El Trump 2.0 es un animal distinto
No tenía mucho sentido que los mercados no estuviesen descontando los efectos de la guerra comercial que ha desatado Donald Trump. En la jerga de los analistas,...

No tenía mucho sentido que los mercados no estuviesen descontando los efectos de la guerra comercial que ha desatado Donald Trump. Su determinación en lo económico y la aspiración a una suerte venganza en el plano geopolítico han superado las previsiones en la jerga de los analista financieros. Nadie esperaba la agresividad de la puesta en marcha de su programa de aranceles. Tampoco el caos o la incertidumbre que parece buscar en todo momento como objetivos reales.
Lo único cierto son los hechos y los resultados de la tormenta diaria a la que está sometiendo a inversores, empresarios y líderes políticos, en general, la ciudadanía. La niebla del estado de confusión permanente comienza a despejarse. El Trump 2.0 (2025-2029) es un animal distinto a lo que vimos en su primera versión de 2017 a 2020. Con esa experiencia previa, el presidente de Estados Unidos apenas ha tardado unas pocas semanas en poner firmes a sus aliados, enemigos y subordinados.
Sus movimientos sobre Ucrania han sembrado el terreno para un aumento del gasto en Defensa en el seno de la Unión Europea (UE), uno de sus propósitos primarios para aligerar la carga sobre Washington del peso económico militar de la OTAN. Lo que nadie había anticipado, y todos han infravalorado, es que sería capaz de poner a la economía de EEUU camino de una recesión con tal de que provocar una bajada de los tipos de interés, del precio del barril de petróleo o de que las empresas extranjeras se instalen masivamente sobre suelo estadounidense para esquivar la amenaza de los aranceles.
El juego es tan peligroso como el de la ruleta rusa pero está surtiendo su efecto. De repente, los operadores descuentan rebajas de tipos de la Fed en los próximos meses algo que no se veía ni por asomo en diciembre. Jerome Powell deberá posicionarse el próximo miércoles cuando explique la nueva hoja de ruta del banco central y dé a conocer las nuevas previsiones para EEUU. Trump lo prometió en campaña y va camino de cumplir una promesa con un coste carísimo para todo el mundo.
Disparar contra su propio sector petrolero y gasista solo puede tener una explicación, como apuntaba recientemente Dawn Fitzpatrick, primera ejecutiva al mando del Soros Fund Management, puesto que ocupó en 2011 el actual secretario del Tesoro, Scott Bessent. "Si Trump puede negociar la paz entre Rusia y Ucrania es que necesita más petróleo. EEUU no puede perforar indefinidamente. Arabia Saudí no puede producir mucho más. La última palanca es Rusia", aseguró.
En realidad, EEUU necesita de la energía y recursos de Rusia tanto como que deje de estrechar sus lazos con China y se ponga al servicio de Pekín, que es lo que en realidad está haciendo Vladimir Putin ante el rechazo europeo a la autarquía y expansionismo de Moscú, algo que sí parece dispuesto a aceptar el Gobierno Trump.
La relocalización de la capacidad de fabricar en EEUU es otro cantar. Romper la cadena de suministro global construidas durante décadas no parece fácil y tanto las empresas como los consumidores van a sufrir de lo lindo. ¿Será capaz Apple de fabricar el iPhone fuera de China algún día? Muchos lo dudan, aunque el gigante tecnológico está intentando evolucionar sus fábricas en Vietnam o India. ¿Y Tesla, cuyo gran secreto para triunfar ha sido externalizar su producción en su fábrica china?
Los mercados han reaccionado tarde y mal a toda la vorágine. Wall Street tiene ya la certeza de que las cuentas de resultados de sus principales empresas van a sufrir, bien por los sobrecostes de relocalizar, bien las represalias de otros países o simplemente por la ralentización del comercio y la actividad económica. Que el S&P 500 o el Nasdaq hayan caído un 10% desde sus máximos de mitad de febrero no es un movimiento extraordinario pero sí puede suponer un aviso.