Fausto Bengoechea: la presión por pertenecer a una estirpe de actores y el siempre presente recuerdo de su mamá, Alejandra Darín

Se resistió a subirse a los escenarios hasta que se entregó a su destino; estrenó una comedia pocos días antes de la muerte de su madre, que lo siente como un bálsamo en medio del duelo que atraviesa

Feb 18, 2025 - 12:10
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Fausto Bengoechea: la presión por pertenecer a una estirpe de actores y el siempre presente recuerdo de su mamá, Alejandra Darín

Dicen que lo que se hereda no se roba y Fausto Bengoechea tiene la impronta familiar, una sonrisa que le llena la cara y unos ojos tristes que reflejan que recién empieza a transitar la muerte de su mamá, la actriz Alejandra Darín, acaecida hace apenas unas semanas. Todavía le esquiva al duelo y es consciente de que lo estirará lo más que pueda, aunque sabe que, inevitablemente, es un recorrido que tendrá que hacer.

Fausto vive con su hermana Antonia, también actriz, en la casa que hasta hace unas semanas compartían con su mamá. El trabajo lo saca del dolor y agradece ser parte de Imanes, la comedia que protagoniza junto a Manuela Pal y Paula Morales en el Teatro Picadilly, todos los jueves y viernes a las 20.30, y los sábados, 21.30. Es su regreso después de unos años difíciles y está entusiasmado. En diálogo con LA NACIÓN, confiesa que no deseaba ser actor de chico, y que se subió a un escenario a los 8 años para ayudar a su papá, Alex Benn, con una obra. Otra casualidad, si es que existen, volvió a acercarlo al medio y ahí sí entendió que ese era su destino. También habla del difícil momento que transita, de por qué nunca le pediría a nadie de su familia que lo ayude a conseguir un personaje y de qué otras habilidades tiene.

-A los 8 años ya estabas sobre un escenario, ¿creés que estabas predestinado?

-Debuté en una adaptación de Macbeth que hizo mi papá cuando yo tenía sus 8 años. No tengo un recuerdo grato, aunque tampoco malo. Y no descubrí en ese momento que quería ser actor. Terminé sobre un escenario porque mi papá estaba haciendo la obra, le faltaba un nene y el que tenía a mano era yo. Y también trabajó un amiguito mío de la primaria: éramos dos pibes que no teníamos idea, dándole una mano a mi viejo.

-¿Qué pasó después?

-De chico no hice más que eso, más allá de acompañar a mi vieja a un estudio de grabación, al teatro. No más.

-En una familia de artistas, ¿tu destino estaba marcado?

-Lo que no quería era ir a la facultad ni estudiar. No la pasé bien en la primaria y en la secundaria por un tema de responsabilidades, y buen estudiante no era. No sabía qué hacer entonces, miré a mi familia y todos eran actores y les ha ido bien... Pensé que algo bueno debía tener. Decidí estudiar teatro en Timbre 4, la escuela de Claudio Tolcachir, y me volvió loco. Me enganché.

- Ahí supiste qué querías ser entonces…

-Sí. Y enseguida se dio, sin buscarlo, con un casting para publicidad. Y fue de casualidad porque estaba en el Alto Palermo con tres amigos y se acercó una chica que estaba buscando gente muy random. Hice muchos castings de publicidad, quedé en una que era para un cable, y nunca la olvidaré.

-¿No pensabas pedirle una mano a tu familia para arrancar?

-No. Es algo que nunca hice, y reniego de eso de “pedir una mano”. Nunca fue una opción.

-Querías ganarte un lugar sin ayuda…

-Sí, nada de usar el apellido ni aprovecharme de nada. Y mi hermana también. Está bueno porque fue una manera de tomárnoslo en serio, ganarnos un lugar y entrenar para eso. Somos laburantes que no estamos de onda. Después de la publicidad hice una obra de teatro en La Ranchería, que se llamaba He visto a Dios; aprendí muchísimo en esa cooperativa. Y lo primero que hice en ficción fue Once, para Disney, y después Simona y ATAV (Argentina: tierra de amor y venganza). Vino la pandemia y estuve tirado. El año y pico que duraron las restricciones te dejaban en un lugar que mucho no podías hacer, y además cambió la industria drásticamente y pasaron cosas. Mi vieja, cuando era piba, laburaba en dos o tres novelas al mismo tiempo, y ahora no hay ni una. Una cosa es cuando te lo cuentan y otra cuando te pasa a vos y te cae la ficha.

-¿Cómo fueron esos años en los que quedaste afuera?

-Un bajón por todo lo que pasaba. Pero la zafamos.

-¿Volviste a trabajar con Imanes?

-No, hice alguna que otra cosa, pero muy chiquitas. Estaba mal acostumbrado a la novela, que eran nueve meses de laburo continuo. Me había acostumbrado a otro flujo de laburo que ya no existe.

-Con la experiencia familiar ya sabías que los actores tienen muchos altibajos laborales…

-Sí, pero una cosa es saberlo y otra que te pase. En la teoría entiendo que es un trabajo discontinuo, pero tuve una continuidad al principio y aunque estaba avisado, cuando sucedió fue un golpe.

-¿Tenés otra actividad?

-No. Lo otro son hobbies como el fútbol, el básquet y cualquier deporte. Todo muy recreativo. Durante mucho tiempo quise ser futbolista, pero fue un intento que abandoné cuando me di cuenta que había otros que jugaban en serio y yo estaba para divertirme. Imanes es una nueva experiencia, una comedia que me divirtió de arranque porque me gusta hacer reír, y confío en mí en esos lugares más que en una cuestión dramática.

-Dicen que hacer reír es más difícil que hacer llorar…

-No sé… A mí se me hace más fácil el humor y voy a seguir por ahí. Llegué a Imanes de una manera que nunca entendí bien (risas). Me contactó Daniel Botti, que es el autor de la obra, y creí que mi papá lo conocía y quizá me había recomendado. En la primera reunión con el equipo le mandé una foto y le dije ‘mira con quien estoy’. Y me respondió ‘qué bueno, quiénes son’. Le dije que era amigo y que estaba ahí por eso. Bueno, no porque no se conocían (risas). Me gustó mucho el libro y me pareció un planazo laburar con Manuela Pal y Paula Morales. Y estaba bueno estar en Buenos Aires en enero, porque pasaron cosas…. Ayuda bastante tener la rutina de un trabajo y saber dónde enfocarse para sacar la cabeza de la cotidiana.

-Estrenaste en el mes que falleció tu mamá… Debe haber sido difícil subirse al escenario para hacer reír, ¿no?

-Fue complicado. Eso de “el show debe continuar” es para el afuera… Pero volvés a tu casa y es otra cosa. Arriba del escenario la piloteo un rato, pero después sigo siendo yo. Es un momento difícil. Vengo esquivándole al bulto, no de mala manera ni negándome, pero tratando de poner la cabeza en otras cosas. Si freno y me pongo a pensar, se me viene todo abajo. Estoy contenido por familia y amigos, y nos ayudamos entre todos. No quiero hablar de mi vieja porque me voy…. Pero en lo personal tengo otra carga de responsabilidades y me estoy haciendo adulto, más todavía porque uno estira esto de la juventud lo más que puede. Cuando salgo del teatro mucha gente se me acerca para hablarme de mi vieja y darme sus condolencias. Por un lado, es muy lindo, y por otro, me descoloca porque salgo de hacer la función con la cabeza en otra parte. Recibo mucho cariño de gente que no conozco gracias a mi vieja o mi tío. Arranco con un plus. Todo está muy a flor de piel todavía.

-¿Qué te dijo la familia cuando contaste que ibas a ser actor?

-Mi vieja siempre me bancó en todo, me decía que pruebe, intente y haga lo que me hace feliz. No todos tienen esa posibilidad y mi vieja nos la pudo dar a mi hermana y a mí. Charlábamos mucho respecto de la actuación y la cotidiana.

-Nunca trabajaste con nadie de la familia, ¿te gustaría?

-Mi hermana trabajó con mi mamá, con mi tío y mi primo también. Claro que me gustaría. Quiero trabajar con cualquiera (risas). Pero nunca les diría que me den un personaje. Creo que en estos años en que venía mal, mi tío intentó darme una mano y fue un papelón, porque era para hacer una escena para un personaje que no tenía ni texto; mi tío no me dijo nada, me mandaron el guion, lo hablé con mi representante y entendimos que no iba a ningún lado porque la onda era que no tenía texto pero que improvisara, que me iban a dejar jugar. ¿Qué soy… un payaso? Dije que no porque no me sumaba. Al final supe que mi tío no sabía ni qué me habían ofrecido.

-¿Ser un Darín es una presión?

-Con lo que acaba de suceder con mi madre, creo que me relajé un poco en ese sentido. Pero tenía una exigencia implícita me parece, aunque nadie me había dicho nada. No podía hacer un papelón porque todos los conocen en el ambiente, y en algún punto represento a la familia. Mi tío puso la vara muy alta y no hay que ponerse presión porque no llegás (risas). Tomo las cosas positivas de mi tío y su sentido del humor; es la persona más graciosa del planeta Tierra.

-¿Heredaste ese humor?

-No sé si lo heredé, pero robé (risas). Mi primo [El Chino Darín] también robó de ahí y mi tío, a alguien se lo tiene que haber robado. Entonces tomo eso de él, nada profesional porque es imposible. A mi tío lo enganché siendo Ricardo Darín, ya con Nueve reinas por ejemplo, y no como un galancito, ni editando un disco o haciendo papelones (risas). Nuestras reuniones familiares son divertidas e intensas también.

-¿Tenés pareja?

-No, estoy solo.

-¿Cómo te llevás con Antonia, tu hermana?

-Veinte puntos. Nos llevamos bárbaro siempre y ahora que estamos más grandes compartimos muchísimo. Los dos estamos viendo cómo transitar esta situación, acompañándonos. Somos unidos, es una hermana increíble, una piba que me llena de orgullo, capaz, responsable, madura y profesional. Estoy orgulloso de mi hermana y de la mujer que es.