Aranceles vs. mitin en el Zócalo
Hay demasiado en juego por los aranceles de Donald Trump para que la primera movida de Claudia Sheinbaum y la 4T sea una megaconcentración de adeptos en el Zócalo.

Llegaron los primeros aranceles contra México y el gobierno repite hasta el cansancio que están listos para contestar con el plan A, B, C…, pero mientras los aplican, se les ocurrió la genial idea de convocar a un mitin en el Zócalo con buena parte de acarreados para apapachar a la presidenta, quien, por cierto, goza del más alto nivel de popularidad que haya tenido cualquier presidente en los últimos 25 años.
La serenidad y paciencia a la que llama la doctora debe estar respaldada por el paquete de medidas comerciales y no políticas con las que se tiene que contestar, tal como ocurrió en 2018 con Peña Nieto ante la imposición de aranceles.
Hay demasiado en juego para que la primera movida de piezas del gobierno de la 4T sea una megaconcentración de adeptos en el Zócalo para mostrar el músculo al Tío Sam, como si esto le preocupara o haber violado el T-MEC.
La insensibilidad de los liderazgos mesiánicos en el pasado, causó guerras, muerte y destrucción. Eso es lo que quiere alentar el binomio Trump-Sheinbaum. Uno, con sus locuras y otra, con sus arengas antigringas.
No hay que olvidar que los pueblos mexicano y estadounidense están hermanados contra arrebatos del poder. Lo que significa que nadie se debe ver tentado a denostar a nuestros vecinos del norte por la simple condición de ser aquel país o de estar bajo la égida de Donald Trump.
El llamado a la defensa de México y su soberanía por parte de Sheinbaum responde más a la estrategia de un populista de izquierda que a una acción de un estadista.
Qué pretende lograr la primera mujer presidenta con un mitin en el Zócalo, además de exacerbar el ánimo de sus huestes contra Trump y los norteamericanos, que se reflejará en un nacionalismo ramplón como evitar consumir productos de aquel país o no acudir a sus establecimientos que tienen en México, sin considerar que el 99% de los trabajadores de esas empresas son mexicanos.
En teoría, el día de mañana va a efectuarse una llamada telefónica entre Sheinbaum y Trump y, de ese encuentro, dice la mandataria mexicana, se tendrá más luz sobre lo que tiene que hacer el gobierno que comanda, aunque de la comunicación telefónica no se debe esperar mucho, mientras no se haga una limpieza de narcopolíticos mexicanos incrustados en los tres niveles de gobierno, tanto del actual como el de López Obrador.
Esto no lo digo yo, sino los comunicados de la Casa Blanca en torno a la “relación inaceptable que tiene el gobierno mexicano con los capos de la droga”.
Se ha repetido hasta el cansancio que el mandatario estadounidense es un excelente negociador y ello implica que, ante el golpe asestado con la irrupción de aranceles, vendrán otros para doblegar a su contraparte y ello implica, entre otros castigos, convertir a México en tercer país seguro; en permitir explotar los yacimientos petroleros en el Golfo de México y tantas cosas más, que avanzarán si Sheinbaum muestra debilidad.
El agandalle y extorsión de Trump no se contestan con mítines públicos en la principal plaza del país, sino con acciones comerciales quirúrgicas, como establecer aranceles a productos de Estados Unidos que afecten a la clientela electoral del magnate inmobiliario.
Lo hemos dicho en otras ocasiones: los consumidores y empresas norteamericanas serán los principales aliados de México por la imposición de aranceles y tan solo será cuestión de tiempo para que estos muestren su rechazo al principal huésped de la Casa Blanca.
Con las trumpadas se acelera la recesión económica en nuestro país tras el impacto brutal en la pérdida de empleos formales, el disparo de la inflación y la devaluación, al tiempo de comprometer la calificación crediticia de México.
No solo México está sujeto a los arrebatos de Donald, allí está el caso de Ucrania, de la Unión Europea, Canadá, China, más los que se acumulen esta semana, y por ello debe contestar con sanciones comerciales y hacer la tarea en el combate contra los capos de la droga y sus cómplices incrustados en altas esferas del gobierno.
El oficialismo está acorralado por sus propios yerros del pasado y mientras exista ese sospechosismo de complicidad, pues no habrá medida que lleve a cabo la presidenta que frene a Trump, mientras no se aprehenda a esos malhechores de cuello blanco.
Si no lo hace ella, hay que recordar que los capos y los aliados ya son considerados como terroristas y ello, de suyo, obliga a actuar de inmediato.