Anécdotas de comunidades de vecinos: cuando la realidad supera a "La que se avecina"
Hasta los 31 años viví en una comunidad de vecinos murciana de clase media-baja. Aunque las paredes eran de papel y se oía con total nitidez la caída de un mondadientes en el piso de al lado, la particular idiosincrasia de la fauna humana que habitábamos el bloque me regaló muchísimas horas de risas a carcajadas (como podréis intuir cuando acabéis la lectura, me encanta el humor negro). Seguidamente os contaré 13 anécdotas de mi vieja comunidad, que os pueden servir como radiografía de una parte muy importante de la sociedad española o simplemente para reír un rato, si es que os divierten.Anécdota 1.Uno de los dos patios interiores de la casa era lo bastante amplio para que el vecino del primero tuviese allí una mesa y unas sillas, acostumbrando a comer con su familia en el patio. Un mediodía, algún vecino de arriba tenía el estómago descompuesto, y no cesaba de tirarse pedos. Los de abajo (madre, padre, hija y dos nietas) comían aguantando estoicamente el concierto, hasta que la madre gritó "no puedo más!!" respondiéndole la hija "pero mamá, no te levantes, si el olor aquí no llega".Anécdota 2.Frente a mi puerta había un piso de estudiantes que, cada año, era ocupado por un grupo distinto. Una noche, las chicas que habitaban allí vomitaron en el hueco de las escaleras, justo en los 3 primeros escalones que estaban a unos 10 centímetros de su puerta. A la mañana siguiente, el aspecto de la vomitona era verdoso y todavía fresco. La vecina que limpiaba la comunidad a cambio de un sueldo, y que también vivía en nuestra planta (eran 3 viviendas por planta) llamó a su puerta y les preguntó qué era eso. Le replicaron que no lo sabían. Ella contraargumentó que claramente era una vomitera, y les preguntó qué hacía allí. Las chicas se inventaron que el autor fue un misterioso hombre al que encontraron dormitando junto a su puerta cuando llegaron de fiesta, y que huyó al verlas. La vecina les exigió que lo limpiaran.Un día después la vomitona seguía sin limpiar y se había vuelto marrón. Los vecinos de varias plantas se unieron y acudieron en grupo para exigir a las chicas que la limpiaran. Eran unos 6 vecinos. Cuando llamaron a su puerta, salió una chica que afirmó ser nueva y haberse instalado esa misma mañana, no teniendo conocimiento del origen y circunstancias de la vomitona. La chica sostuvo firmemente que estaba sola en el piso y no sabía cuándo volverían sus compañeras. Los vecinos acabaron creyéndole y decidieron volver a sus pisos con las manos vacías. Pero el ascensor, por enésima vez, se había roto sorpresivamente (les sirvió para bajar pero ahora no les permitía subir). Esto les obligó a volver a sus viviendas por las escaleras, pisando la vomitona entre exclamaciones de asco.Cuatro días después la vomitona se había vuelto negra y estaba claro que las chicas no la limpiarían. Así que la vecina encargada de tal menester acabó haciéndolo entre maldiciones. Hice una foto justo después de la primera limpieza (requirió dos más para que se fuera del todo la mancha).Anécdota 3. Eran los tiempos de la primera temporada de Operación Triunfo y una vecina se volvió fan absoluta. Tanto que ponía las canciones a un volumen ensordecedor. El vecino que tenía enfrente salió a su ventana del patio interior pequeño a exigirle que bajase el volumen. La vecina fingió no oírle (o tal vez no le oyese realmente) y el hombre comenzó a gritar cada vez con más fuerza, y acabó llamándole "gentuza". La vecina, por arte de magia, se curó de su sordera y salió a la ventana a gritarle "amargado". El vecino le replicó "ráscame los huevos a ver si se me quita el amargor". La vecina, sin amilanarse, adujo que "no tienes huevos ni para metérsela a tu mujer". Y la pelea a través del patio continuó cada vez con más estruendo.Al final alguien llamó a la policía local. La vecina acusó al vecino ante los agentes de haberle dañado la puerta pateándosela. Otros vecinos declaramos que eso era falso, que quien le dañó la puerta fue su padre (la vecina se llevaba muy mal con él y, una vez que el hombre fue a visitarle y no le abrió, se desahogó así). Al final la policía se fue y las aguas volvieron a su cauce poco a poco (esa tarde la vecina salió a insultar por la ventana de la calle al vecino cuando éste salió a tirar la basura, y el yerno de la vecina le amenazó diciéndole a gritos "llévate mucho cuidadito" por el patio interior, pero la cosa no fue a mayores).Anécdota 4.Una vecina del bloque de al lado tenía un puticlub muy sórdido en la Calle Carniceros. Básicamente era un edificio que parecía a punto de caerse en cualquier momento, ocupado por prostitutas árabes, aunque ella como madame era murciana de toda la vida. Los vecinos de esa parte del barrio estaban hasta las narices de la conflictividad derivada del puticlub, y tomaron varias medidas. Una fue montar patrullas vecinales en los dos extremos de la calleja donde se ubicaba para evitar que los clientes entrasen (técnicamente no podían impedirles el paso, pero trataban de avergonzarles di


Hasta los 31 años viví en una comunidad de vecinos murciana de clase media-baja. Aunque las paredes eran de papel y se oía con total nitidez la caída de un mondadientes en el piso de al lado, la particular idiosincrasia de la fauna humana que habitábamos el bloque me regaló muchísimas horas de risas a carcajadas (como podréis intuir cuando acabéis la lectura, me encanta el humor negro). Seguidamente os contaré 13 anécdotas de mi vieja comunidad, que os pueden servir como radiografía de una parte muy importante de la sociedad española o simplemente para reír un rato, si es que os divierten.
Anécdota 1.
Uno de los dos patios interiores de la casa era lo bastante amplio para que el vecino del primero tuviese allí una mesa y unas sillas, acostumbrando a comer con su familia en el patio. Un mediodía, algún vecino de arriba tenía el estómago descompuesto, y no cesaba de tirarse pedos. Los de abajo (madre, padre, hija y dos nietas) comían aguantando estoicamente el concierto, hasta que la madre gritó "no puedo más!!" respondiéndole la hija "pero mamá, no te levantes, si el olor aquí no llega".
Anécdota 2.
Frente a mi puerta había un piso de estudiantes que, cada año, era ocupado por un grupo distinto. Una noche, las chicas que habitaban allí vomitaron en el hueco de las escaleras, justo en los 3 primeros escalones que estaban a unos 10 centímetros de su puerta. A la mañana siguiente, el aspecto de la vomitona era verdoso y todavía fresco. La vecina que limpiaba la comunidad a cambio de un sueldo, y que también vivía en nuestra planta (eran 3 viviendas por planta) llamó a su puerta y les preguntó qué era eso. Le replicaron que no lo sabían. Ella contraargumentó que claramente era una vomitera, y les preguntó qué hacía allí. Las chicas se inventaron que el autor fue un misterioso hombre al que encontraron dormitando junto a su puerta cuando llegaron de fiesta, y que huyó al verlas. La vecina les exigió que lo limpiaran.
Un día después la vomitona seguía sin limpiar y se había vuelto marrón. Los vecinos de varias plantas se unieron y acudieron en grupo para exigir a las chicas que la limpiaran. Eran unos 6 vecinos. Cuando llamaron a su puerta, salió una chica que afirmó ser nueva y haberse instalado esa misma mañana, no teniendo conocimiento del origen y circunstancias de la vomitona. La chica sostuvo firmemente que estaba sola en el piso y no sabía cuándo volverían sus compañeras. Los vecinos acabaron creyéndole y decidieron volver a sus pisos con las manos vacías. Pero el ascensor, por enésima vez, se había roto sorpresivamente (les sirvió para bajar pero ahora no les permitía subir). Esto les obligó a volver a sus viviendas por las escaleras, pisando la vomitona entre exclamaciones de asco.
Cuatro días después la vomitona se había vuelto negra y estaba claro que las chicas no la limpiarían. Así que la vecina encargada de tal menester acabó haciéndolo entre maldiciones. Hice una foto justo después de la primera limpieza (requirió dos más para que se fuera del todo la mancha).
Anécdota 3.
Eran los tiempos de la primera temporada de Operación Triunfo y una vecina se volvió fan absoluta. Tanto que ponía las canciones a un volumen ensordecedor. El vecino que tenía enfrente salió a su ventana del patio interior pequeño a exigirle que bajase el volumen. La vecina fingió no oírle (o tal vez no le oyese realmente) y el hombre comenzó a gritar cada vez con más fuerza, y acabó llamándole "gentuza". La vecina, por arte de magia, se curó de su sordera y salió a la ventana a gritarle "amargado". El vecino le replicó "ráscame los huevos a ver si se me quita el amargor". La vecina, sin amilanarse, adujo que "no tienes huevos ni para metérsela a tu mujer". Y la pelea a través del patio continuó cada vez con más estruendo.
Al final alguien llamó a la policía local. La vecina acusó al vecino ante los agentes de haberle dañado la puerta pateándosela. Otros vecinos declaramos que eso era falso, que quien le dañó la puerta fue su padre (la vecina se llevaba muy mal con él y, una vez que el hombre fue a visitarle y no le abrió, se desahogó así). Al final la policía se fue y las aguas volvieron a su cauce poco a poco (esa tarde la vecina salió a insultar por la ventana de la calle al vecino cuando éste salió a tirar la basura, y el yerno de la vecina le amenazó diciéndole a gritos "llévate mucho cuidadito" por el patio interior, pero la cosa no fue a mayores).
Anécdota 4.
Una vecina del bloque de al lado tenía un puticlub muy sórdido en la Calle Carniceros. Básicamente era un edificio que parecía a punto de caerse en cualquier momento, ocupado por prostitutas árabes, aunque ella como madame era murciana de toda la vida. Los vecinos de esa parte del barrio estaban hasta las narices de la conflictividad derivada del puticlub, y tomaron varias medidas. Una fue montar patrullas vecinales en los dos extremos de la calleja donde se ubicaba para evitar que los clientes entrasen (técnicamente no podían impedirles el paso, pero trataban de avergonzarles diciéndoles a voces cosas como "no os da vergüenza iros de putas" para que se largasen). La otra fue montar manifestaciones nocturnas bajo la ventaba de la madame, donde al grito de "Fulanita (nombre ficticio de la madame), queremos libertad" o "Fulanita, no nos vamos a cansar" le exigían que cerrase el puticlub.
Al final la mujer se murió dedicándose a su negocio de toda la vida, y a día de hoy el puticlub sigue abierto con otra dueña, pero era pintoresco ver a los vecinos caminando en círculo con las pancartas, cual manifestantes norteamericanos, ante la atenta mirada de los sintecho y los inmigrantes que hacían botelleo en la plaza que había frente a mi ventana.
Anécdota 5.
La dueña del piso de estudiantes de mi bloque tenía contratado el mínimo de electricidad. Esto provocaba que les saltase el contador unas 4 veces por día, y los chicos-chicas tuviesen que bajar al cuarto de contadores a arreglarlo. Una noche, de tanto toquetearlo, el contador se les desatornilló y se quedó con los cables colgando. A la mañana siguiente, un vecino muy mayor estaba intentando arreglarlo con cinta aislante y sin dentadura, mientras repetía una y otra vez "el que ha hecho eso es un hijo de puta".
Anécdota 6.
Teniendo yo 12 años o así, el vecino de la anécdota anterior eructó fuertemente, atronando el patio interior. Yo le repliqué eructando con la misma intensidad. Esto derivó en un intercambio de eructos (unos 10 él y otros 10 yo) desde nuestras respectivas casas, que acabó en una fuerte carcajada del hombre mayor.
Anécdota 7.
Un día de julio, con un calor insoportable, intenté abrir la puerta de abajo de mi bloque y vi que algo la atascaba. Presioné más y escuché un gemido. Pensé que era un mendigo que se había colado en el portal a dormir. Cuando conseguí mover la puerta lo bastante para crear una rendija que me permitiese mirar dentro, encontré un charco de sangre en el suelo y un hombre gimiendo. Era un trabajador que había acudido al servicio de prevención SINAC (que ocupaban un piso en el primero) y por lo visto se mareó y se cayó por las escaleras, bloqueando la puerta con su cabeza. Llamé a todos los telefonillos para pedir a los vecinos que moviesen a la víctima y llamasen a una ambulancia.
Al final lo evacuaron con la mirada perdida, entre comentarios del tipo "madre mía está hecho un Cristo" o "pues el charco ese la Fulanita (la vecina que limpiaba la escalera) no lo va a querer limpiar". Lo sentí mucho por el hombre, pero no pude evitar reírme ante los comentarios de los vecinos que, teniendo delante semejante escena, se preocupaban por la futura reacción de la limpiadora.
Anécdota 8.
En mi vieja comunidad es habitual comunicarse mediante carteles. Aquí podéis ver las aportaciones que múltiples vecinos hicieron al cartel donde una vecina informaba de un corte de agua por obras en su casa.
Anécdota 9.
Del cartel que protagoniza esta anécdota, lamentablemente, no hice foto. Resulta que los del gas solían poner un folio en el ascensor para que los vecinos apuntásemos nuestro gasto. Y un vecino misterioso (siempre creí que el hombre mayor con quien protagonicé el concierto de eructos) los arrancaba. Tras arrancarlos, otro vecino ponía un cartel que decía "se ruega, a quien le moleste, que no arranque los carteles del gas". Y ese cartel también lo arrancaba. Y el que lo puso colocaba otro que decía "el que arranca los carteles o está mal de la cabeza o es un poquito sinvergüenza". Y el que los arrancaba ponía otro que decía "en esta comunidad no hay ni locos ni sinvergüenzas". La secuencia se reproducía casi todos los meses, y se volvió una tradición.
Anécdota 10.
El grupo de estudiantes (creo que ni lo eran) más impresentable que tuvimos, poseía un perro que se volvía loco casi diariamente. El perro echaba a correr escaleras abajo y se tiraba a un parterre de piedra sin plantas (las plantas, de plástico, las robaron años atrás y nadie las repuso) que había a la entrada del bloque. Removía la tierra a lo bestia, orinaba en el suelo y se calmaba. Como pasaba muy asiduamente, los vecinos decidieron echar azufre en el parterre y quedó con este aspecto de altar satánico.
Anécdota 11.
El vecino del 3B se quejaba de las humedades que había en el techo de su baño, y le requirió al del 4B que las arreglase. El del 4B escurrió el bulto durante meses hasta que, duchándose un día, se hundió el techo y quedó, de rodillas para arriba, en su piso, y de rodillas para abajo en el piso del vecino. Tuvieron que venir los bomberos a sacarle.
Anécdota 12.
El libro de actas de mi comunidad era digno de ser leído por lo tremendamente imaginativas que resultaban sus faltas de ortografía. Por ejemplo, se escribía "empate" como "en paté". Otra vez escribieron "acectar" en vez de "aceptar" o "muncho" en vez de "mucho", y otra vez "tuvo" como "tubo", pero después de haber escrito como cinco "b" y "v" una encima de otra (el secretario se esforzó mucho en buscar la solución y plasmó cada cambio de criterio en el papel), dejando un borrón considerable.
Anécdota 13.
Ante mi viejo bloque hay unos contenedores soterrados. Los vecinos creen que son totems a los que deben ofrendarles bolsas de basura, de modo que suelen tener este aspecto
Pues bien, una noche me asomé y encontré a un hombre latino tirado encima de un montón de bolsas de basura. Otra mujer latina estaba de pie mirándolo con preocupación. Un tercer latino llegó y preguntó qué pasaba. La mujer le dijo que estaba inconsciente y no reaccionaba por mucho que le tocase, y que había llamado a una ambulancia. El tercer latino se acercó al inconsciente y le dio un patadón en las costillas que le reanimó ipso facto. Tras ello le dijo muy serio "¿No te da vergüenza? Te van a meter en la basura". El latino reanimado se levantó y se fue dando tumbos sin esperar a la ambulancia. La escena era ciertamente triste, pero la frase "te van a meter en la basura" me hizo reír por un momento.
Aquí concluyen mis anécdotas, si deseáis compartir las vuestras seguro que acabamos creando un hilo memorable.
etiquetas: artículo
» noticia original ()