Alejandro, solo ante el peligro

La presentación del libro de Alejandro Fernández – Madrid me recordó a la mítica película de Gary Cooper: “Solo ante el peligro” (1952).Es cierto que la Sala María Zambrano del Círculo de Bellas Artes estaba llena. Y que la presentadora era Cayetana Álvarez de Toledo, todo un lujo. Eso solo ya justifica la asistencia.Había dirigentes … Continuar leyendo "Alejandro, solo ante el peligro"

Abr 8, 2025 - 20:20
 0
Alejandro, solo ante el peligro

La presentación del libro de Alejandro Fernández – Madrid me recordó a la mítica película de Gary Cooper: “Solo ante el peligro” (1952).

Es cierto que la Sala María Zambrano del Círculo de Bellas Artes estaba llena. Y que la presentadora era Cayetana Álvarez de Toledo, todo un lujo. Eso solo ya justifica la asistencia.

Había dirigentes históricos del PP como Esperanza Aguirre o Alejo Vidal-Quadras. También personalidades del mundo económico como Luis Rivero, Antonio Camuñas, Benito Arruñada o Amadeo Petitbò.

Y desde luego del mediático: Lucía Etxebarria, Pablo de Lora y Lupe Sánchez, entre otros. Sin embargo, nadie de la calle Génova. Ni siquiera en condición de espía. Tampoco del PP catalán. Por no haber no estaba ni Ayuso, de viaje oficial a Ecuador.

El libro («A calzón quitao») ya indica por dónde van los tiros. Y, sobre todo, la franqueza del autor. Nada común en política en los tiempos que corren.

Alejandro es una rareza en política: piensa. Yo lo descubrí hace años en X, cuando todavía se llamaba Twitter, porque en su perfil tenía una foto de Ronald Reagan y Margaret Thatcher encarados.

Inmediatamente, pensé: «¿Dónde va este loco?». No sé si habíamos alcanzado el clímax en el procés. Pero Cataluña iba ya camino de convertirse en el paraíso de okupas, antisistema y ‘cupaires’.

Desde entonces nos hemos superado todavía y, entre otros récords, hemos alcanzado también el de las plantaciones de marihuana o el de las fiestas ilegales.

Un día salió una por TV3 en la que la propia periodista admitía que era «ilegal» pero que los Mossos no podían hacer nada. No sé si por falta de efectivos, voluntad política o ambas cosas.

El jodido procés, en efecto, se ha cargado dos principios básicos de las sociedades organizadas porque si no es la selva: el de autoridad y el de legalidad.

En este panorama desolador, Alejandro Fernández brilla con luz propia. Sobre todo, como orador parlamentario. Pese a que le he advertido en más de una ocasión que no se le suban los humos. La típica frase de “no te fíes, que el nivel es muy bajo”.

El otro día, por ejemplo, una de la CUP dijo que quemar contenedores era un «hecho diferencial catalán» y felicitó a la comunidad islámica de Salt por liarla. Rull, el presidente de la cámara, ni siquiera se atrevió a llamarle al orden.

Nos ha regalado, pues, momentos brillantes como aquel en el que le dijo a Torra que se parecía más a un españolito como él que a un «saltador de pértiga noruego». O cuando advirtió contra el «perroflautismo» como filosofía vital.

En el otro lado de la balanza hay las críticas internas, no solo en Génova sino incluso en el PP de Cataluña. Yo nunca las he entendido y más de una vez le he dicho: «Me dicen que no te dedicas al partido». «Eso no es cierto», replica él invariablemente.

Hay que decir, en todo caso, que es un superviviente. El tándem Casado-García Egea ya intentó hacerle la cama y, contra todo pronóstico, cayeron ellos antes. A pocas semanas de las autonómicas, me consta, hubo otro intento. En este caso de Feijóo-Tellado.

Si no prosperó es porque Alejandro reunió a cuatrocientos fieles en una conferencia y, hoy por hoy, no hay nadie que le pueda hacer sombra dentro del partido. Aunque es verdad que el PP catalán está fragmentado. Es una tradición histórica. Igual podría ponerle él también un poco más de empatía.
Pero, como decía, es una cabeza bien amueblada. Algo inusual en la actividad parlamentaria. Donde priman las lealtades, los codazos y las puñaladas traperas.

En la presentación del libro, advirtió sobre una eventual Tercera República. La verdad es que Zapatero, en una entrevista en La Vanguardia el domingo, se lo ponía bien. El expresidente proponía el «reconocimiento de la identidad nacional» de Cataluña. Sería como volver a empezar.

Como cuando dijo «aprobaré el Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña» que, en el fondo, fue el detonante del procés. Luego, en una charla con Iñaki Gabilondo, dijo que no había dicho lo que había dicho, pero lo dijo.

El otro Pablo Iglesias que, en el «Ara», el día antes había ido más allá: «Ahora sería el momento de forzar una apuesta en clave confederal por un modelo republicano que reconozca el derecho a la autodeterminación».

Como dijo Alejandro: «les conozco bien a los separatistas». Quizá por eso siempre advierte que, a Puigdemont, ni agua. Y, con Junts, ni a la esquina. No obstante, parece que en Génova están más tentados de entenderse con éstos -aquel famoso café de Daniel Sirera- que con Vox. Cuidado. Es un campo de minas.