El auge del robotaxi: entre éxitos brillantes y fracasos estrepitosos
Desde hace ya varios años, la movilidad autónoma ya no es un sueño futurista, sino una realidad cuya única limitación es la voluntad de las ciudades para acometer ese tipo de proyectos con los socios adecuados. Los robotaxis están transformando la forma en que nos movemos en las ciudades, y el panorama global se divide …

Desde hace ya varios años, la movilidad autónoma ya no es un sueño futurista, sino una realidad cuya única limitación es la voluntad de las ciudades para acometer ese tipo de proyectos con los socios adecuados.
Los robotaxis están transformando la forma en que nos movemos en las ciudades, y el panorama global se divide entre pioneros audaces e iniciativas que han naufragado, generalmente por culpa de sus propios promotores. Mientras algunas empresas consolidan su liderazgo con cifras sorprendentes, otras se han convertido en un ejemplo de lo que sucede cuando la ambición inicial no se traduce en una ejecución y unas prioridades adecuadas, y se deja en manos de personas con visiones anticuadas sobre la evolución del automóvil.
Waymo, por ejemplo, sigue demostrando que la confianza en la tecnología autónoma es capaz de progresar adecuadamente y generar los frutos esperados. Con una expansión vertiginosa, que ha duplicado sus viajes semanales en menos de un año, Waymo ha dejado claro que la ingeniería, la seguridad y la experiencia son claves para conquistar un mercado creado por ella misma. Su éxito no es casual, y se basa en años de desarrollo, en pruebas rigurosas y en una apuesta decidida por una infraestructura robusta que genera confianza tanto en los usuarios como en los reguladores.
Zoox también se posiciona con propuestas muy interesantes. La llegada de sus robotaxis personalizados a ciudades como San Francisco y Las Vegas ha generado mucha expectación, y en eventos como el CES 2025, los usuarios pudieron experimentar de primera mano una visión donde el diseño, la comodidad y la integración tecnológica ofrecen una experiencia de movilidad única. Esta apuesta por una estética y funcionalidad hechas a medida es una prueba de que, en el mundo de la movilidad autónoma, el factor experiencia es tan crucial como la tecnología.
WeRide es otro competidor interesantísimo, que no solo está revolucionando su mercado en China, sino que aspira a construir un imperio global, con proyectos en Oriente Medio como el ambicioso despliegue de robotaxis en Abu Dhabi, hasta estrategias para consolidarse en otros continentes. La expansión de WeRide demuestra que la movilidad autónoma es una tendencia imparable, y que el futuro del transporte es verdaderamente global.
Por otro lado, Tesla intenta no quedarse atrás: ha acelerado su enfoque en los robotaxis en California, impulsando un cambio importante con vehículos que parten de una concepción diferente, y aunque probablemente adolezcan en su despliegue del archiconocido y cansino «Elon time», una especie de optimismo patológico a la hora de estimar fechas de despliegue, es sin duda otro competidor a tener en cuenta.
En contraste, el destino de Cruise, que comenzó de forma entusiasta su despliegue en 2020, es una advertencia en medio del entusiasmo general. Respaldado por General Motors, Cruise parecía tener todas las de ganar en el competitivo mundo de los robotaxis. Sin embargo, problemas financieros y, sobre todo, decisiones estratégicas erráticas y absurdas han llevado a la empresa a recortar drásticamente su fuerza laboral y, en última instancia, a ver cómo se desmorona su ambicioso programa. La desaparición de su modelo es un recordatorio de que, en innovación, no basta con tener buenas ideas y recursos: la ejecución, la adaptabilidad y sobre todo, la coherencia son fundamentales para sobrevivir.
La disparidad entre los éxitos de Waymo, Zoox y WeRide o los planes ambiciosos de Tesla frente al colapso de Cruise ofrece lecciones muy interesantes. La innovación disruptiva en la movilidad autónoma no se mide únicamente por la tecnología avanzada, sino también por la capacidad para integrarla en un ecosistema real que combine confianza del consumidor, soporte regulatorio y modelos de negocio sostenibles.
Este panorama tan diverso nos invita a cuestionar el futuro de la industria automotriz: ¿vamos a asistir a una consolidación donde solo sobrevivan los verdaderos innovadores, o veremos una diversificación en la oferta de servicios de movilidad autónoma? Lo que es seguro es que la carrera por el robotaxi no se detiene, y quienes sean capaces de equilibrar ambición, seguridad y una ejecución adecuada podrán aspirar a convertirse en los arquitectos del transporte urbano del mañana, e incluso en muchos casos de la fisonomía de las ciudades.
El avance de los robotaxis es una ventana hacia el futuro destinada a redefinir la movilidad urbana a nivel global. Algunas compañías abrieron el camino con pasos firmes y desplegados estratégicamente, otras pàrecen destinadas a quedar en el olvido por no haber sabido adaptarse a los retos del mercado y mantener una estrategia mínimamente coherente. La lección es clara: aunque esté clarísimo que los robotaxis son el futuro y que ese futuro, en cada vez más ciudades, ha llegado ya y forma parte de la vida diaria, en el mundo de la tecnología, la innovación sin visión clara y sin una buena capacidad de ejecución, como GM ha demostrado claramente, es un receta para el desastre.