El Hierro se deja arrastrar por la 'estampida' de los Carneros de Tigaday
Dice la voz popular que si no quieres terminar pintado es mejor no acudir a la fiesta, pero lo cierto es que es difícil resistirse a ella. Los Carneros de Tigaday se adueñan de las calles año tras año, reviviendo una tradición que es Bien de Interés Cultural de Canarias y que, aunque estuvo a punto de perderse, se ha recuperado por todo lo alto como símbolo del Carnaval de La Frontera. El escenario son las calles de Tigaday, en La Frontera (El Hierro) donde ruidos extrañas y cascabeles en la lejanía, cencerros y rugidos avisan de lo que está por venir. Se mueven en grupos pequeños, de dos, tres, o cuatro, con sus cuerpos cubiertos por pieles de carnero y la cara llena de betún. Estas figuras humanoides están furiosas, y arremeten contra todo aquel que se plante en su camino. Los Carneros de Tigaday, hombres-cabra que reviven a los demonios y que mantienen viva una tradición ancestral, son uno de los atractivo más curiosos del Carnaval en la isla. La zalea es su vestimenta, original y entroncada con ritos antiguos, se cubren la cara, visten cráneos de carneros, se restriegan el betún por el pelo, llevan la ropa hecha jirones, enseñan los dientes y no se detienen ante nada. Los carneros enamoran con su furiosa estampida, ya que una vez son desatados por el 'loco' pastor, tratan de hacer reír a todo el que se tropiezan en el camino y, por supuesto, a teñirle de negro. Los Carneros de Tigaday es una fiesta rescatada por Benito Padrón y su hijo Ramón Padrón , que tiene sus orígenes en la herencia ganadera de la isla donde los herreños se transforman en carneros en una tradición que cada vez gana a más visitantes y jóvenes que desean vestirse y sumarse a la 'manada'.
Dice la voz popular que si no quieres terminar pintado es mejor no acudir a la fiesta, pero lo cierto es que es difícil resistirse a ella. Los Carneros de Tigaday se adueñan de las calles año tras año, reviviendo una tradición que es Bien de Interés Cultural de Canarias y que, aunque estuvo a punto de perderse, se ha recuperado por todo lo alto como símbolo del Carnaval de La Frontera. El escenario son las calles de Tigaday, en La Frontera (El Hierro) donde ruidos extrañas y cascabeles en la lejanía, cencerros y rugidos avisan de lo que está por venir. Se mueven en grupos pequeños, de dos, tres, o cuatro, con sus cuerpos cubiertos por pieles de carnero y la cara llena de betún. Estas figuras humanoides están furiosas, y arremeten contra todo aquel que se plante en su camino. Los Carneros de Tigaday, hombres-cabra que reviven a los demonios y que mantienen viva una tradición ancestral, son uno de los atractivo más curiosos del Carnaval en la isla. La zalea es su vestimenta, original y entroncada con ritos antiguos, se cubren la cara, visten cráneos de carneros, se restriegan el betún por el pelo, llevan la ropa hecha jirones, enseñan los dientes y no se detienen ante nada. Los carneros enamoran con su furiosa estampida, ya que una vez son desatados por el 'loco' pastor, tratan de hacer reír a todo el que se tropiezan en el camino y, por supuesto, a teñirle de negro. Los Carneros de Tigaday es una fiesta rescatada por Benito Padrón y su hijo Ramón Padrón , que tiene sus orígenes en la herencia ganadera de la isla donde los herreños se transforman en carneros en una tradición que cada vez gana a más visitantes y jóvenes que desean vestirse y sumarse a la 'manada'.
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