Del Presidente "mudo" a las frases icónicas: los discursos presidenciales ante la Asamblea

De grandes anuncios a un sinnúmero de declaraciones y promesas que envejecieron mal, qué dijeron en el pasado los Presidentes al momento de inaugurar las sesiones ordinarias en el Congreso. Cómo nació la tradición y por qué, en el futuro, Milei podría no asistir en base a un antecedente

Mar 1, 2025 - 18:48
 0
Del Presidente "mudo" a las frases icónicas: los discursos presidenciales ante la Asamblea

Este sábado, frente a un auditorio semivacío, Javier Milei inaugurará el 143° período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación. El escenario no será habitual: gran parte de los legisladores opositores avisaron que no concurrirán, la prensa acreditada no podrá acceder a sus lugares habituales, varios gobernadores no fueron invitados, pero sí se esperaba, hasta el cierre de esta nota, la presencia de Manuel García Mansilla y posiblemente Ariel Lijo, nombrados jueces de la Corte en comisión pero sin acuerdo del Senado.

Una situación institucional vidriosa, que se suma al escándalo por la criptoestafa con $Libra en la que participó el propio Milei y es incierto aún su grado de responsabilidad. En ese contexto, Milei regresará al Congreso después de cinco meses: la última vez había sido en septiembre pasado, cuando fue a presentar el proyecto de ley para el Presupuesto 2025 cuyo debate el Ejecutivo finalmente suspendió.

La apertura de sesiones ordinarias es un momento clave en la vida institucional argentina que hasta está previsto en la Constitución Nacional. El inciso 8 del artículo 99, que detalla las atribuciones del Presidente, sostiene que el mandatario "hace anualmente la apertura de las sesiones del Congreso, reunidas al efecto ambas Cámaras, dando cuenta en esta ocasión del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución, y recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes".

El historiador Jorge Ossona recuerda que la tradición tiene sus orígenes desde los inicios de la vida constitucional del país y que el propio Justo José de Urquiza lo hizo. Aunque, en aquel entonces, la reunión tuvo lugar en Paraná, ya que Buenos Aires era un estado independiente y estaba fuera de la confederación.

Sin embargo, sostiene que el que entiende que es fundamental que un presidente inaugure las sesiones ordinarias del Congreso "fue Domingo Faustino Sarmiento, en 1869. Entendía que era una práctica muy saludable en términos de mancomunión de los tres poderes de la república".

A partir de ahí se instaló la tradición, que tuvo muy pocas excepciones en tiempos democráticos. Una de esas ocasiones, recuerda Ossona, "fue en 1908: (José) Figueroa Alcorta no inauguró las sesiones del Congreso porque lo había cerrado. En 1914 tampoco lo hizo Roque Sáenz Peña porque estaba muy enfermo. Poco tiempo después falleció".

La etapa más atípica hasta el momento se vivió con Hipólito Yrigoyen al mando. Durante sus ocho años como Presidente nunca fue a inaugurar las sesiones ordinarias. "Mandaba a un secretario, decía tres o cuatro palabras y nada más", recuerda Ossona. 

Según su visión, esto se debía a dos motivos. Por un lado, tenía "una percepción particular del Congreso como un contubernio donde estaban los enemigos del pueblo". Y, por el otro, "era un hombre tímido, callado, no se le entendía cuando hablaba". De hecho, fue conocido por no haber pronunciado grandes discursos ante las masas a pesar de haber sido un líder popular. 

De esta forma, queda claro que no existe formalmente una obligación por parte del Presidente de dar un discurso para abrir las sesiones. Por lo que, en el futuro, Milei podría optar por esta alternativa, considerando su propia percepción de las y los legisladores a los que en el pasado ya calificó de forma peyorativa. 

De regreso en la historia, luego comenzó una etapa del país signada por los golpes de Estado: durante esos años, obviamente no hubo presidentes constitucionales frente al Congreso. En 1984, cinco meses después de asumir -en aquel entonces las sesiones comenzaban el 1° de mayo- Raúl Alfonsín protagonizó un "acto fundacional para la democracia argentina" según Ossona.

En aquel entonces, uno de los principales objetivos fue defender la frágil democracia que se acababa de recuperar. En ese contexto, Alfonsín sostuvo que "la democracia solo funcionará en plenitud cuando todos estemos dispuestos a anteponer los intereses de la república a ideas particulares que resultarían estériles si no se compatibilizaran con las del conjunto de la sociedad".

Un mensaje prácticamente contrapuesto a la prédica del oficialismo actual. Lo mismo que en el siguiente pasaje en el que Alfonsín agregó que "para ello se requiere del diálogo que presupone la unidad de los dialogantes, y esta unidad exige un amplio espíritu de reconciliación. Sin reconciliación y diálogo aparecerán las tendencias a la fragmentación".

Quien pronunció un discurso que tranquilamente podría suscribir y utilizar Milei es Carlos Menem. De hecho, no es casual por la simpatía que mostró el mandatario actual por el riojano. "Que nadie se equivoque. La transformación del Estado, la privatización de empresas públicas, la eliminación de regulaciones, la racionalización administrativa, el saneamiento de las cuentas fiscales, la apertura al mundo y la ausencia de controles innecesarios no constituyen un mecanismo para ponerle una bandera de remate a nuestro estado nacional, sino todo lo contrario", sostuvo el tío del actual presidente de la Cámara de Diputados.

Con el diario del lunes, no envejeció nada bien el pedido que hizo Fernando De la Rúa ante los legisladores. El cordobés que supo ser el primer jefe de Gobierno porteño dijo estar "convencido de que merezco la oportunidad que el pueblo me dio en las urnas de implementar mi plan para superar la crisis. Esto me parece justo".

Eduardo Duhalde, quien debió asumir el Ejecutivo en medio de una profunda crisis, inauguró en dos oportunidades las sesiones ordinarias. Y tuvo un mensaje muy contrapuesto a los tiempos que corren, por lo menos en la Casa Rosada. 

"Asumí la responsabilidad de presidir un gobierno de convergencia en circunstancias verdaderamente críticas con un país quebrado y al filo de la anarquía. La justicia social es uno de los valores máximos y más entrañables. Señores, hay una sola garantía para la paz: la justicia social", manifestó.

Ya en los albores del kirchnerismo, además de la economía, que siempre está presente, hubo reiteradas menciones a las políticas de derechos humanos. En 2005, Néstor Kirchner daba su visión, también muy contrapuesta al gobierno actual, en especial por el papel del estado. 

Sostenía que "nuestro objetivo como estado es ayudar para que otros puedan. Estamos convencidos de que es necesario trabajar por la generación de igualdad de oportunidades para poder efectivizar la justicia social. (...) Queremos un estado para todos y no solo para unos pocos. Un estado representativo, ético, consciente de su lugar y responsable de sus funciones, fruto de los valores, no solo enunciados, que intentamos llevar permanentemente a la práctica".

Luego llegaron ocho inauguraciones de Cristina Kirchner ante la Asamblea Legislativa. En general fueron alocuciones largas y, al inicio, llamó la atención que no leyera sus discursos. Uno de los más destacados fue el de 2013, que tuvo varios momentos destacados. 

Por un lado, defendió el memorándum de entendimiento con Irán, que a la postre no daría réditos. Por otro lado, acuñó una expresión que se mantendría entre sus seguidores. Sostuvo en 2013 que "esta es la década ganada por todos los argentinos, ganada por las cosas que hemos logrado porque se puede ganar una elección, pero se puede perder el gobierno".

Además, lanzó una de sus propuestas más controvertidas: la llamada democratización de la Justicia. Anunció que enviaría leyes al Congreso para que el Consejo de la Magistratura sea conformado por el voto popular. "Yo quiero una justicia democrática y no corporativa, no dependiente de los factores económicos. Ni los jueces ni los abogados tienen coronita para ser elegidos entre ellos", sostuvo. Estos proyectos, sin embargo, no tuvieron apoyo legislativo y no prosperaron.

Frente al Congreso, en 2016, Mauricio Macri estableció sus tres principales objetivos para la presidencia, en otro hecho bastante recordado. Al principio por la tropa propia, pero luego por opositores, ya que no los pudo cumplir. "Los tres grandes desafíos son una Argentina con pobreza cero, derrotar el narcotráfico y unir a los argentinos", aseguró.

Otra frase que no envejeció bien fue la de Alberto Fernández. Cuando anunció que enviaría un proyecto para legalizar la interrupción legal del embarazo, no tanto por la concreción de ese derecho que ocurrió sino por lo que luego la Justicia pondría bajo el foco de la opinión pública a partir de la denuncia de la exprimera dama Fabiola Yañez, contra su pareja por violencia de género. Abogó en aquella ocasión el entonces mandatario por "un estado presente (que) debe proteger a los ciudadanos en general y obviamente a las mujeres en particular".

Finalmente, el año pasado Milei tuvo su primera apertura de sesiones. Hoy parece ciencia ficción, pero hace un año convocó a los gobernadores a la provincia de Córdoba para firmar el Pacto de Mayo. Finalmente, quienes lo firmaron lo hicieron en julio, en Tucumán. Pero el Consejo de Mayo que se prometía como órgano federal y multisectorial para consensuar políticas públicas nunca se conformó y tampoco hay, de momento, vistas de que vaya a suceder.