Un equipo que pretende ser campeón necesita en algunos momentos aciertos imprevisibles. No todo fluye siempre, no puedes ganar cada partido, pero hay días importantes donde debes rebelarte contra el destino. El gran ejemplo para el barcelonismo es el gol de
Iniesta en
Stamford Bridge en un encuentro tan lleno de voluntad como de impotencia ante una defensa impenetrable. Aquel gol de la nada es un icono del triplete del 2009. Un balón centrado por
Alves, despejado por
Terry en la frontal del área pequeña, rescatado por
Eto’o en el segundo palo, recuperado por
Messi para el remate exterior poco habitual de
Iniesta. Clavado a la escuadra a pie parado. No fue consecuencia del juego, sí de la convicción y el hambre.
Seguir leyendo...]]>