Cuando en su primer discurso como León XIV Robert Prevost rompió el protocolo para improvisar, en español, un amistoso mensaje al pueblo peruano de Chiclayo, la gran mayoría de peruanos, todavía sorprendidos con su elección, nos preguntamos a qué se debía el saludo. Casi de inmediato empezaron a circular las noticias relativas a los roles que, con dos prolongadas interrupciones, Prevost ejerció en el país sudamericano durante veinte años: primero como misionero agustiniano en la ciudad de Chulucanas (Piura), luego como prior en Trujillo y finalmente como obispo de Chiclayo, importante ciudad costera del norte. Una larga estancia que, además, le permitió ser testigo de coyunturas muy problemáticas. Recordemos que Prevost llega al Perú en 1985, año marcado por una...
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