¿La pandemia nos cambió la vida? "Hemos pasado página, pero nos dejó cicatrices"
Cinco años después de lo peor del Covid19 los ciudadanos que uno se encuentra en un breve paseo por el centro de Madrid dicen que ellos y ellas ahora hacen...

Una tarde cualquiera, cinco años después la trágica primera ola de la covid-19 que nos arrasó, los ciudadanos que pasean por el centro de Madrid dicen que ya no mantienen ninguna de las costumbres que asumieron esos días de 2020 para frenar la crisis sanitaria. Aseguran que están haciendo "la vida normal y corriente que se hacía antes de la pandemia". Efectivamente, por las calles de la gran ciudad casi nadie lleva mascarilla, mucho menos guantes de látex. En casa, nadie lava los vegetales, se confina, ni sale a aplaudir al balcón. Tampoco se hacen tests nasales, ni cuando se ponen malos o van a salir de viaje.
Sin embargo, tras ese primer impulso de expresar que hemos vuelto de golpe a la prepandemia, si lo piensan un poco más detenidamente, esos mismos ciudadanos admiten que hay hábitos del confinamiento que sí mantienen. "Nos lavamos más a menudo las manos", dice Raimundo, que tiene que cargar muchas maletas en su taxi y todavía no ha tirado el bote de gel hidroalcohólico. "Pagamos más con la tarjeta y compramos online", añade Jesús. Mantenemos las videollamadas para el contacto familiar en la lejanía, como hacen Iria y su familia gallega. Hacemos cola fuera de las tiendas "para mantener la distancia interpersonal", apunta Boris, dueño de una frutería. Además, preferimos, siempre que sea posible, quedar en terrazas o al aire libre. Los que pueden, mantienen el teletrabajo, y todos nos hemos acostumbrado, a la fuerza, a tener que escanear los códigos QR en bares y restaurantes.
La pandemia trajo rutinas nuevas, tuvo un gran impacto en las relaciones de las personas, en las maneras de ver el mundo y en la organización de la vida social. Aunque cunda la sensación de que hemos retrocedido a la anterior normalidad, y que no hemos cambiado absolutamente nada, los sociólogos dicen todo lo contrario: la sociedad es diferente.
Olga Salido Cortés, profesora de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, coordinó en 2021, con su colega Matilde Massó, un libro excepcional en el que muchos de los mejores sociólogos del país analizaban el efecto de la pandemia en la sociedad española. Lo hicieron "para poder vislumbrar así, algo mejor, lo que nos depara el futuro", escribieron en el prólogo.
Un lustro después, si se pregunta a Salido en qué medida persisten hábitos que aquellos meses fueron cotidianos y si la pandemia, la peor crisis sanitaria en siglos, nos cambió la vida, la profesora responde: "Hemos pasado página, pero nos ha dejado cicatrices".
Salud mental
Salido pone el foco de sus reflexiones en los jóvenes que tenían entre 18 y 25 años en la fase más crítica de la pandemia, dado que los primeros estudios tras el estallido de la covid reconocían que eran quienes estaban teniendo tasas más altas de ansiedad, de tristeza y de preocupación. "Todavía estoy teniendo la percepción de que los jóvenes no están bien".
La experta afirma que les pilló "a una edad muy mala, en el sentido en que los jóvenes necesitan estar en libertad, necesitan experimentar". Sin embargo estaban vigilados, no podían salir con sus iguales, y si lo hacían "había como un sentimiento de culpa" porque se les acusaba de ser un vector de riesgo para los mayores. Salido cree que esas vivencias explican la repercusión que tuvo en su salud mental, una consecuencia conocida pero insuficientemente estudiada, se lamenta.
Otra huella importante que dejó la pandemia, con consecuencias sociales hasta ahora, es "el tránsito online". La profesora cree que la aceleración digital ha cambiado la forma de pensar y de relacionarnos y nos ha hecho una sociedad más individualista. Pone de ejemplo sus clases online de la facultad, que todavía siguen existiendo en muchas universidades. "La única pantalla con imagen era la mía, porque los estudiantes apagaban la cámara y yo me veía dando clase a un montón de ventanas negras, lo que dificultaba la interacción visual y la empatía".
A la larga, esa virtualidad crea en la sociedad "unas desconexiones brutales" y levanta "barreras en la comunicación" que ella piensa que "han hecho que la gente sea más individualista, vaya más a lo suyo, ante la falta de vínculos de camaradería y de espontaneidad".
¿Y nos hizo más conspiranoicos? La profesora Salido cree que "el miedo a lo desconocido alimenta la simplificación y reforzó esos pensamientos" y recuerda que durante la pandemia se tendía a dudar de las autoridades y a culpabilizar a otros. "Personas que parecían racionales, empezaron a tener teorías conspiranoicas, ya fuera sobre un virus inoculado, o sobre las vacunas". Ahora, la desinformación y las teorías conspirativas han pasado de los márgenes a los centros de poder. Según Salido, los movimientos populistas, incluidos algunos arraigados en conspiraciones, ya existían antes de la covid, pero la pandemia actuó de nutriente.
"Despunte del consumo de experiencias"
El confinamiento alteró la vida tal y como la conocíamos y según Matilde Masso, experta en Sociología Económica, muchos sectores sociales no han vuelto precisamente a la actividad prepandemia sino que la han superado. Ella destaca entre los nuevos comportamientos sociales el "despunte del consumo de experiencias".
"Es algo muy estudiado por la Psicología Social. Lo llaman el efecto de revancha del consumidor. Y tras una crisis como la que hemos vivido, que además nos ha obligado a estar confinados, al recuperar la normalidad, hay como una ansia por volver a consumir aspectos más relacionados con experiencias de carácter hedonista, en una búsqueda de gratificaciones". Eso se traduce, enumera, en más viajes, en aforos completos en los conciertos o en restaurantes imposibles sin reserva. "No nos queremos perder nada, es como un 'carpe diem' continuo", describe su colega, Olga Salido.
Más teletrabajo
En lo laboral, Massó destaca el teletrabajo como la herencia de la pandemia y dice que llegó para quedarse en todos esos sectores en los que se podía practicar, aunque ahora sea combinado con el trabajo presencial. "De hecho, muchas empresas han aprovechado para reformular, para ahorrar costes en oficinas, en viajes, en reuniones, que con la pandemia se vieron prescindibles".
Tanto Massó como Salido citan a compañeras sociólogas que justo ahora están analizando, precisamente, el efecto "trampa" que el teletrabajo puede tener para las mujeres, ya que habrían descubierto que no siempre es una solución deseable. "Los roles tienden a perpetuarse más cuando las mujeres teletrabajan, porque son las que al final se acaban ocupando también de las tareas domésticas y de cuidado", señalan.
El catedrático en Sociología de la Universidad de Málaga Luis Ayuso también destaca como una de las principales consecuencias de la pandemia que el teletrabajo, pese a lo que cabía pensar, no haya mejorado la conciliación, así como el confinamiento, pese a lo que se especuló, no dio lugar a un aumento de la natalidad.
Sin embargo, para Ayuso, el gran cambio social de la pandemia ha sido "la digitalización de las relaciones familiares". El catedrático malagueño indica que se daba por hecho que las personas mayores iban a entrar en la digitalización, pero en la pandemia perdieron el miedo a hacerlo y todo se aceleró. "Ahora tenemos nuevas comunidades familiares en las que ves a los abuelos en videollamada con los nietos. Pero al mismo tiempo se ha perdido el cara a cara", advierte. Además, Ayuso recuerda que en la pandemia fuimos más conscientes que nunca de que había gente que se sentía sola, pero destaca que es ahora, en la postpandemia, cuando, incluso en países como España, donde el vínculo con la familia es fuerte, se da una paradoja: "Gracias a la digitalización conocemos más gente pero nos sentimos más solos".
El uso de la mascarilla
Respecto a esos pequeños hábitos cotidianos incorporados en tiempos pandémicos, relacionados con la higiene y la distancia social, también los expertos dicen que no cayeron en saco roto. En el caso de las mascarillas, lo confirma el epidemiólogo Joan Caylà. "No se han desterrado del todo y eso se hace patente cuando hay picos de gripe estacional y la gente las recupera, por ejemplo en el metro". Ya no es solo algo puntual de turistas orientales que nos visitan y que percibíamos extraño. "La pandemia ha ayudado a mentalizarnos de que pueden ser útiles cuando haya brotes de gripe, de covid o de otras infecciones de transmisión respiratoria", destaca. Aunque a menudo nos olvidemos no solo de ponérnoslas, "sino de la importancia de no reutilizarlas excesivamente, de llevarlas bien colocadas, y de usarlas de una calidad contrastada", recuerda el experto.
A Caylá le toca recordar también que terminó la pandemia, pero no la covid. Sin embargo, y tal vez por la "fatiga pandémica", la gente no tiene al día su carné de vacunación. "Las vacunas realmente marcaron un antes y un después en la mortalidad. Mejoró mucho la supervivencia, han sido muy eficaces, pero el problema sería que con el paso del tiempo, la población se ha relajado", describe el epidemiólogo. La realidad es que las coberturas vacunales de la última temporada gripal, tanto para gripe como para la covid, que se recomendaba aplicarla simultáneamente, fueron bajas. "Hay que idear mecanismos para mentalizar a la gente de la importancia de vacunarse, por lo menos las personas que son vulnerables, que tienen factores de riesgo", recomienda, porque han pasado cinco años, pero "todavía puede ser muy grave".