“No entender”, el libro póstumo con las memorias de Beatriz Sarlo
A dos meses de su muerte, Siglo XXI publica los escritos íntimos de la intelectual; “¿quién se cree que es?”, una pregunta que la persiguió desde su infancia, el amor a Buenos Aires, la ambivalencia del padre, los libros y más
“Desde el fin de la primaria, llamaban con alarmante frecuencia a mi madre, que jamás concurría y enviaba a alguna de sus hermanas. Les decían siempre lo mismo: la chica es inteligente, pero insoportable. Muchas maestras concluían su queja con una interrogación que hasta hoy se repite teniéndome como objeto: ¿quién se cree que es? En una de las pocas ocasiones en que mi madre fue a hablar con la autoridad escolar, escuchó algo que luego me repitió hasta que cumplí 17 años y me fui de casa: ‘Hay que bajarle el copete poniéndola a lavar pisos’”.
Anticipo exclusivo: las memorias de Beatriz Sarlo, en un texto íntimo
Antes que un autorretrato o una biografía episódica, No entender (Siglo XXI, $ 22.000) es el libro de memorias de una de las intelectuales más importantes de la Argentina, Beatriz Sarlo (1942-2024), que se publica de manera póstuma, a casi dos meses de su muerte el 17 de diciembre, a los 82 años. “No entender”–había dicho unos años antes– era su “experiencia constitutiva”.
Beatriz Sarlo comenzó a escribir este libro en 2017. Lo había entregado a sus editores en abril de 2024: una carpeta con todo el material de su historia más íntima. Trabajaron juntos en la edición de mayo a noviembre. Textos y fotografías de sus álbumes personales hablan de su novela familiar y los momentos iniciáticos: cuando huyó de la casa materna, cuando decidió que quería ser una intelectual sin saber qué significaba esa palabra, cuando vivió en un sótano y conoció una bohemia que muy pronto sería barrida por la vanguardia del Instituto Di Tella, cuando decidió estudiar Letras. Se detiene en la figura central y ambivalente del padre, cuya palabra era “santa”, a quien adoraba aunque lo viera acabado por el alcoholismo. Era lector de LA NACION, feroz antiperonista (la Beatriz de los cincuenta, fascinada con la figura de Evita, se divertía sin embargo acompañándolo a arrancar afiches de las paredes). “Esa actividad insensata era del orden de lo prohibido: yo percibía la inminencia del peligro y entendía que mi padre me honraba haciéndome participar (...) Nadie nos veía, por supuesto. También me gustaba que despotricara contra el gobierno en los bares, poniendo incómodos a los mozos, que lo adoraban por su característica generosidad de bebedor cuando llega el momento de la propina”.
Un siglo de Art Déco, el movimiento que Buenos Aires adoptó con pasión pionera
También le dedica un elogio a Buenos Aires, una ciudad que adoró –escribe– con la misma intensidad con que se ama a un ser humano. “Nunca pude abandonarla por más de seis meses seguidos, ni siquiera durante la dictadura militar. Si me tenían que agarrar, que fuera acá y que todo terminara”. También expresa su pasión por “el español de Buenos Aires”, que primero habló “como una chica de Belgrano y después como una intelectual arrabalera”.
El salto de las revistas culturales al mundo académico y del periodismo gráfico al televisivo; sus opiniones sobre libros y actualidad; la seguridad, rapidez y claridad para los argumentos que la caracterizaron se traslucen en la publicación. La desvelaba la literatura, pero fue la contundencia de su mirada política lo que en las últimas décadas la convirtió en una voz infaltable para el análisis de la agitada coyuntura argentina. De eso, se ocupa de aclarar en la introducción, no habla este libro.