Manuel Pacheco Ruda: "Los perros con agresividad no eligen ser así, pero merecen una oportunidad"

“A veces, el perro no es adecuado para esa persona y hay que buscar la mejor solución para ambas partes”

Feb 13, 2025 - 07:51
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Manuel Pacheco Ruda: "Los perros con agresividad no eligen ser así, pero merecen una oportunidad"

La agresividad en los perros es un tema que genera controversia y miedo, pero detrás de cada caso hay una historia que merece ser contada con empatía. Manuel Pacheco Ruda, dos veces campeón de España en la disciplina deportiva IGP (Internationale Gebrauchshunde Prüfungsordnung) y participante en otros campeonatos mundiales, es un especialista en la rehabilitación de perros con conductas consideradas en ‘zona roja’.

Desde niño, Manuel Pacheco sintió una conexión especial con los perros más complicados, aquellos que otros evitaban por miedo o desconocimiento. “Crecí rodeado de animales y siempre me atrajeron los perros con problemas de agresividad”, explica. Con el tiempo, su interés se convirtió en una vocación y en un propósito: ayudar a estos perros a recuperar la confianza y enseñar a sus cuidadores a comprenderlos desde su escuela.

Profesionalmente, se inició en el entrenamiento deportivo de perros de trabajo y a formarse en la educación y rehabilitación canina: “Especializarme en perros en la ‘zona roja’ fue casi una evolución natural”.

¿Qué es un perro en ‘zona roja’?

El término ‘zona roja’ hace referencia a perros que han desarrollado comportamientos agresivos que pueden poner en riesgo a otros animales, personas o incluso a sí mismos. “Pero detrás de esa etiqueta hay algo mucho más complejo: miedo, frustración, inseguridad o una acumulación de experiencias dolorosas”, detalla Manuel. La agresividad no es una elección, sino la consecuencia de un entorno que no ha sabido dar respuestas a las necesidades del animal.

El problema, según el experto, no radica solo en el perro, sino en la percepción social que lo rodea. “Muchos de estos perros son rechazados no solo por la sociedad, sino también por sus propios cuidadores, que se sienten incapaces de manejarlos”, señala. Sin embargo, el hecho de que un perro haya cruzado el umbral de la agresividad no significa que esté perdido. “Para mí, la ‘zona roja’ no es una sentencia definitiva; es simplemente un momento crítico donde el perro necesita ayuda urgente”.

En algunos casos, llegan con expectativas poco realistas, a veces porque desean un perro 'perfecto'

Cuando la agresión alcanza el hogar

Entre los casos más difíciles que ha afrontado Manuel Pacheco, hay un patrón que se repite: perros que han mordido gravemente a sus propios cuidadores. “Estos casos son especialmente duros porque no solo estamos lidiando con un problema de conducta, sino con un trauma emocional profundo, tanto para el perro como para el dueño”, explica. La mordedura no solo deja heridas físicas, sino que erosiona la confianza construida a lo largo de años de convivencia.

Las situaciones más delicadas, admite, son aquellas en las que hay niños involucrados, “las heridas emocionales que dejan estos incidentes pueden ser mucho más profundas y duraderas”, reflexiona. La relación entre la familia y el animal cambia de forma drástica, y su labor no se limita a la modificación de la conducta del perro, sino también a la reconstrucción del vínculo que ha quedado dañado.

“En estos casos, tengo que ser extremadamente honesto”, afirma. La rehabilitación puede ser un proceso largo y complejo, en el que se debe trabajar con el perro y también con los cuidadores, para que vuelvan a sentirse seguros y recuperen la confianza en su compañero canino. Para Pacheco, estos casos extremos no se pueden simplificar en la corrección de un comportamiento, sino de sanar una relación que, en muchos casos, pende de un hilo.

El papel del cuidador: clave en la rehabilitación

Para dedicarse a este campo educativo específico, Manuel Pacheco considera que se deben poseer profundos conocimientos técnicos de etología y también una gran fortaleza emocional. “La parte más difícil no es trabajar con el perro, sino lidiar con el dolor que acompaña cada caso”, comparte. En muchas ocasiones, los titulares llegan a su consulta sintiéndose desesperados y juzgados por su entorno: “Lo primero es hacerles entender que no están solos, que su perro no es un caso perdido”.

Los casos más complicados suelen tener un denominador común: la inseguridad. “La mayoría de los perros en ‘zona roja’ no saben cómo manejar su entorno”, nos explica. A esto se suma una acumulación de experiencias traumáticas, como ataques de otros perros, abandono o maltrato. Pero también influye el estado emocional del cuidador: “Muchos llegan emocionalmente agotados, han probado de todo y sienten que están fallando”.

El especialista en rehabilitación canina tampoco es ajeno a este desgaste y confiesa que “no puedo evitar conectar con el sufrimiento del perro y del cuidador; ver la frustración en los ojos de una familia que ha perdido la esperanza, o el miedo de un perro que ha sido malinterpretado durante tanto tiempo, es algo que no puedo pasar por alto”.

La clave para mejorar la convivencia con un perro con problemas de conducta es gestionar correctamente las expectativas. “No todos los perros podrán pasear libremente por el parque o convivir con otros animales, pero sí pueden aprender a vivir en un entorno controlado donde tanto ellos como sus guías se sientan seguros”, explica el experto. En este sentido, parte de su labor es ayudar a los cuidadores a comprender que la meta no es tener un perro ‘perfecto’, sino uno que pueda vivir de forma tranquila y feliz dentro de sus posibilidades.

La ‘zona roja’ no es una sentencia definitiva; es simplemente un momento crítico donde el perro necesita ayuda urgente

¿Todos los perros pueden rehabilitarse?

Manuel Pacheco es claro en este punto: “Nunca he conocido un perro al que no haya logrado ganarme, pero eso no significa que todos tengan la solución que buscan sus cuidadores”. La rehabilitación no siempre implica una transformación total del comportamiento del perro, sino establecer límites y estrategias que permitan una convivencia segura y equilibrada. “Lo más importante es aceptar la realidad de cada caso y trabajar con lo que tenemos”.

En algunos casos, la convivencia con el perro puede volverse insostenible. “A veces, el perro simplemente no es adecuado para esa persona, y aunque es duro de aceptar, hay que buscar la mejor solución para ambas partes”. Sin embargo, en la mayoría de los casos, con paciencia, compromiso y las herramientas adecuadas, se pueden lograr avances significativos. Aquí, la palabra clave es paciencia: “El tiempo varía según cada caso, pero siempre es un proceso gradual. Algunas mejoras pueden verse en pocas semanas, pero los cambios profundos llevan meses o incluso más tiempo”, advierte.

La importancia de la prevención

Para evitar llegar a situaciones extremas, el adiestrador canino especializado destaca la importancia de la educación y la socialización temprana. “Muchos de los problemas de agresividad no aparecen de un día para otro, sino que son el resultado de una acumulación de situaciones mal gestionadas”, explica. La falta de socialización en la etapa de cachorro, experiencias traumáticas mal resueltas o una comunicación confusa con el cuidador pueden derivar en problemas de conducta difíciles de corregir en la edad adulta.

Por ello, defiende la importancia de fortalecer el vínculo desde el principio. Su metodología, a la que llama conexión dinámica, se basa en crear una relación de respeto y entendimiento mutuo, permitiendo prevenir problemas de conducta antes de que se agraven. Sin embargo, cuando la agresividad ya está presente, Manuel Pacheco Ruda recomienda acudir a un profesional: “No se trata solo de corregir una conducta, sino de entender lo que hay detrás de esas reacciones: miedo, inseguridad o dolor”.

Aun en los casos más complicados, cree que con las herramientas adecuadas y un enfoque respetuoso, siempre se pueden conseguir avances significativos. “Cada perro es diferente, pero todos pueden tener una oportunidad para vivir en paz dentro de su entorno”.