OpenAI evalúa el mercado: ¿cuánto dinero es demasiado dinero?

La reciente noticia publicada por The Information y reseñada en medios como TechCrunch, GuruFocus y TechStartups acerca de los supuestos planes de OpenAI de cobrar entre los $2,000 y los 20,000 dólares mensuales por agentes de inteligencia artificial «especializados», en algunos titulares denominados «PhD-level AI agents», ha desatado una ola de preguntas inevitables: ¿es esto …

Mar 7, 2025 - 15:47
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OpenAI evalúa el mercado: ¿cuánto dinero es demasiado dinero?

IMAGE: Grok

La reciente noticia publicada por The Information y reseñada en medios como TechCrunch, GuruFocus y TechStartups acerca de los supuestos planes de OpenAI de cobrar entre los $2,000 y los 20,000 dólares mensuales por agentes de inteligencia artificial «especializados», en algunos titulares denominados «PhD-level AI agents», ha desatado una ola de preguntas inevitables: ¿es esto un precio sensato para un producto de este tipo, o se han vuelto completamente locos? ¿Cómo definir la línea entre el valor intrínseco de la innovación, la exploración de los umbrales que el mercado está dispuesto a pagar por algo, y la simple inflación desmesurada de precios?

La cuestión fundamental es preguntarnos por qué estamos pagando exactamente. OpenAI, desde el lanzamiento de Dall·E, ChatGPT y otros modelos avanzados de lenguaje, ha ido marcando la pauta en el sector de la IA con productos generalmente calificados como potentes y sujetos a una razonable diferenciación, aunque esa diferenciación tiende a diluirse en una ventana temporal que se desplaza a gran velocidad. Cuando OpenAI presentó su licencia de $200 mensuales, muchos pensaron lo mismo, que se habían vuelto locos, pero ahora, sin embargo, tiene una adopción razonable en el mercado, y la compañía afirma estar perdiendo dinero con el producto. ¿Se trata ahora de repetir el juego, pero con dos ceros más?

¿Vale la pena desembolsar 20,000 dólares mensuales por «agentes» capaces de resolver problemas de gran complejidad, de automatizar flujos de trabajo o, incluso, de dar un salto cualitativo en el análisis de grandes bases de datos? La respuesta depende, en gran medida, de la naturaleza del negocio y de la escala de beneficios que dichas soluciones puedan llegar a aportar. En empresas con altos niveles de facturación y con una necesidad imperiosa de procesar cantidades ingentes de información, tal vez la cifra pueda llegar a ser perfectamente razonable.

Sin embargo, el problema surge cuando se confunde el valor genuino de la tecnología con el mero prestigio de disponer de un producto con un precio astronómico. Se trata de un viejo truco de marketing: «si es caro, debe ser bueno». Sin embargo, en todo argumento mínimamente razonable aquí conviene rascar un poco más. De acuerdo, sabemos que el desarrollo y entrenamiento de modelos de inteligencia artificial conlleva costes significativos, sobre todo cuando hablamos de infraestructuras de computación y almacenamiento. Pero aún así, 20,000 dólares al mes no deja de ser un precio que suena, a todas luces, excesivo para la mayoría de organizaciones, especialmente para PYMEs o startups.

En un panorama donde cada vez más compañías compiten por ofrecer soluciones de inteligencia artificial, está por verse si el mercado está realmente preparado para un desembolso como ese. La tecnología avanza a un ritmo imparable y, de la misma manera que el liderazgo tecnológico de OpenAI en este momento podría posiblemente llegar a justificar un cierto sobreprecio, nada impide que en unas semanas o meses aparezcan otras alternativas más asequibles y posiblemente igual de potentes o más. Esa posibilidad se convierte en un riesgo evidente para OpenAI: un precio desorbitado puede incentivar la competencia y acelerar la aparición de modelos similares a un coste menor.

Otro factor a considerar es, lógicamente, el acceso a la inteligencia artificial. Muchos argumentan que, si OpenAI aplica tarifas tan elevadas, corre el riesgo de elitizar aún más la tecnología y limitar su adopción a quienes puedan pagarlas. La verdadera innovación debería tratar de democratizar el acceso y, en la medida de lo posible, ofrecer escalabilidad en los precios para cubrir distintas necesidades y presupuestos.

La noticia ha encendido la conversación en torno a la disyuntiva entre valor y precio. Nadie duda de la inmensa capacidad transformadora de la inteligencia artificial, ni de la ingente inversión que supone desarrollarla y mantenerla. Pero ¿hasta qué punto nos compensa invertir cantidades tan abultadas por un servicio que, posiblemente, encuentre pronto competencia?

¿Es el paso de los chatbots a los sistemas agénticos la excusa para elevar desmesuradamente los precios, alegando una potencia y un nivel de adaptación mucho más elevados? ¿Realmente pueden esos agentes hacerse cargo de tareas que justifiquen ese nivel de precios? ¿Vamos a ver una sustitución de trabajadores que afecte más a los que tienen un Ph.D., o hablamos simplemente de una forma de situar las supuestas prestaciones del producto, que en realidad no conlleva una sustitución?

¿Se trata de un movimiento estratégico destinado a filtrar a los clientes más rentables, de un simple globo sonda de exploración, o de una mera demostración de músculo financiero? Por el momento, muchas más preguntas que respuestas. La respuesta real solo la sabremos cuando el producto se presente realmente, el mercado hable y la inevitable carrera tecnológica se encargue de situar a cada uno en su sitio. Por muy brillante que pueda llegar a ser la inteligencia artificial, el valor de cualquier innovación nunca deja de estar sujeto a las inquebrantables leyes de la oferta y la demanda. O como decía Machado, a que los necios confundan valor y precio…