A veces, la historia nos regala personajes capaces de lo mejor y de lo peor, de atarascar a un enemigo deslenguado o salir a desfacer entuertos y a velar por el honor de las damas en apuros. Así debía ser Quevedo, el genial escritor y poeta, lenguaraz y anárquico, que sembró de excelente literatura un Siglo que fue de Oro . Las anécdotas sobre su vida se encadenan, y algunas han acabado convirtiendo sus pendencias -reales o ficticias- en un homenaje póstumo a su genio y figura. Es lo que ocurre con la madrileña plaza de San Martín, adornada en uno de sus frentes por una placa de contenido, al menos, curioso. Se trata de un rombo metálico de fondo...
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