Un paraíso para senderistas entre mar y montañas: qué hacer en Madeira
Esta isla atlántica despliega una red de caminos entre volcanes, bosques húmedos y perfiles escarpados, con vistas abiertas y accesos señalizados para quienes buscan naturaleza en estado puroLa playa de Galicia que esconde una ermita medieval a la que solo se puede llegar con marea baja El archipiélago portugués de Madeira ha sido durante siglos un enclave estratégico y natural a medio camino entre Europa y África, pero en las últimas décadas ha ganado reconocimiento como un destino privilegiado para quienes buscan experiencias vinculadas a la naturaleza. Formada por una isla principal y otros islotes, esta región destaca por una topografía abrupta, un clima primaveral constante y una gran diversidad biológica. Los paisajes escarpados, cubiertos de vegetación subtropical, y los miradores que se asoman al Atlántico convierten este territorio insular en un lugar especialmente atractivo para los caminantes. Lejos del turismo de sol y playa de otras regiones lusas, Madeira apuesta por un modelo que combina el respeto medioambiental con la exploración activa. La extensa red de senderos, muchos de ellos trazados junto a las tradicionales levadas —canales que transportan agua desde las montañas—, permite descubrir enclaves poco accesibles a través de recorridos de distinta dificultad. Las rutas atraviesan bosques milenarios, cruzan túneles excavados a mano, bordean acantilados y conducen hasta cascadas escondidas. En paralelo, los numerosos miradores de la isla ofrecen puntos de observación privilegiados de su geografía compleja y cambiante. Madeira se ha consolidado como uno de los destinos más valorados del Atlántico para el senderismo. Caminos entre laurisilva, túneles y cumbres volcánicas La red oficial de senderos de Madeira comprende más de 30 rutas señalizadas que permiten explorar diversos paisajes, desde bosques húmedos hasta zonas volcánicas. Estas sendas están clasificadas por nivel de dificultad y muchas siguen el trazado de antiguas levadas. Una de las más frecuentadas es la PR6 Levada das 25 Fontes, que parte de la zona de Rabaçal y culmina en una cascada. Muy próxima, la PR6.1 Levada do Risco conduce a otra caída de agua vertical. Otro itinerario popular es la PR9 Levada do Caldeirão Verde, de 6,5 kilómetros, que atraviesa túneles y puentes suspendidos en un entorno frondoso. Para quienes buscan un mayor desafío, la PR1 Vereda do Areeiro conecta el Pico do Areeiro y el Pico Ruivo, dos de las cumbres más elevadas de la isla, a través de un trazado montañoso con vistas sobre el Atlántico. Parte de la ruta por la PR6 Levada das 25 Fontes. Buena parte de estos recorridos discurre por el Bosque de laurisilva, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1999. Este ecosistema húmedo conserva especies vegetales endémicas, así como fauna autóctona. La combinación de sombra constante, suelo cubierto de hojas, humedad y la presencia de canales de agua convierte el entorno en un escenario singular para caminar. Desde principios de 2024, algunas rutas requieren el pago de una tasa de acceso de 3 euros para personas mayores de 12 años que no residan en Madeira. La medida se aplica a 14 senderos señalizados e incluye un sistema de reserva digital. Las autoridades recomiendan comprobar el estado de los caminos antes de iniciar la marcha, ya que las condiciones meteorológicas o trabajos de conservación pueden implicar restricciones puntuales. Miradores entre el mar y las montañas

Esta isla atlántica despliega una red de caminos entre volcanes, bosques húmedos y perfiles escarpados, con vistas abiertas y accesos señalizados para quienes buscan naturaleza en estado puro
La playa de Galicia que esconde una ermita medieval a la que solo se puede llegar con marea baja
El archipiélago portugués de Madeira ha sido durante siglos un enclave estratégico y natural a medio camino entre Europa y África, pero en las últimas décadas ha ganado reconocimiento como un destino privilegiado para quienes buscan experiencias vinculadas a la naturaleza.
Formada por una isla principal y otros islotes, esta región destaca por una topografía abrupta, un clima primaveral constante y una gran diversidad biológica. Los paisajes escarpados, cubiertos de vegetación subtropical, y los miradores que se asoman al Atlántico convierten este territorio insular en un lugar especialmente atractivo para los caminantes.
Lejos del turismo de sol y playa de otras regiones lusas, Madeira apuesta por un modelo que combina el respeto medioambiental con la exploración activa. La extensa red de senderos, muchos de ellos trazados junto a las tradicionales levadas —canales que transportan agua desde las montañas—, permite descubrir enclaves poco accesibles a través de recorridos de distinta dificultad.
Las rutas atraviesan bosques milenarios, cruzan túneles excavados a mano, bordean acantilados y conducen hasta cascadas escondidas. En paralelo, los numerosos miradores de la isla ofrecen puntos de observación privilegiados de su geografía compleja y cambiante. Madeira se ha consolidado como uno de los destinos más valorados del Atlántico para el senderismo.
Caminos entre laurisilva, túneles y cumbres volcánicas
La red oficial de senderos de Madeira comprende más de 30 rutas señalizadas que permiten explorar diversos paisajes, desde bosques húmedos hasta zonas volcánicas. Estas sendas están clasificadas por nivel de dificultad y muchas siguen el trazado de antiguas levadas.
Una de las más frecuentadas es la PR6 Levada das 25 Fontes, que parte de la zona de Rabaçal y culmina en una cascada. Muy próxima, la PR6.1 Levada do Risco conduce a otra caída de agua vertical. Otro itinerario popular es la PR9 Levada do Caldeirão Verde, de 6,5 kilómetros, que atraviesa túneles y puentes suspendidos en un entorno frondoso.
Para quienes buscan un mayor desafío, la PR1 Vereda do Areeiro conecta el Pico do Areeiro y el Pico Ruivo, dos de las cumbres más elevadas de la isla, a través de un trazado montañoso con vistas sobre el Atlántico.
Buena parte de estos recorridos discurre por el Bosque de laurisilva, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1999. Este ecosistema húmedo conserva especies vegetales endémicas, así como fauna autóctona. La combinación de sombra constante, suelo cubierto de hojas, humedad y la presencia de canales de agua convierte el entorno en un escenario singular para caminar.
Desde principios de 2024, algunas rutas requieren el pago de una tasa de acceso de 3 euros para personas mayores de 12 años que no residan en Madeira. La medida se aplica a 14 senderos señalizados e incluye un sistema de reserva digital. Las autoridades recomiendan comprobar el estado de los caminos antes de iniciar la marcha, ya que las condiciones meteorológicas o trabajos de conservación pueden implicar restricciones puntuales.
Miradores entre el mar y las montañas

Los contrastes geográficos de Madeira generan múltiples miradores naturales repartidos por la isla, desde los que es posible observar la interacción entre mar, montañas y vegetación. En el interior, el Mirador de Eira do Serrado ofrece una vista panorámica del valle de Curral das Freiras, rodeado de cumbres. Cerca de la capital, el de Pico dos Barcelos permite contemplar Funchal y su bahía desde una perspectiva elevada.
Uno de los puntos más visitados es el Mirador de Cabo Girão, ubicado a 580 metros sobre el nivel del mar. Su plataforma de vidrio suspendida sobre el acantilado ofrece una vista directa del océano y de las fajãs situadas en la base. Estos espacios ofrecen una perspectiva clara del relieve volcánico de la isla y permiten observar cómo la vegetación se adapta a las distintas altitudes.
Muchos de los miradores están acondicionados con barandillas, áreas de descanso y paneles informativos. Algunos se integran dentro de rutas circulares o lineales, mientras que otros son accesibles directamente por carretera.
El recorrido por varios de estos puntos panorámicos complementa la experiencia de senderismo, permitiendo detenerse y observar el entorno con calma desde distintos ángulos. Madeira combina así la caminata activa con la contemplación de un paisaje cambiante, marcado por la orografía y la proximidad constante del océano.