La conducta predatoria en los perros, un instinto natural que puede convertirse en un problema
El impulso de caza es parte de la naturaleza canina y no puede eliminarse por completo.

El pasado enero, una joven protagonizó un momento angustioso en el parque de El Retiro de Madrid al lanzarse al lago del Palacio de Cristal para rescatar a su perra, Chloe. La obsesión de la perra por los patos la llevó a lanzarse al agua tras una de estas aves, sin medir el peligro. Este tipo de comportamiento, más común de lo que parece, se enmarca dentro de lo que los expertos en etología denominan conducta predatoria o instinto depredador en los perros.
El instinto predador es una herencia de sus ancestros lobunos. A pesar de la domesticación, muchos de los perros conservan una secuencia de comportamiento heredada de los depredadores: observar, acechar, perseguir, capturar y, en algunos casos, morder o matar. Este comportamiento no es estático ni sigue el orden aquí detallado, sino que varía según la raza y el tipo de selección funcional a la que han sido sometidos los perros durante siglos.
Por ejemplo, los perros del grupo de pastoreo como los border collies suelen presentar las primeras fases de la secuencia predatoria, mostrando especial fijación por el acecho y la persecución, mientras que los retrievers han sido seleccionados para controlar su mordida y no dañar la presa (capturar).
Diferencia entre conducta predatoria y agresión
Es importante no confundir el instinto depredador con la agresión. Mientras que un perro agresivo busca intimidar o disuadir una posible amenaza, el perro que persigue a un animal o un objeto en movimiento lo hace por una motivación instintiva y sin una intención de ataque o defensa. La actividad depredadora es una reacción automática ante un estímulo visual o sonoro, mientras que la agresión suele estar vinculada a miedo, protección de recursos o territorialidad.
¿Se puede modificar este comportamiento?
La actividad depredadora en los perros es una parte inherente de su naturaleza y no puede eliminarse por completo, pero con entrenamiento y estrategias adecuadas, es posible gestionarlo para evitar situaciones problemáticas. Una de las técnicas más efectivas es la educación para que respondan a órdenes de control, como ‘quieto’, ‘ven’ o ‘déjalo’, que permiten interrumpir el inicio de la persecución antes de que se desencadene por completo. Además, cuando un perro muestra una fuerte inclinación hacia la caza, es recomendable llevarlo siempre controlado con correa en entornos donde pueda encontrarse con animales pequeños, evitando así posibles incidentes.
Otra forma de canalizar este comportamiento es proporcionarles actividades que le permitan expresar su instinto de manera segura y controlada. Por ejemplo, deportes caninos que simulan la persecución de una presa mecánica o actividades físicas que estimulan su velocidad y capacidad de reacción, son excelentes opciones.
Por último, pero no menos importante, hay que enfatizar que el refuerzo positivo juega un papel clave en la gestión del impulso depredador. Recompensar al perro con premios o juguetes cada vez que demuestra autocontrol frente a un estímulo tentador refuerza el comportamiento deseado y contribuye a reducir la respuesta instintiva con el tiempo.
Perros con mayor predisposición genética
Si bien todos los perros pueden exhibir algún grado de conducta predatoria, existen razas (y sus cruces) que presentan una predisposición mayor debido a su propósito original. Los lebreles y perros de caza primitivos, como galgos y podencos, han sido históricamente seleccionados por su velocidad y agudeza visual para perseguir presas en campo abierto.
En el caso de los perros de pastoreo, como el border collie, el pastor australiano o el kelpie, el comportamiento predatorio se ha refinado en forma de acecho y control del movimiento del ganado, aunque en algunos individuos puede manifestarse con la persecución de objetos en movimiento, como bicicletas, niños jugando, deportistas o coches. Por otro lado, los perros que pertenecen al grupo de los terriers, como el jack russell, el fox terrier y el airedale terrier, fueron criados para la caza de pequeños animales, lo que los hace particularmente propensos a perseguir y atrapar presas. Estas diferencias en la expresión de la conducta depredadora entre razas resaltan la importancia de conocer la historia y las necesidades de cada perro para proporcionar un entorno adecuado y un manejo responsable.
¿Cómo convivir con un perro con instinto predatorio?
Si compartes tu vida con un perro con un alto impulso predatorio, es importante establecer estrategias para garantizar su bienestar y su seguridad. Una de las claves es evitar exposiciones innecesarias a estímulos que puedan excitarlo demasiado, como gatos, pájaros u otros animales pequeños. Si tu perro se muestra especialmente reactivo ante estas situaciones, es recomendable elegir rutas de paseo que minimicen estos encuentros. Por ejemplo, en lugar de pasear por parques con mucha fauna, opta por zonas más tranquilas donde el perro pueda concentrarse en ti y en su entorno sin distracciones.
Además, es fundamental ofrecer suficiente estimulación mental y física para satisfacer las necesidades naturales del perro. Un perro equilibrado es menos propenso a desarrollar comportamientos no deseados, como perseguir animales o mostrar ansiedad.
La supervisión y las medidas de seguridad son otro aspecto crucial. Nunca debes dejar que un perro con un fuerte instinto cazador ande suelto en zonas no seguras, como parques abiertos o áreas con tráfico. En estos casos, utilizar correas largas o extensibles es una buena opción para permitirle cierta libertad mientras mantienes el control. Por último, se debe trabajar la obediencia y el autocontrol para redirigir su atención y evitar comportamientos impulsivos.