Joao Fonseca , derechazos en ebullición

Tanto Carlos Alcaraz como Jannik Sinner son los reyes de un tenis que han cogido bajo su mano con apenas 21 y 22 años, pero hay quienes despuntan con menos edad y empujan con confianza, desparpajo y un tenis excepcional. Aquí está Joao Fonseca (Río de Janeiro, 2006). Este brasileño de 18 años ya levanta pasiones allá donde va, campeón en Buenos Aires este domingo, su primer título ATP, y con un horizonte al que le auguran maravillas. Ganó el US Open júnior 2023, y la Copa de Maestros júnior este pasado noviembre, su progresión en apenas un año ha sido portentosa, del número 600 a entrar dentro de los cien primeros –desde ayer, 68– y dar campanadas. Y ya entre los mayores, que siempre es difícil el salto, en el Abierto de Australia, en su primer partido de un Grand Slam, acabó con Andrey Rublev, 9 del mundo, con un recital de latigazos que desmontaron al ruso, con 16 títulos en su palmarés. Toda una tarjeta de presentación. Como muchos niños en Brasil, comenzó a divertirse con el fútbol, pero lo compaginó siempre con la raqueta hasta que esta acabó ganando. Con doce años ya estaba dedicado al deporte individual, y entre los cinco mejores de su categoría en su país. Los resultados a partir de ahí avalan que no se equivocó, y aunque todavía pierde más de lo que gana, ya tiene un récord en su haber: primer tenista nacido en 2006 en lograr un triunfo ATP. Además, está bien asesorado para no quemarse antes de llegar a la cima. Desde los 16 años viste de la marca de Roger Federer, On, y antes de cumplir la mayoría de edad firmó con Rolex, marca que también acompañó al suizo en toda su carrera. Pero no quiso que la agencia de representación del 20 veces campeón de Grand Slams –Team8–, que es también su ídolo, guiara su carrera. No todavía, al menos. Mantiene a sus padres como representantes. Él, Christiano, es CEO de un fondo de inversión brasileño; ella, Roberta, le inculcó la pasión por este deporte; sus hermanos mayores, los que lo mantienen con los pies en el suelo; su entrenador, Guilherme Teixeira, dirige sus entrenamientos. Juntos intentan que crezca en la buena dirección. Ha rechazado ofertas de universidades estadounidenses porque el objetivo es claro: ser profesional y llegar a ser número 1, aunque comparta partidas de videojuego con sus amigos y se desquite con ellos al póker, el otro 'deporte' que no se le da mal. A pesar de no ser de los tenistas más altos, 1,85 de altura, tiene en la mano un cañón, capaz de impactar ganadores de derecha a 180 kilómetros por hora, y saques a 225; los segundos, a una media de 175, cuando los grandes no superan los 160; su estilo es agresivo, y no piensa renunciar a él, pues prefiere terminar el punto en tres golpes que correr de lado a lado de la pista. Así que es una buena mezcla entre la agilidad de Sinner y la potencia de Alcaraz. Todavía es víctima de cierto nerviosismo, de las prisas por ganar, pero intenta curar con la experiencia y la acumulación de partidos en el mundo de los mayores. Siente el peso de las expectativas, sobre todo las de su país, que suspiran por un Guga Kuerten del siglo XXI, pero no le frenan; se centra en el hoy, en su propio camino, ya trufado de voces consagradas que lo señalan como uno de los grandes del mañana. «Está en buena forma física y mentalmente es muy fuerte. Solo necesita un poco de experiencia. Cuando lo miro, creo estar viendo al próximo Alcaraz», decía John McEnroe. Y el propio Alcaraz tuvo estas palabras sobre el brasileño: «Va a estar ahí. Muy pronto pondremos su nombre entre los mejores jugadores del mundo». Han compartido entrenamientos y es cuestión de poco tiempo que se crucen en una eliminatoria y peleen por el cetro del tenis. Andy Murray habló por todos el domingo cuando afirmó: «Qué ganas de ver un Fonseca-Alcaraz». Y Fonseca ya está aquí.

Feb 18, 2025 - 06:41
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Joao Fonseca , derechazos en ebullición
Tanto Carlos Alcaraz como Jannik Sinner son los reyes de un tenis que han cogido bajo su mano con apenas 21 y 22 años, pero hay quienes despuntan con menos edad y empujan con confianza, desparpajo y un tenis excepcional. Aquí está Joao Fonseca (Río de Janeiro, 2006). Este brasileño de 18 años ya levanta pasiones allá donde va, campeón en Buenos Aires este domingo, su primer título ATP, y con un horizonte al que le auguran maravillas. Ganó el US Open júnior 2023, y la Copa de Maestros júnior este pasado noviembre, su progresión en apenas un año ha sido portentosa, del número 600 a entrar dentro de los cien primeros –desde ayer, 68– y dar campanadas. Y ya entre los mayores, que siempre es difícil el salto, en el Abierto de Australia, en su primer partido de un Grand Slam, acabó con Andrey Rublev, 9 del mundo, con un recital de latigazos que desmontaron al ruso, con 16 títulos en su palmarés. Toda una tarjeta de presentación. Como muchos niños en Brasil, comenzó a divertirse con el fútbol, pero lo compaginó siempre con la raqueta hasta que esta acabó ganando. Con doce años ya estaba dedicado al deporte individual, y entre los cinco mejores de su categoría en su país. Los resultados a partir de ahí avalan que no se equivocó, y aunque todavía pierde más de lo que gana, ya tiene un récord en su haber: primer tenista nacido en 2006 en lograr un triunfo ATP. Además, está bien asesorado para no quemarse antes de llegar a la cima. Desde los 16 años viste de la marca de Roger Federer, On, y antes de cumplir la mayoría de edad firmó con Rolex, marca que también acompañó al suizo en toda su carrera. Pero no quiso que la agencia de representación del 20 veces campeón de Grand Slams –Team8–, que es también su ídolo, guiara su carrera. No todavía, al menos. Mantiene a sus padres como representantes. Él, Christiano, es CEO de un fondo de inversión brasileño; ella, Roberta, le inculcó la pasión por este deporte; sus hermanos mayores, los que lo mantienen con los pies en el suelo; su entrenador, Guilherme Teixeira, dirige sus entrenamientos. Juntos intentan que crezca en la buena dirección. Ha rechazado ofertas de universidades estadounidenses porque el objetivo es claro: ser profesional y llegar a ser número 1, aunque comparta partidas de videojuego con sus amigos y se desquite con ellos al póker, el otro 'deporte' que no se le da mal. A pesar de no ser de los tenistas más altos, 1,85 de altura, tiene en la mano un cañón, capaz de impactar ganadores de derecha a 180 kilómetros por hora, y saques a 225; los segundos, a una media de 175, cuando los grandes no superan los 160; su estilo es agresivo, y no piensa renunciar a él, pues prefiere terminar el punto en tres golpes que correr de lado a lado de la pista. Así que es una buena mezcla entre la agilidad de Sinner y la potencia de Alcaraz. Todavía es víctima de cierto nerviosismo, de las prisas por ganar, pero intenta curar con la experiencia y la acumulación de partidos en el mundo de los mayores. Siente el peso de las expectativas, sobre todo las de su país, que suspiran por un Guga Kuerten del siglo XXI, pero no le frenan; se centra en el hoy, en su propio camino, ya trufado de voces consagradas que lo señalan como uno de los grandes del mañana. «Está en buena forma física y mentalmente es muy fuerte. Solo necesita un poco de experiencia. Cuando lo miro, creo estar viendo al próximo Alcaraz», decía John McEnroe. Y el propio Alcaraz tuvo estas palabras sobre el brasileño: «Va a estar ahí. Muy pronto pondremos su nombre entre los mejores jugadores del mundo». Han compartido entrenamientos y es cuestión de poco tiempo que se crucen en una eliminatoria y peleen por el cetro del tenis. Andy Murray habló por todos el domingo cuando afirmó: «Qué ganas de ver un Fonseca-Alcaraz». Y Fonseca ya está aquí.