Por qué el oro todavía es un activo estrella y cómo invertir en 2025
Los rendimientos de los bonos han dejado de ser un freno para el metal, que se mantiene en máximos históricos a causa de la demanda constante por parte de bancos centrales e inversores institucionales.

“El oro tiene el mejor caldo de cultivo sobre la mesa: guerras, tensiones geopolíticas, bajadas de tipos, deuda americana y una China que, junto con los BRICS, está empeñada en crear un nuevo orden económico mundial”, apuntan desde Fortuna SFP.
Actualmente, el miedo a los aranceles tiene a los mercados en vilo, pero para el oro, la incertidumbre es su mejor aliada. Para los inversores en metales preciosos, este escenario es un terreno fértil para seguir ganando. En lo que va de 2025, ya ha subido un 9% y en 2024 cerró con una revalorización del 27%. Si lo comparamos con el S&P 500, que este año avanza un 3%, queda claro que el oro está jugando su propio partido.
A pesar del contexto actual, donde el dólar estadounidense mantiene su fortaleza, el oro sigue subiendo. Un comportamiento que en otras épocas habría sido impensable. Pese a ello, es lógico preguntarse si, después de una subida tan pronunciada en los últimos meses, no sería prudente actuar con cautela. JP Morgan cree que todavía queda margen de recorrido y apunta a tres razones fundamentales que podrían seguir impulsando su precio.
Un dólar más débil puede disparar el oro
Hay una regla básica que dice que cuando el dólar baja, el oro sube. Y en 2025, hay muchas razones para pensar que el billete verde perderá fuerza.
Según JP Morgan, el dólar está sobrevaluado hasta en un 15% en comparación con sus niveles históricos. ¿Por qué? Porque durante los últimos años, la Reserva Federal (Fed) ha mantenido una política de tipos de interés agresiva para combatir la inflación, lo que ha fortalecido al dólar.
Pero el panorama está cambiando. Con la inflación controlada y las primeras bajadas de tipos en el horizonte, el billete verde podría empezar a perder fuerza. Si esto ocurre, la demanda de oro aumentaría de manera natural y con ello, sus precios seguirían escalando.
Los rendimientos de los bonos ya no son un freno
Hasta hace unos años, cuando los tipos de interés y las rentabilidades de los bonos subían, el oro caía. La lógica es simple. Cuando los bonos ofrecen intereses atractivos, los inversores prefieren tener bonos en vez de oro, que no genera rentabilidad.
Pero algo ha cambiado. En 2022, la Fed lanzó la mayor subida de tipos en décadas y los rendimientos reales se dispararon a niveles no vistos desde 2008. ¿Y qué pasó con el oro? En lugar de desplomarse, se mantuvo firme y terminó el año en positivo.
Según JP Morgan, la relación entre el oro y los rendimientos reales ha cambiado. Ahora, el oro no solo resiste mejor cuando los rendimientos suben, sino que reacciona de forma más agresiva cuando estos bajan. Es decir, si los tipos de interés comienzan a descender, podríamos ver un repunte aún mayor en el precio del oro.
Bancos centrales e inversores siguen comprando oro
Si hay un factor que ha sostenido el precio del oro en máximos históricos, es la demanda constante por parte de bancos centrales e inversores institucionales.
Durante los últimos tres años, los bancos centrales han comprado más de 1.000 toneladas de oro anuales. Para ponerlo en perspectiva, esta cifra es más del doble del promedio de la última década. Y según el Consejo Mundial del Oro, más del 80% de los bancos encuestados planea seguir comprando en 2025.
El motivo es claro. Muchos países buscan reducir su dependencia del dólar y el oro sigue siendo una de las mejores herramientas para diversificar reservas y protegerse contra la inflación. Se espera que los aranceles comerciales que afectan a China, México y Canadá aumenten la inflación, debilitando el poder adquisitivo y atrayendo a los inversores hacia el oro como reserva de valor.
Pero no solo los bancos centrales tienen hambre de oro. Los inversores particulares y los grandes fondos cotizados también han aumentado su exposición. Esta tendencia, que se disparó durante la pandemia, se ha mantenido con fuerza en los últimos años. Y aunque en 2023 la demanda se enfrió, cualquier brote de inestabilidad en los mercados podría volver a poner el oro en el punto de mira.
Además, hay otro factor clave que no podemos olvidar. La oferta de oro es limitada. Y cuando la demanda supera la oferta, el precio solo puede ir en una dirección.
¿Hasta dónde podría subir el precio del oro?
Goldman Sachs ya ha lanzado su previsión para este año: 3.000 dólares la onza. Con el oro cotizando alrededor de los 2.880 dólares, eso implicaría un margen de subida superior al 4%.
Sin embargo, algunos analistas creen que, si la incertidumbre geopolítica sigue escalando, el precio podría dispararse aún más. En cualquier caso, el consenso general parece apuntar a que el metal dorado seguirá siendo un refugio seguro para los inversores en un entorno de volatilidad global.
Cómo invertir en oro en 2025
El oro físico sigue siendo la alternativa más clásica. Comprar lingotes o monedas ofrece la seguridad de poseer el metal, aunque implica costes de almacenamiento y seguridad que pueden ser elevados.
Los fondos cotizados en bolsa, conocidos como ETFs de oro, permiten exponerse al metal sin necesidad de poseerlo físicamente. Productos como SPDR Gold Shares, iShares Gold Trust o VanEck Merk Gold Trust replican el precio del oro y son una opción práctica para muchos inversores.
Otra alternativa es invertir en empresas mineras. Compañías como Newmont Corp, Barrick Gold o Agnico Eagle dependen directamente del precio del oro y, en periodos de rally alcista, pueden ofrecer un mayor potencial de rentabilidad.
Por último, los fondos de inversión especializados en metales preciosos, brindan una estrategia más diversificada para quienes buscan exposición al sector.
Por supuesto, no todo el mundo está convencido del atractivo del oro. Warren Buffett, por ejemplo, ha sido un firme crítico, argumentando que se trata de un activo que no genera ingresos ni produce rendimiento, a diferencia de las acciones o los bonos.
Pero la cuestión es otra. A pesar del escepticismo, el oro ha demostrado una capacidad única para desafiar las predicciones y mantenerse en la cima. Ha superado sus máximos históricos en los últimos dos años y sigue ganando terreno en un escenario donde la incertidumbre y la inflación no han desaparecido.