Este año la primavera cayó en jueves a eso de las diez y cuarto de la mañana, entre la urgencia del rearme y el atasco, la borrasca y el mercadeo de inmigrantes para mantenerse en el Gobierno . Se abrió el cielo una cuarta y entró un haz de luz del sol, liviano y blanco, casi imperceptible, efímero como una raya en el agua. La claridad se abría paso por entre los nubarrones, la desesperanza y las ofertas de pistolas para arrimarse a las sienes. Bajó hasta el suelo, heroica y derrotada a la espera del siguiente chaparrón. Pero, por un momento, la ciudad entera se hizo campo y el gris de las aceras de los tribunales lo cubrían jaramagos...
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