Acercarse a Gonzalo Suárez es intentar abrazar lo inabarcable y no rozar ni la superficie. En sus 90 años –que ni de lejos aparenta– caben tantas vidas como la de un boxeador animoso, un futbolista que nunca remató de cabeza, un plumilla escondido tras un seudónimo de éxito, un cineasta que empezó a rodar sin saber hacer cine, un pintor atento al trazo más que al lienzo, un escritor que teclea ideas que no sabe de dónde le vienen... De todos ellos –y varios más– parece huir un Gonzalo Suárez que, pese a tener la memoria llena de recuerdos gloriosos, anécdotas jugosísimas, amistades con epígrafe propio en bibliotecas y panteones, solo sabe mirar al futuro. —¿A qué pregunta no ha...
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