Cerraron al menos cuatro tradicionales colegios de la ciudad y el Gran Buenos Aires
A días del inicio de un nuevo ciclo lectivo, expertos en educación hablan de las razones de un fenómeno que se profundiza año a año
Los embates de la pandemia y de la crisis económica que marcó los años siguientes fueron solo una parte del problema. Tanto en la Ciudad como en la Provincia de Buenos Aires, los colegios históricos y los nuevos enfrentan una problemática de fondo que se recrudece año a año: una caída de la natalidad sin precedente.
Se trata de una fenómeno global que, como contó hace una semana LA NACION, ha generado tal escasez de demanda en el sistema educativo, que derivó en que decenas de colegios y jardines de infantes del Área Metropolitana de Buenos Aires se hayan visto obligados a cerrar salas de nivel inicial, y que otros tantos todavía tengan vacantes libres para el ciclo lectivo 2025, que comienza dentro de pocos días. Algo inédito años atrás.
Incluso, hay establecimientos a los que la falta de nuevos alumnos ha golpeado a tal punto que se vieron obligados que cerrar.
Este es el caso del Colegio San Ignacio, de Vicente López, que en diciembre pasado despidió para siempre a sus alumnos de nivel inicial, primaria y secundaria. Lo mismo ocurrió en el colegio Green Highland, de Flores. También cerró este año el Jardín Juguemos de San Miguel, tras casi 40 años funcionando. Y en los últimos dos años debieron enfrentar situaciones similares otros establecimientos históricos, como es el caso del Highlands College de Vicente López —cuyo castillo se encuentra abandonado desde entonces—, el tradicional colegio San Fernando y el histórico Coghlan College, entre otros.
“El cierre de escuelas privadas es profundamente doloroso, ya que estas instituciones están plenamente insertadas en el tejido social y constituyen referentes comunitarios. Cada cierre implica la desaparición de un proyecto educativo y la disolución de un equipo de trabajo comprometido”, destaca Martín Zurita, secretario ejecutivo de la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de Argentina (Aiepa).
Destaca que los cierres son multicausales, ya que, además de la falta de alumnos, en muchos casos también ha calado profundo la crisis económica generada por la suba de los servicios y la morosidad en el pago de las cuotas.
Al menos por ahora, sostiene Zurita, la baja en la natalidad golpea de manera especialmente fuerte a los jardines de infantes. Aunque especialistas en el tema destacan que, en los próximos años, su impacto comenzará a escalar al nivel primario y el secundario.
Un fenómeno que crece año a año
En la Argentina, la baja en la natalidad comenzó a acentuarse a principios del 2000, pero en los últimos años la pendiente a la baja se ha disparado. De acuerdo a un informe de Cippec publicado este mes, los últimos datos oficiales de nacimientos de 2023 muestran que la tasa global de fecundidad argentina bajó un 7% respecto de 2022, y un 43% en los últimos 10 años.
El fenómeno está vinculado, de acuerdo a un informe reciente del Ministerio de Educación porteño, a “cambios sociales y económicos, incluyendo una mayor autonomía de las mujeres, la reducción de la maternidad adolescente y cambios en las expectativas reproductivas”.
Los efectos en el mundo escolar son fuertes: para 2025 —se destaca en este documento—, la matrícula del nivel inicial cae un 34% respecto de 2019. En tanto, para 2028, vaticinan, la tendencia afectará al siguiente nivel: la cantidad de estudiantes en primaria se reducirá un 25%.
Tanto el informe de la ciudad de Buenos Aires como los investigadores de Cippec sostienen que esta situación también abre nuevas oportunidades estratégicas, como la posibilidad de avanzar en la ampliación de la jornada escolar, dado que hoy los padres necesitan más que nunca una educación de doble jornada para sus hijos. Pero, a su vez, el fenómeno lleva a la necesidad de una reorganización de la estructura del establecimiento, que, destacan desde Aiepa, no todas las instituciones están en condiciones de afrontar.
Este es el caso del Colegio San Ignacio, que funcionó durante 28 años en Olivos, y cuyo jardín de infantes, Mirasoles, había cumplido 42 años el año pasado, cuando toda la institución decidió cerrar sus puertas de manera definitiva.
Una situación similar a la que enfrentó el año pasado el Colegio San Fernando, uno de los más importantes e históricos del partido homónimo de zona norte. Funcionaba desde hacía 69 años y tenía jardín, primaria y secundaria. Según informaron a este diario ex docentes, cerró por una crisis financiera generada por una sumatoria de problemas económicos y una permanente baja en la cantidad de alumnos. “Siempre fue muy buen colegio. Pero, como en los últimos años tenían pocos alumnos, la cuota era cara, y se fue volviendo inviable el proyecto”, dijo tras el cierre Mónica Rivas, vecina de la zona y ex docente del colegio.
La situación afectó de manera directa también a dos jardines de infantes históricos: el Jardín Juguemos de San Miguel, con 37 años de aportes, y el jardín maternal Coghlan College, con 40. “Venía acumulando deudas desde la pandemia. En el último tiempo, quedaban apenas 40 chicos y, así las cosas, era muy difícil que los números les cerraran. Además, no tenían subvención del Estado”, explicó a LA NACION una persona cercana a la institución al momento del cierre.
“Cada vez se hará más difícil”
“En los años 80 había tres hijos por familia, hoy ese número es de 1,3. Hay una enorme necesidad de incorporar chicos en el nivel inicial, porque si no la caída de la matrícula se proyecta en unos años a todos los niveles y cada vez se hará más difícil a las instituciones sostener el servicio”, había afirmado a LA NACION Carlos Meira, director de la consultora Meira Productivity, quien se dedica a asesorar a escuelas privadas.
Sostuvo que la baja natalidad es desde hace años una de las preocupaciones de los colegios, y que “está trayendo y va a traer en los próximos años una crisis más profunda”.
A los efectos de la baja natalidad se suma la crisis económica que en los últimos años afectó fuertemente a los colegios y también las demandas de los padres, que exigen la actualización de la metodología de enseñanza y de los contenidos académicos. Una exigencia que, para colegios que ya se encuentran en crisis, se vuelve, en muchos casos, una demanda imposible de saldar. “Las demandas de las familias son lógicas, porque todas aspiran a una educación de calidad, muy actualizada y en condiciones adecuadas. Esto implica un nivel de inversión que a muchas escuelas les cuesta alcanzar con los niveles arancelarios actuales”, sumó Zurita.
En el caso de los colegios ubicados en Capital Federal y en las principales ciudades del país, a la baja de la natalidad se suma otra variable que afecta a la baja de las vacantes, según Zurita: los cambios en la distribución demográfica de la sociedad, que se dieron con especial fuerza tras la pandemia, es decir gente que dejó la ciudad para mudarse a espacios con más aire libre.