¿Qué futuro nos espera con Trump?

El presidente Trump se parece más al conductor de un reality que a un político tradicional. El problema no es que sepamos si las amenazas de Trump son serias o una broma infinita, sino que él tampoco lo sabe. La entrada ¿Qué futuro nos espera con Trump? se publicó primero en Ethic.

Mar 20, 2025 - 11:55
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¿Qué futuro nos espera con Trump?

¿Será Trump un tifón para el mundo o una leve brisa? En menos de dos meses, ha dicho más que ningún predecesor suyo en el cargo (incluido George Washington), pero ¿cuántas de sus terribles palabras se convertirán en medidas concretas? La interpretación positiva es que, como perro ladrador, es poco mordedor. En política doméstica, la cifra de 11 millones inmigrantes que iba a expulsar mengua semana a semana (afortunadamente). La motosierra de Musk, ahora ya en manos de Trump, se empieza atascar (también afortunadamente). No parece posible, ni deseable, para muchos en la misma administración Trump, echar a tantos trabajadores extranjeros del país y a tantos funcionarios de las agencias gubernamentales.

Pero también hay una lectura negativa y es que da igual que una amenaza se materialice o no. El daño está hecho. Aunque el abusador rectifique, la víctima de los abusos siempre recelará. Es lo que ocurre, por ejemplo, entre las cancillerías europeas, por no hablar de Ucrania. ¿Cómo nos podemos fiar de un tipo que nos ha dicho tales barbaridades? Y aquí reside el gran interrogante de sus primeros días de mandato: ¿por qué  Trump es más hostil con los socios económicos y militares de EE.UU. que con sus rivales? ¿Por qué parece más lejano del mayor enemigo de la OTAN que de sus miembros?

¿Por qué Trump es más hostil con los socios económicos y militares de EE.UU. que con sus rivales?

Trump contradice la lógica natural en democracia en dos aspectos cruciales. Primero, tras llegar al poder, ha anunciado unas políticas todavía peores de las que dijo en campaña. Casi todo político se modera en el despacho oficial. Él se radicaliza. Segundo, ha generado expectativas tan elevadas (para la gloria de EE.UU. y la paz mundial) que no puede más que frustrar a su propio electorado.

La cuestión es que no hay que comparar a Trump con los políticos, sino con los influencers. Su modus operandi responde más a los códigos de un presentador de Sálvame o Tómbola que de un político al uso. El presidente Trump se parece más al conductor de un reality, que él mismo fue, que a un político tradicional. Él no busca representar las preferencias de los ciudadanos, sino agitar sus pasiones. Es lo que lo llevó a la Casa Blanca y lo que, según él, lo llevará a la gloria, aunque sea efímera. Pero es que él solo entiende el lenguaje de lo rápido y del ahora. Él no quiere su busto esculpido en un monte imperecedero, sino su nombre en rótulos de neón. Bien brillantes.

Como animal mediático, su vara de medir todas las cosas es la popularidad y el dinero. La única voz que escucha es la de las encuestas y los mercados. Y ambas empiezan a estornudar. Hasta hace unos días, las bolsas mantenían una calma impropia dado el caos que causaba cada declaración de Trump. Pero la tregua de los mercados se ha acabado y la inestabilidad política está haciendo mella en unos agentes que se están poniendo nerviosos y empezando a vender activos. Demoscópicamente, la luna de miel con el presidente se ha acabado y, tras apenas seis semanas en el poder, ya hay más estadounidenses desaprobando que aprobando a Trump.

Cómo responda a estas presiones es la clave del futuro de Trump (y del planeta). Y, como con cualquier estrella mediática, es imprevisible. La historia moderna de las celebrities se resumen en esta simple lógica: ¿será el personaje x capaz de surfear la ola más difícil o se hundirá en el charco más superficial? Por eso seguimos las vidas de los famosos tan al detalle. Así que el problema gordo no es que sepamos si las amenazas de Trump son serias o una broma infinita, sino que él tampoco lo sabe.

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