Juzgando al general Custer en Les Corts

En muchos salones del antiguo Oeste colgaban dibujos que representaban la última batalla del general de caballería George Armstrong Custer : pistola en mano y completamente rodeado por indios. Para muchos de los que tomaban su whisky frente a esa imagen, aquello era un acto heroico y valeroso. Sin embargo, la realidad es que fue un ejemplo de incompetencia militar. Custer tomó la arriesgada decisión de dividir sus tropas en territorio enemigo, lanzándose al ataque sin saber que estaba en una proporción de uno contra quince. Si en el pasado los dibujos narraban gestas, hoy lo hacen los programas de televisión. Uno de ellos estuvo dedicado recientemente a ensalzar la figura de Fernando Simón , el encargado por el Gobierno de Sánchez de gestionar la pandemia de la COVID-19. En cualquier otro país, su famosa frase «no esperamos más de uno o dos casos aislados» habría supuesto un cese inmediato. Tampoco podemos olvidar su referencia a un comité de expertos que nunca existió y cómo sus decisiones parecían responder más a las necesidades políticas del momento que a criterios sanitarios. Sin embargo, permaneció en su puesto durante meses y sigue siendo idolatrado por parte de la izquierda. La habilidad de esta para moldear el relato es incuestionable. En el mismo programa también apareció Salvador Illa, el ministro de Sanidad de aquel tiempo, cuya gestión sigue generando sombras, pero que ha sido recompensado con la presidencia de la Generalitat catalana. En Valencia, la izquierda ha construido su propio relato sobre el desastre de la Dana, pero en lugar de Custer, la protagonista es la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé . Vestida con su chaleco rojo, en una mano sostiene un sándwich y con la otra un teléfono, tratando de contactar desesperadamente con el «desaparecido» presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. Sin embargo, al igual que con Custer, cuando la gente empieza a conocer más detalles, surgen dudas y preguntas sin respuesta. La esposa del general intentó salvar su honor culpando de cobardía a sus subordinados, acusándolos de haberlo abandonado en la batalla. Uno de ellos, el mayor Reno, exigió una investigación para limpiar su nombre. Al final, se descubrieron tantos errores de unos y otros que el Ejército prefirió quedarse solo con la épica. Décadas después, Raoul Walsh inmortalizó la historia en Murieron con las botas puestas, con Errol Flynn espada en mano esperando su final junto a la bandera del séptimo de caballería. Con la DANA podría ocurrir algo similar . La gestión del desastre ha estado marcada por errores en ambos lados de la política: con PP y PSOE repartiéndose acusaciones, VOX aliviado por haber abandonado las competencias de seguridad meses antes, aunque con cierto temor de que aún les salpique algo, y Compromís haciendo lo único que sabe hacer: ponerse camisetas con el Wanted. Ahora, en Les Corts, se votará si Mazón debe dimitir. Se espera un debate en el que casi todos dispararán contra el rival, al tiempo que intentarán ponerse a cubierto para evitar recibir golpes inesperados. Previsiblemente, el juicio político en un parlamento favorable terminará en absolución , pero el reto real para Mazón será otro: aprobar los presupuestos y afrontar con resignación los previsibles escraches que ya preparan diversas organizaciones de izquierda para las próximas Fallas. Mientras tanto, un juzgado de Catarroja ha abierto diligencias para aclarar quiénes fueron los responsables de las decisiones tomadas durante la crisis. Sin embargo, será difícil determinar en qué condiciones y con qué información se tomaron. Custer cargó contra un campamento repleto de indios, mientras que el mayor Reno se retiró. Curiosamente, uno de sus subordinados comentó años después: «De no habernos mandado un cobarde, estaríamos todos muertos», ya que ninguno de los soldados que acompañaban a Custer sobrevivió. Más que cobardía, lo que habría sido deseable aquel día de la DANA es algo más de precaución por parte de las autoridades . Claro que, como siempre, ser capitán a posteriori es demasiado fácil.

Feb 19, 2025 - 10:05
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Juzgando al general Custer en Les Corts
En muchos salones del antiguo Oeste colgaban dibujos que representaban la última batalla del general de caballería George Armstrong Custer : pistola en mano y completamente rodeado por indios. Para muchos de los que tomaban su whisky frente a esa imagen, aquello era un acto heroico y valeroso. Sin embargo, la realidad es que fue un ejemplo de incompetencia militar. Custer tomó la arriesgada decisión de dividir sus tropas en territorio enemigo, lanzándose al ataque sin saber que estaba en una proporción de uno contra quince. Si en el pasado los dibujos narraban gestas, hoy lo hacen los programas de televisión. Uno de ellos estuvo dedicado recientemente a ensalzar la figura de Fernando Simón , el encargado por el Gobierno de Sánchez de gestionar la pandemia de la COVID-19. En cualquier otro país, su famosa frase «no esperamos más de uno o dos casos aislados» habría supuesto un cese inmediato. Tampoco podemos olvidar su referencia a un comité de expertos que nunca existió y cómo sus decisiones parecían responder más a las necesidades políticas del momento que a criterios sanitarios. Sin embargo, permaneció en su puesto durante meses y sigue siendo idolatrado por parte de la izquierda. La habilidad de esta para moldear el relato es incuestionable. En el mismo programa también apareció Salvador Illa, el ministro de Sanidad de aquel tiempo, cuya gestión sigue generando sombras, pero que ha sido recompensado con la presidencia de la Generalitat catalana. En Valencia, la izquierda ha construido su propio relato sobre el desastre de la Dana, pero en lugar de Custer, la protagonista es la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé . Vestida con su chaleco rojo, en una mano sostiene un sándwich y con la otra un teléfono, tratando de contactar desesperadamente con el «desaparecido» presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. Sin embargo, al igual que con Custer, cuando la gente empieza a conocer más detalles, surgen dudas y preguntas sin respuesta. La esposa del general intentó salvar su honor culpando de cobardía a sus subordinados, acusándolos de haberlo abandonado en la batalla. Uno de ellos, el mayor Reno, exigió una investigación para limpiar su nombre. Al final, se descubrieron tantos errores de unos y otros que el Ejército prefirió quedarse solo con la épica. Décadas después, Raoul Walsh inmortalizó la historia en Murieron con las botas puestas, con Errol Flynn espada en mano esperando su final junto a la bandera del séptimo de caballería. Con la DANA podría ocurrir algo similar . La gestión del desastre ha estado marcada por errores en ambos lados de la política: con PP y PSOE repartiéndose acusaciones, VOX aliviado por haber abandonado las competencias de seguridad meses antes, aunque con cierto temor de que aún les salpique algo, y Compromís haciendo lo único que sabe hacer: ponerse camisetas con el Wanted. Ahora, en Les Corts, se votará si Mazón debe dimitir. Se espera un debate en el que casi todos dispararán contra el rival, al tiempo que intentarán ponerse a cubierto para evitar recibir golpes inesperados. Previsiblemente, el juicio político en un parlamento favorable terminará en absolución , pero el reto real para Mazón será otro: aprobar los presupuestos y afrontar con resignación los previsibles escraches que ya preparan diversas organizaciones de izquierda para las próximas Fallas. Mientras tanto, un juzgado de Catarroja ha abierto diligencias para aclarar quiénes fueron los responsables de las decisiones tomadas durante la crisis. Sin embargo, será difícil determinar en qué condiciones y con qué información se tomaron. Custer cargó contra un campamento repleto de indios, mientras que el mayor Reno se retiró. Curiosamente, uno de sus subordinados comentó años después: «De no habernos mandado un cobarde, estaríamos todos muertos», ya que ninguno de los soldados que acompañaban a Custer sobrevivió. Más que cobardía, lo que habría sido deseable aquel día de la DANA es algo más de precaución por parte de las autoridades . Claro que, como siempre, ser capitán a posteriori es demasiado fácil.