirle que le quieres en el segundo gol de Raphinha es menos sincero que hacerlo en frío? Querer ver a tus amigos con una pelota como excusa es igual de válido que escribirle a tu amiga un mensaje con un: te necesito. No tengo dudas.
7.
Os hemos negado una intimidad y un apego que, por supuesto, están ahí. Quizás bien adentro, o como tú apuntabas, un apego algo frío, menos expansivo, o simplemente más difícil de leer a simple vista. Me encantaría conocer la historia de tus amistades a lo largo de tu vida, Juanjo. Aunque esa frialdad que mencionas no me sorprende; me imagino pasados los setenta, si alguna de las que ahora llamo amigas —esas con las que comparto vídeos de abuelas caminando de la mano y cotilleando por la calle y diciendo “¡nosotras!”— me contactara, seguro que sería para darme una mala noticia. No sé leer una llamada sin el eco de la emergencia. Incluso ahora, con mi edad, si me llama una amiga automáticamente lo asocio con un susto, una desgracia, una emergencia. Juanjo, ya casi nadie se llama, esto es así, ni hombres ni mujeres. O tal vez haya quienes sí lo hacen, pero es más una cuestión de personalidad y de cuidado, una forma de buscar cercanía. Nunca he sido de esas.
Con cada año que pasa siento más lejos a mi gente, una incapacidad constante de mantener relaciones sanas y de confianza más allá de los meros wasaps y momentos de jijijaja con poca profundidad. Se dice que la amistad se complica a medida que te haces mayor. Pero aún sabiéndolo, está siendo tan veloz y drástico que me siento una espectadora ajena al drama, lo que me inmoviliza y me hace sentir un fracaso a partes iguales.
La amistad hay que ejercitarla. Escribir sobre ella como si fuera un trabajo me hace sentir sucia, pero hay algo de cierto: implica horas, atención y consistencia. El preguntar, el saber del otro, el acordarse de problemas familiares, dramas amorosos, viajes próximos, mejoras laborales, confrontaciones con el jefe, molestias con los vecinos, dolores en la rodilla, la tristeza que la atravesó en verano, el bulto en el cuello de la cuñada que al final no fue nada, y un sinfín de teclas que si una recuerda presionar pueden reactivar una relación en cualquier momento. Tirar del hilo, volver a encauzar la conversación, y qué lo del bulto ¿ya mejor?, y tú, ¿tú cómo estás?
La amistad hay que ejercitarla. Escribir sobre ella como si fuera un trabajo me hace sentir sucia, pero hay algo de cierto: implica horas, atención y consistencia
Y como todo en esta vida, es una cuestión de prioridades. Admito que llevo tardes peleándome con esta carta. ¿Repercusión en mi vida? Poca, más allá de un extra para sumar a fin de mes y un pequeño toquecito en la vanidad cuando alguien la comparta en Twitter. El ser consciente de ello tiene cierto encanto, pero es de una cobardía mayúscula. Porque hay quienes se han impuesto sus propios límites, y saben que priorizar es entender qué es lo más importante y que, por lo tanto, estas mismas tardes que yo he estado luchando con las palabras se pueden dedicar a la conversación, al háblame de cómo están las cosas con tu jefe, al final dónde vais en verano, unas cervezas mediante, una puesta al día, un aligerar los problemas, en definitiva, un saberse necesitada y querida.
Quizás, Juanjo —y corrígeme si me equivoco—, el aprender a priorizar llega con la edad, cuando ya han pasado por delante el trabajo, la familia, las criaturas, las responsabilidades y otros menesteres. No es hasta que transcurren los años que uno se detiene, mira a los lados y se pregunta: ¿Y si no supe darles a los amigos el lugar que realmente merecían en mi vida? Coge el teléfono, y llama. Creo que incluso la broma del funeral puede funcionar.
Y si no, siempre podemos seguir escribiéndonos tú y yo. Me encontrarás aquí.
Siempre tuya,
Andrea