Cómo México entregó más de la mitad de su territorio a Estados Unidos y la indemnización que recibió

Más de 30,000 muertos, una economía en ruinas y la pérdida de grandes territorios: el costo de la guerra que cambió el mapa de Norteamérica y dejó una huella imborrable entre dos naciones

Mar 17, 2025 - 19:46
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Cómo México entregó más de la mitad de su territorio a Estados Unidos y la indemnización que recibió

Los delegados mexicanos sabían que no había alternativa. Con la capital ocupada, el ejército deshecho y un país al borde del colapso, sólo quedaba rendirse. Frente a ellos, los representantes de los Estados Unidos de Norteamérica esperaban en silencio. Sin margen para negociar, México firmó el acuerdo que selló la pérdida de más de la mitad de su territorio a cambio de una suma de dinero. Lo que había comenzado como un conflicto fronterizo terminaba con un mapa radicalmente modificado y la subordinación de una nación a otra.

Durante la década de 1840, Estados Unidos enfrentó a México en una guerra sangrienta que le permitió hacerse de lo que hoy son estados como Texas, California y Arizona. Murieron más de 30.000 soldados, se desplomó la economía del país azteca y marcó para siempre la cultura de ambas poblaciones. En un contexto en que el Presidente Donald Trump insta a reforzar la seguridad en las fronteras, insiste en cambiar el nombre del Golfo de México y amenaza con imponer aranceles a sus productos, este episodio toma valor como precedente significativo de la relación entre ambas naciones.El territorio mexicano proyectado, previo al enfrentamiento de 1846

“En la guerra, México se enfrentó sin recursos específicos ni fondos de emergencia, una territorialidad poco delimitada y sólo 23.000 hombres frente a un Estados Unidos que contaba con 45.000 soldados y un presupuesto superior. El enfrentamiento duró 20 meses y causó numerosas víctimas fatales. Hoy es un hito clave de la historia nacional”, narra Héctor Orestes Aguilar, agregado cultural de la Embajada de México en la Argentina.

Rebecca Villalobos Álvarez, Doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México y profesora especializada en los siglos XIX y XX, explica a LA NACION el contexto que llevó a ambos países a este enfrentamiento.

—¿Cómo estaba México antes de empezar la guerra?

—En 1846 apenas había cumplido tres décadas de independencia y enfrentaba una situación de extrema fragilidad. Después de una guerra por la soberanía larga y desgastante entre 1810 y 1821, el país sufría de inestabilidad política y debilidad económica. Luchaba por consolidar un Estado nacional en medio de conflictos internos, una economía precaria y relación tensa con las potencias europeas. Esto, sumado a ser un gran territorio con fronteras poco definidas, lo convirtió en el escenario perfecto para la ambición expansionista norteamericana.El Rio Bravo, gran zona de conflicto durante la guerra y hoy zona fronteriza

—¿Y cómo se encontraba Estados Unidos?

—Ellos por el contrario sí habían consolidado su economía de mercado, con la producción de materias primas como motor clave en el sur, y la manufactura y comercio en el norte. La construcción de infraestructura, como canales y ferrocarriles, facilitó el transporte de bienes y personas, conectando mercados y estimulando el crecimiento. También había fortalecido la industria nacional con políticas arancelarias proteccionistas. Por esto, la expansión hacia el oeste ofrecía nuevas oportunidades económicas y consolidaba el modelo de desarrollo estadounidense.

—Esta clara superioridad económica, ¿se daba también en lo político?

—Sí, había alcanzado para 1846 un grado de estabilidad institucional y política considerable. La Constitución de 1787 seguía siendo la base del sistema democrático, con un gobierno federal funcional y una sucesión pacífica de administraciones. La consolidación de partidos políticos, como los demócratas y los whigs, canalizaba el debate político dentro de un marco institucional sólido. Aunque persistían desafíos, el país mantenía un equilibrio entre el poder ejecutivo, legislativo y judicial, sentando las bases de su crecimiento como nación.

—¿Cómo se tradujo ese poderío en una expansión territorial?

—En este contexto, miles de colonos estadounidenses comenzaron a desplazarse hacia el suroeste en busca de tierras fértiles y mayores oportunidades económicas. Las extensas llanuras y suelos adecuados para la agricultura y ganadería resultaban especialmente atractivos para quienes querían establecerse y prosperar. Pero esta llegada masiva de nuevos pobladores generó tensiones con las autoridades locales y con quienes ya habitaban esas regiones, derivando en conflictos políticos y militares que redefinieron las fronteras del país.Ilustración de la Batalla de Monterrey, dada en Septiembre de 1846

Además, esta expansión estaba fuertemente respaldada por la idea del “Destino Manifiesto”, una creencia que sostenía que Estados Unidos tenía la misión histórica de extender su civilización y sistema de gobierno por toda América. Para quienes defendían la ocupación territorial esto justificaba su conducta, presentándola como un mandato divino. La confrontación con México no era solo el resultado de intereses económicos o estratégicos, sino parte de un proceso inevitable de expansión nacional.

“La prensa utilizó el Destino Manifiesto, centrado en la idea de que el pueblo estadounidense está predestinado por la Providencia a ocupar el continente de mar brillante a mar brillante, para legitimar el impulso expansionista. Se creía que cualquier pueblo que se interponga en el destino iba contra el proceso de modernización global”, afirma Erika Pani, Doctora en Historia e investigadora del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, especializada en la historia política de México y Estados Unidos durante el siglo XIX.

La anexión de Texas, el disparador definitivo

Gran parte de estos migrantes estadounidenses comenzaron a establecerse en Texas, entonces parte del territorio mexicano y la población angloparlante superó rápidamente a la de origen hispánico. Esto permitió que, en 1836, Texas declarase su independencia, con 9 años de tensiones hasta que en 1845 fue anexada formalmente por Estados Unidos. Este fue el desencadenante que dio inicio a la guerra”, explica el agregado cultural mexicano en Buenos Aires.

La guerra fue profundamente desigual y Estados Unidos avanzó rápidamente sobre territorio mexicano. Figuras como los generales Zachary Taylor y Winfield Scott lideraron campañas decisivas. Del lado mexicano, Antonio López de Santa Anna emergió como una figura central, aunque controvertida.La recepción de ciudadanos estadounidenses a las noticias sobre los avances en la guerra contra México

“Las batallas fueron brutales. Según estimaciones citadas por Peter Guardino en La marcha fúnebre, más de 13.000 soldados estadounidenses y al menos 25.000 mexicanos perdieron la vida. La guerra no sólo devastó a los ejércitos, sino también a las comunidades civiles, cuyas economías y formas de vida fueron destruidas por los combates y las requisiciones de recursos”, afirma Rebecca Villalobos Álvarez.

—¿Cómo concluyó la guerra?

—El 2 de febrero de 1848, en la localidad de Guadalupe Hidalgo, cerca de la Ciudad de México, se firmó el tratado que puso fin al enfrentamiento bélico. Este documento, compuesto por 23 artículos, estableció la cesión de más de 2.4 millones de kilómetros cuadrados de territorio mexicano a Estados Unidos, lo que representaba más de la mitad del territorio nacional.

—¿Se le dio alguna compensación a México por ello?

—México recibió a cambio una indemnización de 15 millones de dólares, una suma irrisoria comparada con el valor estratégico y económico de las tierras perdidas. Además, el tratado redefinió la frontera entre ambos países, estableciendo el Río Bravo como límite sur de Texas y cediendo territorios que hoy conforman California, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y partes de Wyoming. El tratado también incluía disposiciones sobre los derechos de los mexicanos que permanecieron en los territorios cedidos. Pero como remarca Guardino, estas garantías fueron frecuentemente ignoradas, y muchos mexicanos perdieron sus tierras y derechos en los años siguientes.Litografía a mano de James Baillie sobre la Batalla de Buena Vista, donde el ejército estadounidense, bajo mando del general Taylor, venció por completo

—¿Cómo afectó a la economía mexicana el tratado?

—Para México, las consecuencias de la guerra fueron catastróficas. La economía, ya debilitada, colapsó debido a la interrupción del comercio y la incapacidad de recaudar impuestos. El gobierno se vio obligado a contraer más deudas, agravando una crisis financiera que se arrastraba desde la independencia.

—¿Y a Estados Unidos?

—Estados Unidos, en cambio, emergió como una potencia continental. La adquisición de nuevos territorios amplió su frontera agrícola y le proporcionó acceso a vastos recursos naturales, incluyendo oro y otros minerales. Poco tiempo después de la anexión, se descubrió oro en California en 1848, lo que desató una fiebre migratoria sin precedentes y consolidó aún más el papel de la región en la economía nacional. Este crecimiento, sin embargo, exacerbó las tensiones internas sobre la expansión de la esclavitud, contribuyendo al estallido de la Guerra Civil en 1861.

Un conflicto inesperado

A medida que Estados Unidos se expandía hacia el oeste, el debate sobre si los nuevos territorios permitirían la esclavitud se convirtió en una cuestión central. Los estados del sur, cuya economía dependía de grandes plantaciones de algodón y mano de obra esclava, veían en la expansión una oportunidad para fortalecer su modelo productivo.

El norte, en contraste, tenía una economía basada en la industria y agricultura de pequeños propietarios, buscaba limitar la propagación de la esclavitud para evitar que los terratenientes esclavistas dominaran la política y la economía de los nuevos estados. La tensión entre estos dos modelos de país alcanzó su punto crítico con el Compromiso de 1850 y la Ley de Kansas-Nebraska de 1854, que agudizaron las divisiones y allanaron el camino hacia el conflicto armado. La Guerra Civil fue, en gran medida, el resultado de la imposibilidad de conciliar estas visiones opuestas de la nación, un dilema nacido en buena parte de la propia expansión territorial.La guerra civil estadounidense estuvo motivada por la pugna entre dos modelos de país contrapuestos

Legado y vida en la frontera

La guerra dejó una huella que excede lo material para convertirse en un hecho social que marca profundamente a ambos países. Uno de los más evidentes es la presencia del español en los territorios que antes pertenecían a México. A pesar del dominio político y económico estadounidense, el idioma se ha mantenido como una lengua ampliamente hablada en estados como California, Texas, Arizona y Nuevo México. La toponimia de ciudades, ríos y montañas sigue reflejando sus orígenes mexicanos, con nombres como Los Ángeles, San Diego, Santa Fe y El Paso, que evidencian la permanencia de una identidad hispánica en la región.

“En la frontera, las huellas de este pasado son visibles en la cultura, la lengua y la vida cotidiana. Los nombres de ciudades, las tradiciones, anécdotas y la presencia de comunidades hispanohablantes son testigos de la herencia mexicana en el suroeste estadounidense. Quien no vea la presencia de la cultura mexicana en Estados Unidos es ciego”, afirma Rebecca Villalobos Álvarez.Vista aérea de camiones haciendo fila para cruzar a Estados Unidos cerca de la valla fronteriza entre Estados Unidos y México en Tijuana, estado de Baja California, México, el 24 de abril de 2019

El mestizaje cultural es otro fenómeno que resalta en la actualidad. Las tradiciones, la gastronomía y las festividades mexicanas son parte esencial de la vida cotidiana en el suroeste de Estados Unidos. “Para comprender la influencia no hace falta más que pensar que más de la mitad de Estados Unidos come mexicano. Uno es lo que come…”, grafica el agregado cultural de México en Buenos Aires. Otras celebraciones como el Día de los Muertos, el Cinco de Mayo y las fiestas patronales también tienen una fuerte presencia.

Las comunidades de fronteras son aquellos lugares donde se percibe con más claridad este diálogo cultural. Si bien la cesión territorial separó a comunidades enteras, el contacto transfronterizo nunca se rompió del todo. Las ciudades ubicadas en la frontera como Tijuana, Ciudad Juárez, Nogales y Reynosa mantienen una estrecha relación con sus contrapartes estadounidenses, generando dinámicas de intercambio comercial y social que han moldeado una identidad fronteriza propia. En estas zonas, es común encontrar familias con miembros a ambos lados de la frontera, una movilidad laboral intensa y una mezcla de estilos arquitectónicos, gastronómicos y lingüísticos.

La influencia cultural estadounidense en México también es innegable, especialmente en los estados del norte. La cercanía con Estados Unidos ha propiciado una fuerte adopción de costumbres, modas y formas de vida provenientes del país vecino. La presencia mexicana en el sur estadounidense ha permeado, sin dudas, sus sociedades con una identidad bicultural imborrable.