«Trump y Putin están prefigurados en las novelas de Kafka»

En ‘El mejor libro del mundo’, publicado el año pasado, Manuel Vilas (Barbastro, 1962) cuenta que lleva cargando con Franz Kafka toda la vida porque «Kafka sirve para todo, para cuando te va bien y para cuando te va mal». Por eso siempre tuvo claro que, si algún día tomaba la decisión de escribir una obra sobre un autor, sería sobre el responsable de La metamorfosis. Ese día ha llegado. ‘Dos tardes con Kafka‘ (Alianza) es un diccionario tan breve y original como personal y apasionado, que muestra sus cartas (y sus maneras) desde las primeras líneas: «Yo no soy […] La entrada «Trump y Putin están prefigurados en las novelas de Kafka» se publicó primero en Ethic.

Mar 25, 2025 - 13:33
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«Trump y Putin están prefigurados en las novelas de Kafka»

En ‘El mejor libro del mundo’, publicado el año pasado, Manuel Vilas (Barbastro, 1962) cuenta que lleva cargando con Franz Kafka toda la vida porque «Kafka sirve para todo, para cuando te va bien y para cuando te va mal». Por eso siempre tuvo claro que, si algún día tomaba la decisión de escribir una obra sobre un autor, sería sobre el responsable de La metamorfosis. Ese día ha llegado. ‘Dos tardes con Kafka (Alianza) es un diccionario tan breve y original como personal y apasionado, que muestra sus cartas (y sus maneras) desde las primeras líneas: «Yo no soy un lector de Kafka. Yo soy su enamorado». 


Dice que la obra de Kafka es pura droga sin apenas efectos secundarios, que leyéndolo uno se convierte en el drogadicto perfecto porque quien suministra la droga es el mejor camello del mundo. Hablamos de adicción al profeta de la pesadilla totalitaria. ¡Eso sí que es contagiar entusiasmo por un escritor!

Sin entusiasmo este negocio de la literatura no funciona. El academicismo tiende a apropiarse este tipo de escritores, pero es una apropiación insana porque no deja que la gente se apasione, y sin pasión no hay nada. Si Kafka o Proust no te tocan el corazón, da igual todo.

El libro forma parte de una nueva colección que dirige Sergio del Molino, cuya propuesta es que autores contemporáneos compartan su pasión por autores clásicos. ¿En qué casos un escritor le guió de forma entusiasta hacia algún clásico?

En muchos. Mencionaré uno: Don Quijote de la Mancha. Mi idea de esta novela estaba excesivamente trufada de universidad, de filología… hasta que leí el libro que Vladímir Nabokov dedicó a la novela de Cervantes. Resultó revulsivo. Los clásicos no son de los especialistas, son de la gente y hay que dárselos a la gente. Los escritores actuales pueden contribuir a que la sociedad vuelva a leer a sus clásicos y entienda la actualidad que tienen.

«Los clásicos no son de los especialistas, son de la gente»

Incluye una advertencia: está muy equivocado quien crea que conoce a Kafka por haber leído ese cuento largo que es La metamorfosis.

Es un error. Con esa historia bastaría para considerarle un escritor sobresaliente, pero no sería el dueño de la literatura como cuando escribió sus tres narraciones largas, El proceso, América y, especialmente El castillo, que me parece la culminación de lo que llevaba dentro, a pesar de que es una novela inacabada.

Dice el refrán que del cerdo se aprovechan hasta los andares. ¿De Kafka también?

Debemos leer absolutamente todo lo que escribió. Cuando lees sus tres grandes novelas, resulta inevitable que nazca en uno la curiosidad de querer saber quién demonios es el hombre que ha escrito esto, y eso te lleva a las cartas. Es un movimiento casi natural. En su correspondencia ves la filosofía moral, la psicología de quién ha sido capaz de escribir narraciones tan misteriosas como El castillo, El proceso y América. Luego están sus cartas que son muy modernas. Las que escribió a Felice Bauer o a Milena Jesenská se siguen editando y leyendo.

«Ser kafkiano es mirar el mundo con una especie de microscopio»

Ya lo siguiente sería seguir su rastro por Praga.

Y ya te vuelves kafkiano, que es una condición bonita. El espíritu de Kafka es una forma de mirar el mundo, de hacerlo con una especie de microscopio, en el que cualquier detalle tiene una trascendencia devastadora e inesperada; también es un entendimiento de la vida en donde la posibilidad de lo sobrenatural está siempre palpitando, pero no acaba de visibilizarse. Es un estado de vigilia espiritual muy interesante. Su literatura contiene un mundo de una enorme flexibilidad que, a diferencia de lo que sucede con Marcel Proust, James Joyce o Virginia Woolf, puede ser interpretado de cincuenta formas distintas y esto resulta de una riqueza extraordinaria. Y debemos saber que ninguna interpretación es mejor que otra, que todas son válidas y al mismo tiempo todas son prescindibles. Tiende a haber una izquierda kafkiana y una derecha kafkiana, como pasa con Hegel. La izquierda es la que busca una interpretación política y la derecha persigue una judaizante o teológica. Es un caso único, parece una isla y es por la intemporalidad, porque no es un escritor histórico, como tampoco lo era Borges, que era un gran kafkiano.

Esos grandes escritores que cita tampoco anticiparon, como sí hizo Kafka, lo peor que estaba por venir.

Sin duda. Es el escritor del siglo XX que acertó con lo que tenemos ahora. El que auguró la relación del individuo con las administraciones. Donald Trump está prefigurado por Franz Kafka. Putin está en sus novelas. La Unión Europea, también. Nuestro terrible mundo político actual está sugerido en la obra narrativa de alguien que murió en 1924. Describe la siniestra agonía sociopolítica que estamos viviendo en estos momentos. Es de una grandeza brutal. A mí eso me hace pensar que la fama de Kafka acaba de empezar. En realidad, va a ser el escritor más importante de la historia de la literatura en siglos venideros.

«Kafka auguró la relación del individuo con las administraciones»

Esa fecha, la de 1924, es el principio de una nueva vida para su obra gracias a Max Brod. ¿Cuánto debemos al amigo y editor que no cumplió los deseos de Kafka?

Es otra de las singularidades del mundo kafkiano. El deseo que Kafka tenía de que desapareciera todo era real. No había pose. Tenía esa humildad de no plantearse jamás la literatura como una dedicación profesional. Cuando muere no es un escritor consagrado ni nada por el estilo. Deja tres novelas y un montón de papeles. Es Max Brod quien, en un acto de fe, decide que eso va a ser literatura. Están los nazis a las puertas de Praga en 1939 y Brod huye con una maleta en la que no mete joyas, sino los manuscritos de su amigo en el convencimiento de que ahí se llevaba el santo grial de la literatura del siglo XX.

En un diccionario tan personal como el suyo sale su propio padre o tiene entrada Elvis Presley.

Es el misterio kafkiano de mi vida. La aparición de las obras completas de Kafka en mi casa es algo que no entenderé jamás. A mi padre le quitaron de la escuela cuando tenía doce años. Podía haberse leído, no sé, una novela de Galdós, Miguel Delibes o Pío Baroja. ¿Pero qué hacía Kafka ahí? Una casa en la que no había cultura. En el caso de Elvis, la idea es interpelar a los más jóvenes, que se pregunten quién coño es este Kafka que se puede comparar con Elvis. Medían casi lo mismo y ambos lucían tupé. Quiero excitar esa curiosidad. Kafka tiene también su iconografía pop. De hecho, lo pintó Andy Warhol, que retrató todo aquello que era importante en el siglo XX.

«Kafka tiene también su iconografía pop»

Kafka encontró anestesia en la escritura. ¿Se identifica en eso con él?

Totalmente. Esa es la parte de Kafka que yo heredo por completo. Yonquis de la escritura. En tanto en cuanto escribía, vivía. Si escribía, la vida estaba bien. De hecho, no se casó porque pensaba que, de hacerlo, esta forma de terapia quedaría mermada porque le quitaría energía y tiempo para dedicarse a esta obsesión.

La autoficción lleva ya unos años de moda. Kafka es muy anterior, pero llamaba K a sus personajes.

Toda la obra de Kafka es una gigantesca autoficción. ¿Por qué demonios se llama K el personaje de El castillo? 28 letras en el alfabeto y elige la letra K. El apellido Samsa es Kafka. Es evidente que estamos ante una obra completamente autobiográfica. Es una obra autoficcional primitiva. O autorreferencial, que es una manera más fina de decirlo.

Allí donde lo trágico coge tintes cómicos esta Kafka. ¿Cómo definiría su humor?

El humorismo en Kafka es cierto. Hay humor en las barbaridades que cuenta, pero en mi última lectura lo he matizado. Es un humor bastante terrorífico que encierra monstruos, que encierra nada menos que la dimensión del mal en el mundo. Es un humor diabólico en el sentido de que abre las puertas del mal. Es humorístico como lo es también el Vuelva usted mañana de Larra. Nos dice que cuando tú tienes que relacionarte con instancias superiores vas a ser humillado. La entrega del DNI es humillante. La duda sistemática de la administración del Estado hacia tu persona, la fiscalización de tus bienes… Todo eso tiene un carácter humillante. Otra cosa es que nosotros hayamos normalizado la humillación del Estado hacia sus individuos porque si no, no existiría la civilización, pero la mirada de Kafka, de ahí el problema y su singularidad, es que no ve esta normalización. Él describe la humillación tal como es y ahí es cuando se produce el deslumbramiento. Hay alivio en el nacimiento del adjetivo kafkiano. Cuando estás viviendo una situación insostenible, por su irracionalidad y por su indecencia moral, dices esto es kafkiano y automáticamente recibes el auxilio de toda la literatura que ha venido a este mundo a ayudarte a entender las maquinaciones que la política, el poder o la sociedad hacen con el individuo.

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