Diálogo contra polarización
“Hay más acuerdos políticos en Letras en Sevilla que en el Parlamento”. Ésto se leía estos días de Letras en Sevilla en una cuenta de la red social “X”. Realmente la crónica, sobre todo cuando se trata de un tema tan candente como el de este año, la hacen a tiempo real los usuarios de las redes sociales, especialmente adictos a la “x”, muy activos en opinión y controversia. La entrada Diálogo contra polarización aparece primero en Zenda.

“Hay más acuerdos políticos en Letras en Sevilla que en el Parlamento”. Ésto se leía estos días de Letras en Sevilla en una cuenta de la red social “X”. Realmente la crónica, sobre todo cuando se trata de un tema tan candente como el de este año, la hacen a tiempo real los usuarios de las redes sociales, especialmente adictos a la “x”, muy activos en opinión y controversia. Algunos de los pensamientos más originales, las más mordaces críticas o las alabanzas (pocas, esa es la verdad) más sinceras salen de esos pocos caracteres del antiguo Twiter.
Sevilla, envuelta en unas intermitentes nubes de principios de febrero, es de nuevo el escenario de la X edición de Letras en Sevilla, que es el foro de encuentro y debate cultural organizado a instancias de la Fundación Cajasol bajo la coordinación del infatigable y profesional trabajo del periodista Jesús Vigorra y la atenta, eficaz mirada del novelista Arturo Pérez-Reverte. Esta vez bajo el polémico epígrafe “Políticos, ¿solución o problema?” Y precisamente ese era el objetivo; destacar que el debate político (o la ausencia de éste) en nuestro país está influyendo en la convivencia de una sociedad cada vez más radicalizada. La generación de un ambiente aparentemente irreconciliable está llevando al ciudadano de a pie a cuestionarse tal vez la única respuesta a la pregunta que nos trae a estas jornadas: la propuesta (o exigencia) de una actuación más eficaz ante las crisis que ya son continuas, inesperadas y devastadoras en algunos casos. Ante la aparente quietud de la sociedad civil, este foro también se cuestiona lo siguiente: La sociedad española, ¿víctima o culpable? Y en este punto la propuesta va más allá, y pone sobre la mesa la importancia no sólo de cuestionar a nuestros políticos, sino de cuestionarnos y reflexionar hasta dónde pueden los políticos salvar o condenar a la sociedad; cuál es el papel en este dilema de la sociedad y de los medios de comunicación como nexos de unión y manipulación entre unos y otros.
Para hablar y debatir sobre estos asuntos, el cartel sevillano incluía a personalidades del mundo de la política: Felix Bolaños, Emiliano García-Page, Alfonso Fernández Mañueco, Patxi López, Miguel Tellado, Albert Rivera, Iván Espinosa de los Monteros, Laura Borrás, María Gámez, Cayetana Álvarez de Toledo, Ignacio Urquizu, el filósofo Fernando Savater, Enric Juliana, el historiador Enrique Moradiellos, y los periodistas Juanma Lamet, Antonio Lucas, Estefanía Molina, Edu Galán, y Rubén Amón. Como en encuentros anteriores, el patio de la Fundación Cajasol en la céntrica plaza de San Francisco se llenó, durante las tres jornadas, con su acostumbrado público fiel, respetuoso y participativo.
LUNES 3 DE FEBRERO
Presentación: Reverte recuerda las anteriores ediciones y puntualiza: “De todas, ésta ha sido la edición más difícil de organizar, pues los políticos y sus agendas han ocasionado más de un dolor de cabeza, sobre todo a Jesús Vigorra, a quien este año y esos caprichos le han vuelto blanca la barba”. Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol, agradeció la participación desinteresada de Arturo Pérez-Reverte, así como la entrega y eficacia de todo el equipo de la Fundación que un año más hizo posible que este foro libre de encuentro y debate se realizara de forma ordenada, brillante y eficaz.
Bolaños, el ministro de las tres Potencias
Bolaños es un “ministro con galones”; el “ministro de las tres potencias”, afirma Jesús Vigorra en su presentación. Luego el turno de interlocución fue para el periodista Juanma Lamet: ¿Tiene España los políticos que merece? “La política es una trituradora de carne. La política frena bruscamente la carrera profesional. La corrupción se revierte con trabajo y haciendo pedagogía por parte de aquellos que hacemos política. Los políticos deberían merecer respeto por parte de la ciudadanía, pues nos ocupamos de gestionar algo que es de todos”. Con el comienzo de frases contundentes, el ministro iniciaba un diálogo con el periodista de El Mundo que, respetuoso, le dejaba avanzar en su argumentario: “No se entiende por qué hay políticos que se dedican a la antipolítica, o lo que es lo mismo, a que los ciudadanos pierdan interés en la política”. Al planteamiento de cierto desencanto por parte de las facciones más jóvenes de la sociedad votante, el político se mostró relajado y contundente: “¿Jóvenes desconectados de la política? No lo creo; es igual a cuando dicen que los jóvenes están desconectados del teatro y luego ves las salas llenas”. Y en cuanto al giro del voto joven a VOX según las encuestas, Bolaños remitía a las medidas beneficiosas del socialismo con respecto a los jóvenes. Aquí el ministro derivó a una faceta más electoralista en un monólogo de culpabilidad hacia las comunidades autónomas. “Desde el Gobierno Central no somos responsables de que las políticas autonómicas de vivienda no se apliquen. Los socialdemócratas creemos que las políticas públicas sí funcionan (luz, vivienda)”. Ahí Lamet intervino sugiriendo ciertas dosis de autocrítica, recordando la memoria sobre la mecánica interna del poder y, de paso, un tierno pasaje de la infancia del ministro: los clics de Playmobil en el Parlamento. Bolaños sincretizaba: “Cumplí uno de mis sueños de juventud, yo diría casi de infancia, que era dedicar tiempo al ejercicio del servicio público”. La decepción, como todo en la vida, vino después: “Hoy en día me encuentro con grandes oradores que lo único que tienen de grandes es que dan bien en cámara, pero que no saben lo que dicen. Para revertir esa realidad que tanto daño nos está haciendo, la solución es bien fácil: leer los papeles, escuchar y comprender que la política es una profesión de servicio y de esfuerzo. Por mi parte, podría decir que soy un ministro que ayuda a que la sala de máquinas del Gobierno funcione; tengo la conciencia tranquila”. Ante esa aseveración, la pregunta era inevitable: ¿Cómo es negociar con Junts per Cataluña? En la respuesta, el ministro se quiere mostrar sincero: “Yo no vivo cómodo con este Parlamento, pero es el que decidió la ciudadanía y nosotros sólo tratamos de gestionarlo”. Lamet concluye el diálogo con una cita shakesperiana, metáfora bien traída de Junts y el carnicero del Mercader de Venecia. A Bolaños, gran lector, aquella cita literaria le lleva de nuevo a posicionar ideas y lemas contra el PP: “El cocidito ultramadrileño ha engullido a Feijoo, que no sé adónde va a llegar. Quien sí va a llegar a 2017 es Pedro Sánchez”. Para terminar, siguiendo la lógica de Letras en Sevilla, recomiéndenos un libro, ministro. En eso Bolaños tampoco dudó: Ensayo sobre la lucidez, de Vargas Llosa.
Albert Rivera y Espinosa de los Monteros: hay vida en el más allá.
Albert Rivera e Iván Espinosa de los Monteros ya no están en política y precisamente acuden a Sevilla a contar cómo se ve el panorama desde el otro lado de la colina. Cuando a los dirigentes políticos se les saca de la escena, tienen otros comportamientos, suelen ser gente sensata, a veces ocurrente e incluso interesante. “Que una periodista de El País afirme que soy amable me agrada”, comienza diciendo Iván Espinosa de los Monteros, refiriéndose a las amables palabras iniciales de la moderadora Estefanía Molina. “Dimitir no es un nombre ruso, aunque lo parezca; se puede dimitir y la vida sigue. Espero que esto sirva de ejemplo para otros políticos”. “El bipartidismo —continúa Albert— está muy asentado en España; aguanta porque la sociedad y sus resortes se han adaptado a eso”. Estefanía Molina, incisiva, los llama al orden, sobre todo al exrepresentante de Ciudadanos: “Tú, Albert, pudiste impedir un gobierno pactado con los independentistas”. Albert le sigue el hilo y se enfrascan en un debate particular de El País versus Ciudadanos. “Yo no represento a El País, —se defiende al cabo la periodista Molina—, yo sólo colaboro con ellos. Seguro que mis jefes no saben que estoy aquí”. Un murmullo en la sala. Reverte y Vigorra suben al estrado para dar voz al público, aunque la periodista insiste un poco más en su papel: “Parece que hay dos partidos de Vox; uno cercano al PP y otro que es el que ha dejado que hombres potentes se vayan, Iván. “No hay PSOE bueno: hay malo y hay peor —responde contundente Espinosa de los Monteros— y por otro lado, a mí el PP ahora mismo no me parece votable. Hoy tenemos un problema que es Pedro Sánchez y los dos partidos existentes se tienen que entender”. Los medios progresistas dicen que VOX se está domesticando, sugiere, incansable, Estefanía. “Hay que tener lugares como éste —concluye Iván, para el debate—. Por eso estoy trabajando en la organización de algo similar; una especie de think tank similar a Letras en Sevilla, pero para debatir de manera más frecuente”.
Reverte finalmente puede intervenir: ¿Cómo es la cuesta abajo en la rodada? ¿Un político se retira de verdad? “Yo tuve un aterrizaje suave en la vida civil”, responde tranquilo Iván. “Europa está muriendo de éxito del bienestar, concluye Albert, haciendo público un pensamiento que muchos comparten en privado. “Si te duele España, te duele siempre y eso no se puede evitar, no cambia cuando te vas, sentencian ambos expolíticos. Y esa conclusión unánime entre dos personas educadas e inteligentes, a pesar de sus diferentes posiciones políticas, despierta un aplauso espontáneo y sincero en el público.
Las dos Castillas, un ejemplo de diálogo en armonía.
El clima de buen entendimiento y armonía parecía contagioso esa tarde, al menos continuó siendo la nota predominante en la siguiente charla protagonizada por Alfonso Fernández Mañueco y Emiliano García-Page, presidentes de las comunidades autónomas de Castilla León y Castilla La Mancha respectivamente. Una armonía que reinó durante los cuarenta minutos de intervención en los que ambos políticos, veteranos de lo público, dieron un verdadero ejemplo de diálogo y saber estar. “¿Cómo podemos hacer mejor el Estado de las Autonomías?”, les preguntaba Juanma Lamet. “Las autonomías han acercado las políticas a la gente. La solución pasa por la armonización autonómica (señalética, vacunas, hasta los cubos de basura). El lema sería “autonomía útil y utilidad del Estado”. Estas sentencias eran unánimes; ambos políticos, a pesar de militar en partidos opuestos coincidían en la lógica de gestión. “El ambiente en Madrid está infartado, es irrespirable. España no es la M-30, se lamentaba Emiliano Page, y continuaba con el análisis, yendo más allá de su propia autonomía: “El defecto democrático es que las minorías en España mandan más que las mayorías. En ese sentido yo tengo una clara decepción con las cesiones a Cataluña. Me debo más a mis ciudadanos que a la militancia del partido”.
Reverte hace la pregunta final: ¿Por qué es imposible el diálogo? Ambos, Mañueco y Page coinciden en la respuesta una vez más: “Por la polarización: en Madrid practican una política del show”.
Savater: La cultura sí interesa; pero qué cultura.
“Hay culturas que sí interesan: Benidorm, Ibiza, los musicales, la televisión… La gente se interesa por un tipo de cultura, claro, pues todos necesitamos la cultura. El punto está en el nivel”. Así de contundente arrancaba Fernando Savater. Antonio Lucas, su interlocutor, entraba en el debate: “pero la cultura generalmente se asocia a las políticas de izquierdas”. Savater, la cabeza echada hacia atrás y un poco adelantado en el asiento, un gesto muy característico del filósofo, responde tranquilo: “Pues porque durante mucho tiempo vivimos una dictadura de derechas. Y mire, Franco sí le daba importancia a la política; de hecho, prohibía libros y censuraba películas. Entonces, lógicamente, ser de izquierdas significaba defender la cultura que no le gustaba a Franco”. Continúa el filósofo haciendo una petición personal: “Actualmente yo sí tengo una preocupación cultural que me parece muy lógica y es que los ministros sepan obligatoriamente sobre aquello que van a administrar; que se les exija unos conocimientos, aunque sean mínimos, pero específicos de su campo de actuación” Tendríamos que protestar ante esto, admite Antonio Lucas, pero una sociedad desengrasada de cultura, protesta mal. Además de para aprender a protestar, ¿para qué sirve la cultura, Fernando? “La vida es angustiosa y la cultura es la única que salva al ser humano de esa angustia. El hecho de que haya cosas no instrumentales en la vida del hombre es gracias a la cultura. Ésta proporciona, no herramientas, sino objetivos”. Antonio concluye: “Los libros de Savater son un centro de alto rendimiento de contagio de esa cultura, y ésta siempre nos proporciona un trono cojonudo de felicidad”. El público aplaude y a petición de Reverte, Savater recomienda tres libros al presidente del Gobierno: La isla del tesoro, Moby Dick y El asesinato de Rogelio Ackroyd.
MARTES 4 DE FEBRERO
PSOE-PP, condenados a no entenderse
La segunda jornada de Letras en Sevilla se inició con un encuentro entre Patxi López y Miguel Tellado, portavoces de PSOE y del PP, respectivamente en el Congreso. El periodista que modera el cara a cara en este ring es Edu Galán, que hace una introducción premonitoria y posteriormente pone en práctica su habilidad para el arbitraje, así como su sentido del humor inasequible al desaliento. Sostiene que los políticos en activo hablan en automático y los retirados lo hacen desde el rencor. Miguel Tellado y Patxi López dieron un claro ejemplo del título que los llevaba aquella tarde de martes a compartir escenario y debate. “La política te condena quizás a no entenderte, pero te obliga a dialogar”, comienza López. “Los ciudadanos penalizan la falta de coherencia y la mentira”, arremete Tellado. Y esto era sólo el principio. Por no dejar a un lado el humor, el gallego Tellado le dijo al público que “si el PP y el PSOE están condenados a no entenderse es por culpa del PSOE”. Después de eso, el portavoz colocó el automático y a los dos minutos ya había vuelto al monotema: “El PSOE no es un partido constitucionalista, Patxi López ha traicionado su patrimonio político, Sánchez es el político más trumpista de España”. Etc. Por su parte, Patxi López, más bregado en situaciones tensas, no olvidemos que fue lehendakari en unos tiempos en los que ETA aún mataba, trató de surfear la ola, pero apenas resistió el envite y entró de lleno a la carga. Finalmente, Edu Galán les pidió paz aquí, y allí la gloria de un libro, a lo que el portavoz gallego no supo decir ninguno. Al menos el portavoz vasco sí traía una lectura en la cartera: Herencia, una novela de Jesús Gallego que recrea los días posteriores a la muerte de Franco.
Mujeres en política
A la extraña pareja del comienzo de la tarde le siguió una aún más singular, la formada por María Gámez, socialista y exdirectora general de la Guardia Civil, y Laura Borrás, independentista catalana y presidenta de Junts en los primeros años de la fuga de Carles Puigdemont. Borrás comenzó con una legítima crítica; la de la presión que existe sobre las mujeres para que encajen en determinados roles: “Parece que, para ser líder, una mujer debe parecerse a los hombres en su forma de mandar. Pero el liderazgo no tiene por qué ser masculino”. Y añadió: “Si buscas mi nombre en Google, aparecen resultados como Laura Borrás altura, peso y edad. No creo que pase lo mismo con un político hombre”. Las mujeres en política han de enfrentarse inevitablemente a la pregunta de “¿estoy aquí por mi valía profesional o por cuota?”. El liderazgo está masculinizado. Ellos jamás se han de enfrentar a una guerra de guerrillas que acosa y asfixia a cualquier mujer que desee ascender en puestos de poder: Micromachismos, cosificación, mansplaining, amapolas altas, suelo pegajoso, efecto pitufa, techo de cristal; acantilado de cristal. Ambas recordaban que las mujeres están vinculadas, a pesar de su excelencia académica con resultados cuantitativamente mejores a los de los varones, a trabajos rutinarios fatigantes y además peor remunerados. En la enumeración y los argumentos, María Gámez se mostró de acuerdo y, entre el público, muchas cabezas de mujeres, sin distinguir posicionamientos ni ideologías, asentían comprensivas e incluso tal vez identificadas con aquellas aseveraciones. En el mundo complejo de las mujeres y el poder, queda mucho por conseguir.
Políticos y periodistas: Jesús Vigorra, Arturo Pérez-Reverte, Ignacio Camacho y Estefanía Molina.
¿Demasiado cerca o demasiado lejos? El periodismo y la política han protagonizado desde siempre un inevitable juego de seducción. La peligrosidad de las reglas que los regulan, tan cambiantes y ambiguas, determina hoy una relación más que cuestionable. Se ha empezado hablando del “compadreo” que se da entre periodistas y políticos, algo que empezó en la Transición, porque ahí se estrecharon los lazos entre los políticos y los periodistas. La pregunta era inevitable: “¿Deben los periodistas y políticos ser amigos? Las respuestas no se han dejado esperar: “No se puede ser amigo del poder cuando desde el periodismo hay que hablar, a veces mal, de él cada día” (Camacho) “El periodismo se ha dejado enredar en la polarización política debido en gran medida, a las tertulias, donde se realizan, por parte de los periodistas, papeles parlamentarios” (Estefanía). Ante esto, la realidad es la guía sagrada del periodismo (Camacho). “Los periodistas somos canal y actor del panorama político, y algunos creen que deben escorarse en un color político para estar en la pomada” (Estefanía). Por su parte, Ignacio Camacho remata con una sentencia definitiva: “Lo malo es que los políticos ya no nos necesitan: hemos perdido el monopolio de la intermediación y la transmisión. Pero todavía conservamos uno: la verificación. El día que perdamos este último, podemos apagar la luz del periodismo”. Los cuatro asienten. El público aplaude esperanzado sabiendo que las luces que se apagan esta noche en la sede de Cajasol dando por finalizada la segunda jornada no son, al menos de momento, las de la verdad y la razón.
Miércoles
Sagasta y Castelar, ubi sunt?
Enrique Moradiellos, Premio Nacional de Historia de España en 2017 ha brindado en estas jornadas la oportunidad de asistir a una conferencia de tono académico sobre la relación entre la calidad política y la de la ciudadanía. “Es todo un desafío intelectual para mí la conferencia que me dispongo a impartir, pues se trata de un viaje en el tiempo y sus conceptos sociopolíticos que se remontan a los dirigentes de entonces y llegan hasta los nuestros”. Afirmaba el profesor que la clase política en los últimos años ha derivado en una simplificación de sus mensajes dirigidos a un público muy globalizado. También señalaba como factores de un cambio radical en la forma de hacer política factores como la reducción de la edad media de acceso al cargo o la formación académica de los mismos. “Los políticos del siglo pasado y del anterior, tenían casi todos ellos un título universitario, y más de la mitad habían estudiado Derecho”. Otro elemento destacable es, asevera el profesor Moradiellos, la ocupación profesional de los políticos, antes procedentes del mundo de la enseñanza y del campo militar y ahora ocupados casi desde el primer momento, de forma exclusiva, a la política; una hiperprofesionalizacion que, si bien no produce rechazo en el electorado, sí está afectando a la calidad de la labor decisoria de los representantes por la generación de intereses transpartidistas. El origen geográfico es otro factor del cambio, y desvela una curiosa realidad: “Andalucía se lleva la palma como cantera de extracción de ministros durante dos siglos”. Ahí es nada. El público sevillano aplaude al finalizar la exposición erudita del historiador sin tener muy claro, visto lo visto, si aquel último dato era motivo de orgullo o de bochorno…
Debates parlamentarios: Pinganillo y muro
El exdiputado socialista Ignacio Urquizu y la diputada popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo cierran, moderados por el periodista Rubén Amón, el ciclo de Letras en Sevilla. Éste dio comienzo con la lectura de un pasaje del Génesis bíblico, dejando claro el tema inicial de la charla: el castigo divino de los hombres y su eterna Babel, condenados desde entonces a no entenderse. Cayetana toma la palabra aludiendo al separatismo y el cainismo como dos grandes lastres de la política en España; el uno encarnado vilmente en la exigencia de los pinganillos en el Congreso (a pesar de que todos hablamos español en la cantina, asegura); y el otro, metaforizado en el muro con cuya alusión Pedro Sánchez comenzó su legislatura. “La incomunicación lingüística no es inocente, forma parte de una voluntad deliberada de levantar fronteras entre españoles”. E insiste, rotunda: “El sanchismo no es sólo una forma vulgar de hacer política, es un proyecto de poder a largo plazo que pasa por liquidar la alternancia democrática”. Urquizu aclaraba: “Yo nunca usé adjetivos hacia mis oponentes políticos, solo sustantivos. Los políticos estamos polarizados, pero parte de la sociedad también lo está. En cuanto a ese muro al que aludió el presidente, los que ganan son los extremos”. Los problemas estaban, si no en la mesa del diálogo, sí en el debate educado entre ambos políticos. Álvarez de Toledo frente al problema proponía una clara solución: “recuperar la verdad objetiva en la vida pública, pues las opiniones han sustituido a los hechos y éstos se han vuelto peligrosamente opinables”. Por su parte, el socialista se basaba en el intento de reconocimiento de la pluralidad que, según él, es el principio del respeto al que uno tiene enfrente. “Competimos por ver quién lo dice todo más alto, no por ver quién tiene la razón”.
Al final de la tarde del miércoles, que supuso el cierre de oro de la Décima edición de Letras en Sevilla, el público aplaudió a estos políticos que demostraron en el Patio de Cajasol, una talla respetable y respetuosa.
Como ya es costumbre, Arturo Pérez-Reverte, Antonio Pulido y Jesús Vigorra, tras los agradecimientos, anunciaron el título de las jornadas del año próximo: “1936, la guerra que todos perdimos”. Ahí estaremos.
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