“AFANO”
Los éxitos deportivos del fútbol argentino entre los que se destaca la obtención del tricampeonato mundial en 2022, resultado del esfuerzo de los jugadores y del cuerpo técnico, no son óbice para negar, apañar ni justificar la oscuridad de la Asociación Argentina del Futbol Argentino (AFA) –“AFANO”, según la sabia sorna popular– en sus manejos internos y en la organización de los torneos, como la manipulación del sistema de ascensos y descensos.Los logros de nuestros futbolistas tienen, como secuelas no deseadas, el encumbramiento de algunos dirigentes impresentables, acostumbrados a agraviar, difamar y extorsionar. Uno de ellos es Pablo Toviggino, nativo de Rosario, pero radicado en Santiago del Estero. En esa provincia, este siniestro personaje es uno de los beneficiarios del régimen patrimonialista del matrimonio Zamora que, gracias a la generosa coparticipación federal y fondos extras, ha podido generar entre contratistas de obras y de proveedores del Estado un grupo de enriquecidos desde el poder. De la nada, ha logrado un patrimonio difícil de justificar.Leer o escuchar a Toviggino, que como casi todos los allegados al zamorismo no pueden explicar el origen de sus patrimonios es conocer a un genuino exponente de una Argentina degradada, en la que imperan la prepotencia, el apriete y los modos mafiosos de quienes desaprovecharon las oportunidades educativas, prefiriendo el camino de los éxitos efímeros que da la cercanía con lo peor de la política y renunciando al mejor patrimonio que puede adquirir una persona: un apellido limpio.El fútbol argentino, además de sus grandes éxitos en los certámenes internacionales, debe lograr transparencia, respaldar a los árbitros honestos, erradicar la prepotencia de las barras bravas para que los espectadores puedan retornar a los estadios con la seguridad para disfrutar del juego sin arriesgarse a robos o extorsiones de “trapitos”, entre otras pésimas prácticas que se soportan continuamente.Casos como el del árbitro Yael Falcón Pérez, que suspendió el partido entre Godoy Cruz y Talleres ante la agresión al juez de línea Diego Martín, quien fue atacado con un caño lanzado desde las tribunas, son la contracara de estos dirigentes que pretenden convertir al fútbol argentino en un coto de caza para oscuros intereses y en el que abunda todo tipo de escándalos agravados con la posibilidad que ofrece para el lavado de fondos provenientes de la corrupción y del narcotráfico. Ambos flagelos corroen el tejido social, amparados y protegidos por lazos en sectores de gobiernos y justicias provinciales.Es de esperar que cese el llamativo silencio de muchos dirigentes de distintas instituciones con historia en el fútbol ante los ataques y extorsiones de este deplorable personaje.

Los éxitos deportivos del fútbol argentino entre los que se destaca la obtención del tricampeonato mundial en 2022, resultado del esfuerzo de los jugadores y del cuerpo técnico, no son óbice para negar, apañar ni justificar la oscuridad de la Asociación Argentina del Futbol Argentino (AFA) –“AFANO”, según la sabia sorna popular– en sus manejos internos y en la organización de los torneos, como la manipulación del sistema de ascensos y descensos.
Los logros de nuestros futbolistas tienen, como secuelas no deseadas, el encumbramiento de algunos dirigentes impresentables, acostumbrados a agraviar, difamar y extorsionar. Uno de ellos es Pablo Toviggino, nativo de Rosario, pero radicado en Santiago del Estero. En esa provincia, este siniestro personaje es uno de los beneficiarios del régimen patrimonialista del matrimonio Zamora que, gracias a la generosa coparticipación federal y fondos extras, ha podido generar entre contratistas de obras y de proveedores del Estado un grupo de enriquecidos desde el poder. De la nada, ha logrado un patrimonio difícil de justificar.
Leer o escuchar a Toviggino, que como casi todos los allegados al zamorismo no pueden explicar el origen de sus patrimonios es conocer a un genuino exponente de una Argentina degradada, en la que imperan la prepotencia, el apriete y los modos mafiosos de quienes desaprovecharon las oportunidades educativas, prefiriendo el camino de los éxitos efímeros que da la cercanía con lo peor de la política y renunciando al mejor patrimonio que puede adquirir una persona: un apellido limpio.
El fútbol argentino, además de sus grandes éxitos en los certámenes internacionales, debe lograr transparencia, respaldar a los árbitros honestos, erradicar la prepotencia de las barras bravas para que los espectadores puedan retornar a los estadios con la seguridad para disfrutar del juego sin arriesgarse a robos o extorsiones de “trapitos”, entre otras pésimas prácticas que se soportan continuamente.
Casos como el del árbitro Yael Falcón Pérez, que suspendió el partido entre Godoy Cruz y Talleres ante la agresión al juez de línea Diego Martín, quien fue atacado con un caño lanzado desde las tribunas, son la contracara de estos dirigentes que pretenden convertir al fútbol argentino en un coto de caza para oscuros intereses y en el que abunda todo tipo de escándalos agravados con la posibilidad que ofrece para el lavado de fondos provenientes de la corrupción y del narcotráfico. Ambos flagelos corroen el tejido social, amparados y protegidos por lazos en sectores de gobiernos y justicias provinciales.
Es de esperar que cese el llamativo silencio de muchos dirigentes de distintas instituciones con historia en el fútbol ante los ataques y extorsiones de este deplorable personaje.