Cuando la educación especial a niños y jóvenes con autismo cobra sentido: "Enseñamos a vivir"
Aucavi sur atiende a 57 alumnos con autismo desde los 3 hasta los 22 años.

En el Colegio Aucavi Sur, un centro de educación especial ubicado en el barrio del Sector III de Getafe, la educación se reinventa. Desde las 9 de la mañana hasta las 4 de la tarde, este centro concertado con la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid despliega una intensa actividad centrada en niños, niñas y jóvenes con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA). Un equipo multidisciplinar altamente comprometido da forma a un modelo educativo singular, donde cada gesto y cada rutina está pensada para favorecer la autonomía, la comunicación y la participación activa del alumnado.
El perfil promedio del alumnado es el de niños y jóvenes con autismo de grados 2 y 3, con grandes necesidades de apoyo, que requieren adaptaciones específicas tanto en el ámbito de la comunicación como en la regulación emocional y las habilidades sociales. La mayoría presenta dificultades significativas de autonomía y necesita intervenciones continuadas y muy personalizadas.
Gestionado por Fundación Aucavi, que tiene otro centro en la zona sur de la ciudad de Madrid, el colegio de Getafe acoge a estudiantes desde los 3 hasta los 22 años, divididos en Infantil, Educación Básica Obligatoria (EBO) y Talleres Formativos (TF). Lejos de los esquemas clásicos, la organización de los grupos se adapta a la edad, nivel cognitivo, lenguaje y relaciones personales de cada alumno. Como explica Isabel del Castillo, tutora en el centro, "las aulas son flexibles y se ajustan constantemente a las necesidades individuales de los chicos y chicas". En cada clase, el acompañamiento es constante: las ratios son pequeñas y se refuerzan con profesionales de apoyo para asegurar una atención individualizada.
La plantilla del colegio es un ejemplo de compromiso y vocación. 11 tutores, 3 logopedas, 2 maestros de talleres, 8 auxiliares de aula y 2 profesores de apoyo conforman el equipo, además de orientadora, trabajadora social y personal voluntario. La cooperación entre profesionales es constante. "Aquí nadie trabaja solo. Si una persona se retira por desgaste o necesidad, el equipo responde. Esa es nuestra fuerza", subraya Isabel. En cada aula, las sesiones se coordinan entre tutores, logopedas y orientadores, buscando siempre una intervención globalizada.
Desde que comienza el día, el ambiente está cuidadosamente estructurado. Las aulas están preparadas con materiales adaptados, pictogramas y agendas visuales individualizadas. Las rutinas son fundamentales para dar seguridad. Como detalla Celia Ros, logopeda, "trabajamos con el CIF, la Clasificación Internacional del Funcionamiento, que nos marca nueve áreas clave como la autonomía, el lenguaje o las habilidades sociales". Este enfoque permite que cada alumno avance a su ritmo, con apoyos que se ajustan progresivamente.
Los alumnos mayores se enfrentan a desafíos formativos que miran al futuro. Los talleres prelaborales de cafetería, jardinería o lavado de coches se han convertido en espacios clave para el desarrollo de competencias funcionales. "Lo importante no es que sepan sumar fracciones, sino que puedan pedir un café o tomar el autobús solos", afirma Bernardo Bermejo, profesor con más de tres décadas de experiencia. Estos espacios permiten a los jóvenes adquirir habilidades que les abrirán puertas en la vida cotidiana.
Aucavi Sur también pone especial énfasis en la salud y el autocuidado. En el aula de salud, los alumnos se familiarizan con instrumentos médicos y rutinas de higiene para prevenir miedos o bloqueos. "Trabajamos con simuladores de pruebas médicas o con elementos como tiritas para evitar el rechazo en situaciones reales", cuenta Isabel. Esta desensibilización progresiva es clave para quienes presentan rigidez conductual o hipersensibilidad.
La autonomía personal se trabaja desde pequeños detalles hasta grandes logros. El acompañamiento en la higiene íntima, la gestión de la menstruación o el uso del baño son aprendizajes fundamentales. "Aunque tengan menos flujo o más, cada tres horas se cambian la compresa. Les damos un apoyo que luego vamos retirando", señalan desde el centro. Se trata de preparar a las chicas para que no dependan de nadie, que puedan hacerlo por sí mismas.
Uno de los temas más complejos y mejor abordados en el centro es la sexualidad. Lejos de tapujos, se entiende como una necesidad fisiológica y un derecho. Se acompaña a las familias, se consensuan los apoyos y se trabaja de forma funcional. "No negamos el deseo, lo guiamos: cuándo, cómo y dónde", afirma Isabel. "Hay chicos que se masturban viendo papeles rasgados o tocando codos. Y eso también es válido. Cada uno tiene su forma de sentir y merecen respeto".
La regulación emocional es otra de las claves del centro. Sala de tranquilidad, espacios de contención, circuitos sensoriales y protocolos de apoyo inmediato forman parte de la estructura del colegio. Los profesionales trabajan con una consigna clara: intervenir desde la calma. "Tú no puedes decir que el niño está tranquilo si tú estás desesperado", afirma Isabel. La estabilidad emocional del adulto es parte esencial del proceso educativo.
El lenguaje es una prioridad transversal. Cada alumno dispone de su sistema: comunicadores digitales, cuadernos de imágenes o pictogramas personalizados. Celia explica que "no es lo mismo saber señalar una pizza que poder pedirla". El objetivo es que cada persona pueda expresar sus necesidades, emociones y decisiones, ya sea con palabras o con sistemas alternativos.
El vínculo con las familias es diario y esencial. Correos informativos, tutorías constantes y jornadas de puertas abiertas mantienen una comunicación fluida. "Nuestros chicos no pueden contar lo que pasa en clase. Por eso las familias tienen que verlo con sus propios ojos", insiste Isabel. La confianza mutua es la base sobre la que se construye todo el trabajo educativo.
Educar en autismo no es cambiar al alumno. Es adaptar el mundo para que tenga su lugar en él
Desde sus inicios en 2015 con solo 14 alumnos, Aucavi Sur ha experimentado un crecimiento exponencial. Hoy cuenta con tres edificios, gimnasio, aula multisensorial, aula hogar, huerto, cafetería y zonas de juego. Todo ello ha sido posible gracias al impulso de la Fundación Aucavi, el apoyo institucional y la implicación del entorno.
Sin embargo, el centro cuenta actualmente con listas de espera que dificultan el acceso de nuevos alumnos y la demanda supera las plazas disponibles. Además, a pesar del compromiso del equipo, las condiciones laborales de los profesionales, especialmente los auxiliares, siguen siendo mejorables, con sueldos ajustados a pesar de la alta exigencia física y emocional del trabajo. "Este debería ser considerado un empleo de alto riesgo emocional y físico", reivindica Bernardo Bermejo.
El aprendizaje no se queda en las aulas. Cada semana, los alumnos salen a comprar, ir al centro de salud o tomarse un café en el barrio. La inclusión se practica en entornos reales. "Cuanta más información damos al entorno, menos prejuicios hay y más inclusión logramos", destaca el equipo directivo. La relación con el vecindario es cercana y basada en el conocimiento mutuo.
En Aucavi Sur no hay campanas que marquen el fin de las clases. El sonido que domina es el del compromiso de decenas de profesionales que, jornada tras jornada, acompañan a sus alumnos para que puedan construir, poco a poco, su propio relato de vida.